Llevo vistos un buen puñado de partidos del Campeonato Mundial de la FIFA. No sólo me he interesado por los choques importantes –tampoco ha habido tantos hasta ahora–, sino también, y casi sobre todo, por aquellos en los que han intervenido selecciones «tercermundistas». Varias de ellas han ofrecido una imagen magnífica. Son equipos cuyos integrantes, amén de tener una buena preparación física, saben muy bien qué hacer con el balón en los pies. Les alienta un fuerte espíritu colectivo y algunos de ellos poseen, además, una muy notable técnica. Sin embargo, lo más probable es que sólo uno o dos (Ecuador y quizá algún otro) se ganen el derecho a disputar los octavos de final.
La razón de ello hay que buscarla, en primer lugar, en lo reñidos con el gol que se han mostrado casi todos esos equipos. Han jugado bien, han llegado muchas veces a la portería contraria, han tenido bastantes ocasiones de gol, pero han marcado muy pocos tantos. Y sin goles es muy difícil vencer. Pero, dando eso por sabido, casi todos los que hemos visto esos encuentros estamos de acuerdo en que, además, han tenido que apechugar con arbitrajes bochornosamente desfavorables a sus intereses. A quienes vieran ayer el encuentro Togo-Suiza no hace falta que les cuente nada: la defensa suiza incurrió en dos penaltis más que evidentes, uno de ellos cuando el marcador estaba en empate a cero, pero el árbitro prefirió mirar para otra parte.
Me telefoneó ayer mi buen amigo Gervasio Guzmán, que no tiene ni idea de fútbol –dice que sólo le interesa «como fenómeno sociológico», pero es mentira, porque no le presta la menor atención, ni como fenómeno sociológico ni como nada– y me preguntó si el maltrato que sufren esas selecciones nacionales, del que sólo sabe por mí, no será una muestra de racismo. Le digo que es obvio que en la relegación de esos equipos hay un trasfondo racista (todavía hay locutores que son capaces de llamar «negrito» a un pedazo de tío que mide 1,90 cm. de altura y pesa más de 100 kilos), pero las razones de fondo son económicas. La FIFA sabe que una selección europea, y no digamos nada si es de la Europa más desarrollada, arrastra a muchísimos más espectadores, sea por televisión o in situ, y que ese atractivo se vende muy caro y muy bien.
Antes he mencionado el encuentro Togo-Suiza. El estadio de Dortmund estaba de suizos hasta la bandera. Dad por hecho que los bares, restaurantes, tiendas de moda, etc., tuvieron que hacer muy buena caja. Lo mismo, pero en mucho más, es aplicable a las televisiones. La FIFA no es insensible, ni mucho menos, a los encantos del dinero. Al contrario, se rinde a ellos en cuanto le dejan. Además, la propia FIFA tiene su sede en Suiza. Está interesada en su buena relación con las autoridades del país.
De modo que los relegan y boicotean, pero no en principio porque sean negros, sino porque son pobres, y no interesan. El racismo se enreda con todo lo demás sobre la marcha.