No voy a insistir en «el tema del día» —la inminente ilegalización del acto convocado por Batasuna en el BEC— porque ya escribí hace días lo que pienso de ello, y tampoco es cosa de repetirme demasiado. A cambio, no he dicho nada todavía de algo que está siendo materia de polémica incluso dentro de los sectores políticamente más radicales (cosa que, dicho sea de paso, me parece preocupante). Me refiero al tan traído y llevado artículo «Manual del buen golpista», publicado el pasado 12 en Avui y firmado por Iu Forn, en el que se instaba a los militares a que, en caso de volver a entrar en Barcelona —en aplicación del artículo 8º de la Constitución, invocado por el teniente general Mena—, «recuerden que la ordenanza de civismo de Barcelona prohíbe la práctica de la prostitución en según qué supuestos. Por tanto, mejor que vengan sin sus madres».
Forn matizó un par de días después sus palabras, precisando que se refería en exclusiva a los militares golpistas. Pero lo de menos en este asunto —por lo menos para mí— son los militares, golpistas o no, y lo de más el hecho de que se sigan utilizando en la contienda política los agravios referidos a la vida personal de la parte contraria y las alusiones machistas a sus familiares.
Dijo ayer Carod-Rovira que lo de Forn hay que tomárselo como un chiste. O sea, que él le ve la gracia. Yo no. ¿Tan poco tiene que decir Forn de los golpistas, de ellos en concreto, que ha de echar mano de sus madres? Y si alguno fuera hijo de una señora dedicada al comercio carnal, ¿habría de empeorar por ello en nuestra consideración social? Supongo que Forn recurrirá al dicho tan manido según el cual «su madre será una santa, pero él es un hijo de puta». Pero eso puede servir, todo lo más, como coartada para el insulto verbal espontáneo; no para arropar un afán de denigrar tan elaborado y tan insustentable en nada que no sea machismo puro y duro. Por resumir: ni es aceptable la utilización de alusiones de ese género en la lucha política... ni las putas tienen la culpa de nada que tenga que ver con el golpismo, y ya va siendo hora de que se las deje en paz.
Recuerda Forn que «la ordenanza de civismo de Barcelona prohíbe la prostitución en según qué supuestos». Y, tal como lo recuerda, da a entender que a él le parece bien. Hace poco, la UGT ha reclamado que se prohíba por ley el ejercicio de la prostitución, en cualquier condición o circunstancia. Hoy no me quiero alargar, porque he de salir de viaje y tengo poco tiempo, pero tampoco creo que ése sea un asunto que quepa pasar por alto. En mi criterio, deben ser perseguidas las personas que fuerzan a otras a prostituirse, pero no hay que prohibir —otra cosa es regular— el ejercicio libre del comercio carnal. Tal vez vuelva sobre ello algún día de éstos, si se aviva la polémica sobre este punto.