El presidente del Sevilla FC, José María del Nido,
tenía su corazón dividido el pasado fin de semana entre dos obligaciones para
él igualmente insoslayables: en primer lugar, debía atender sus deberes para
con el club de fútbol que preside, acudiendo al partido que su equipo jugaba en
el campo del Reyno de Navarra (antes Sadar) en Pamplona; en segundo término, tenía
que cumplir con la promesa que hizo de salir de costalero en una procesión para
agradecer a Dios Nuestro Señor que su equipo conquistara la Copa de la UEFA el
año pasado. Lo que hizo fue complicado, pero de una espiritualidad rayana en el
misticismo: abandonó el campo de fútbol pamplonés diez minutos antes del fin
del encuentro; se hizo conducir en una moto de gran cilindrada hasta el
aeropuerto de Pamplona, donde le esperaba un avión privado alquilado para la
ocasión, que lo condujo raudo y veloz a Sevilla; allí, en el aeropuerto
sevillano, le esperaba otra moto ad hoc que
lo llevó al punto de salida de la procesión. Y, hala, a rezar.
Pudo hacerlo todo en un tiempo récord, aunque, eso sí, a un precio de auténtica altura.
Que yo sepa, ninguno de los prelados concernidos por
este trajín se ha declarado escandalizado por el hecho de que un aspirante a
penitente se haya gastado semejante dineral para participar en un rito que, así
mirado, no pasa de ser otro guión más de los muchos que se representan en el
escenario de las exhibiciones. Quizá hayan guardado silencio porque no consta que Del Nido comiera rosquillas en ningún punto del trayecto.
Hace una semana, más o menos, se supo que la autoridad eclesiástica había decidido no permitir que un paso procesional de Semana Santa, también en Andalucía, fuera cargado por un equipo mixto de costaleros y costaleras. Según el portavoz eclesial correspondiente, la gran proximidad de los cuerpos cuando se carga con un paso de éstos hace que la situación pueda derivar con facilidad en frotaciones y rozamientos contrarios a la moral y las buenas costumbres. El portavoz no precisó por qué imaginaba que algo así podía suceder entre costaleros y costaleras, pero no entre costaleros y costaleros, o costaleras y costaleras. No será porque la Iglesia católica carezca de experiencia en materia de relaciones homosexuales.
La Semana Santa, en conjunto, conlleva todo un
despliegue de sucesos chocantes, atávicos, de religiosidad más que dudosa y, en ocasiones, contrarios al orden público (pienso en esos individuos que desfilan flagelándose hasta la sangre, en exhibición que incluso los infantes pueden contemplar).
Pero el mando supremo de la Iglesia española es partidario de que la grey canalice sus críticas hacia las parroquias en las que se ocupan de los excluidos, los pobres de solemnidad y los marginados del sistema, como la deSan Carlos Borromeo, en Entrevías (Madrid).
Tendremos más ocasión de charlar sobre ello, porque la gente que se atrinchera en ese bastión de la decencia no
va a ceder en sus posiciones de principio.
Entretanto, Rouco y sus hermanos a lo suyo: a aplaudir a Del Nido y ocuparse de que los costaleros no se exciten.
P. D. Una extraña confusión del editor de texto ha hecho que hoy, desde las 05:00 hasta las 09:30, haya figurado aquí una versión de este Apunte en la que había frases cortadas y enlazadas caprichosamente. Parece que ya funciona bien.