En Vitoria están que trinan. Incluso los no aficionados al fútbol. Tienen de presidente del equipo local a un bocazas ucraniano con pasaporte estadounidense que insulta a los alaveses y se mofa de sus tradiciones, hace declaraciones racistas, tilda de «gafe» al alcalde la de ciudad, es arbitrario, prepotente y buscapleitos y, para remate, se está encargando de llevar al equipo a Segunda División. La última que ha hecho el tal Dimitri Piterman es demostrar su total desconocimiento del fútbol vasco insinuando que lo mismo ofrece dinero a los jugadores de la Real Sociedad para que se esfuercen y hagan lo posible por vencer al Espanyol en la próxima jornada, con lo que hundirían al equipo bis de Barcelona y salvarían al de Gasteiz. El advenedizo este ignora que ese esfuerzo lo hará la Real Sociedad de todos modos, porque es tradición de los equipos vascos socorrerse mutuamente en la medida de sus posibilidades, distinguiendo a estos efectos entre la institución como tal y los directivos más o menos capullos que la encabecen circunstancialmente.
Ocurre que en todo esto hay un malentendido que conviene aclarar. Porque Dimitri Piterman podrá ser –es– todo lo que se quiera y más, pero también es, guste o no, el dueño del Deportivo Alavés, cosa que consiguió pagando el dinero que hacía falta para hacerse propietario de la mayoría de las acciones. Desde el punto de vista legal, tiene un margen de discrecionalidad enorme. Puede hacer con el club casi lo que le dé la gana. No sé si incluso llevárselo a otra ciudad o disolverlo, pero más o menos.
En el fútbol profesional actual se mantiene una ficción que unas veces resulta enternecedora, otras veces patética y, siempre y en todo caso, pueril. Las poblaciones locales se toman las cosas del equipo que lleva el nombre de la ciudad como si fueran representativas de la ciudad misma, cuando lo cierto es que, por lo común, sólo representan a una Sociedad Anónima, que puede tener cierto arraigo en la ciudad, pero también puede no tenerlo. Piterman llegó a Vitoria tras mangonear en el Racing de Santander, y tanto le dan Santander y Vitoria como Valladolid, Málaga o Nantes. Los vitorianos podrán llevar todo lo que quieran en su corazón los colores del Deportivo Alavés, pero Piterman los lleva bien metidos en su cartera. Y, de la misma manera que la Volkswagen va a desmantelar parte de sus instalaciones en Pamplona, como la Suzuki lo hizo en Linares, por mucho que ello duela a la gente trabajadora, Piterman hará lo que le venga en gana con el Alavés, mientras no haya gente que meta el dinero necesario para arrebatarle el control del club y obligarlo a marcharse.
Lo que quiero decir con esto es que la gente que se pasa el día despotricando contra la propiedad pública y cantando las excelencias de las privatizaciones, la libre circulación de capitales y demás –como lo hace el alcalde de Vitoria, egregio miembro del PP–, debería cerrar el pico cuando le salen propietarios como este Dimitri. Uno no puede sacar a subasta a la Virgen del Pilar y luego clamar indignado porque unos ateos se han quedado con la patrona de España.