Acabo de oír en la radio a un político navarro, no sé cuál, gritar a voz en cuello que la manifestación de ayer en Pamplona fue «un gran plebiscito».
Según el Diccionario de la Academia Española, un plebiscito es o bien una «resolución tomada por todo un pueblo a pluralidad de votos» o bien una «consulta que los poderes públicos someten al voto popular directo para que apruebe o rechace una determinada propuesta sobre soberanía, ciudadanía, poderes excepcionales, etc.»
Dejando a un lado la evidente –y lógica– ausencia de urnas en la manifestación sabatina, lo más chocante de la referencia al plebiscito viene dado por las cifras.
Pretende el Ejecutivo foral convocante que al acto acudieron 103.000 personas. La Delegación del Gobierno contó 75.000, de las cuales no pocas procedían de comunidades foráneas, como pudo constatar todo el que quiso (se hicieron notar lo suyo).
Bien. De acuerdo con el último censo disponible, Navarra tiene algo más de 600.000 habitantes. O sea, que la demostración, tirando por lo alto, congregó a algo así como un 15% de los navarros. Pese a que todo el que quiso acercarse por Pamplona pudo hacerlo a precios sin posible competencia.
La pregunta que se me ocurre es muy sencilla: si lo que quería el Gobierno foral era organizar un plebiscito, ¿por qué montó una manifestación, y no un plebiscito?
Como donostiarra, tengo una idea bastante relajada de Navarra. No la teorizo: la veo. Y la veo en su variedad. Nadie con dos dedos de frente –hay políticos que, si los tienen, lo disimulan muy bien– puede atreverse a decir que Leiza, por ejemplo, no tiene nada que ver con el País Vasco. O Goizueta. O Lizarra. ¡Si parecen sacadas de postales típicas y tópicas de lo vasco! Buena parte de Navarra es así. Otra parte de Navarra no es eso, pero tampoco nada demasiado diferente. Y otra sí, que hace recordar la proximidad del Ebro. A mí me gusta que sea tan variopinta, pero en todo caso da igual lo que a mí me guste, porque es así.
¿Y qué debe hacer Navarra, políticamente hablando? Pues lo que le parezca más conveniente a la mayoría de esos 600.000 navarros de los que da cuenta el censo.
Los partidos políticos de orden pretenden tenerlo muy claro: «¡Estatuto y Constitución!». ¿Realmente piensan eso? ¿Han olvidado lo que dice el artículo 2 del Estatuto de Autonomía vasco, que proclaman como modélico? Pues se lo recuerdo: «Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, así como Navarra, tienen derecho a formar parte de la Comunidad Autónoma del País Vasco». Derecho, no obligación. ¡Por supuesto!
¿Y asumen lo que dice la disposición transitoria cuarta de la Constitución? Pues lo mismo.
En tanto que guipuzcoano, yo no quiero que nadie, guipuzcoano, navarro, almeriense o ceutí, se vea forzado a asumir ninguna identidad que no tenga por suya. Pero para ese tipo de cosas se inventó la democracia. Consúltenles. ¿Por qué el régimen autonómico de Navarra nunca ha sido sometido a ese plebiscito que UPN cree haber encontrado en las piedras de la calle, en lugar de buscarlo en las urnas, que es su espacio lógico y natural?
Nota de edición: Javier publicó una columna que trata el mismo asunto en El Mundo: Navarra: cuestión de sensatez.