Me fascina la desenvoltura de los dirigentes del PP. Amparados en la incondicionalidad de José Alcaraz, el presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo –convertida ya plenamente en segunda marca del propio PP–, convocan a sus fieles a manifestarse por las calles de Madrid a lomos de dos de sus caballos de batalla favoritos: la oposición a que se hable con ETA para propiciar su disolución y la exigencia de que el Gobierno de Zapatero respalde su «convencimiento moral» que ETA estuvo detrás de los atentados del 11-M. Reúnen en esa manifestación a algo así como 200.000 personas, según cálculos justificados y argumentados, que ni siquiera han intentado refutar, y a continuación: 1º) Piden al Gobierno que «deje en paz a las víctimas», y 2º) Exigen a Zapatero que «no siga ciego y sordo» al clamor de «la inmensa mayoría» de la sociedad, que es su propio clamor.
Son realmente extraordinarios. Pretender que son otros los que utilizan a las víctimas del terrorismo para sus fines partidistas es negar lo que cualquier persona atenta a la actualidad tiene todos los días delante de las narices. El propio Alcaraz reconoció anteayer que él actúa con la intención de perjudicar las expectativas electorales del PSOE. Son ellos los que fuerzan a las asociaciones de víctimas para que les hagan tareas de punta de lanza, aprovechándose de la incomodidad que acarrea criticarlas.
Tampoco es menor el descaro con
el que se apoyan en una manifestación de 200.000 personas para concederse a sí
mismos el título de representantes «de la inmensa mayoría». Pese a haber dado
todo tipo de facilidades para trasladarse a Madrid a los residentes en
cualquier lugar de España, se han quedado con las ganas de reunir una
manifestación realmente abrumadora. Pero tampoco eso les arredra: hablan como
si contaran con el beneplácito general de una fuerza verdaderamente importante, y no
la minoría que constituyen. A la vez, se olvidan de que ellos sí que fueron
capaces de no hacer ni puñetero caso a los sentires mayoritario, caso de las manifestaciones contra la guerra de Irak. En este caso, no sólo sus manifestaciones tienen un público cada vez más exiguo, sino que las propias encuestas –al contrario de lo que le ocurrió a Aznar con su participación en la guerra– dan la razón al Gobierno: la mayoría respalda que se dialogue con ETA.
Lo ponen todo al revés.
No son planteamientos contradictorios. En ambos casos han actuado ateniéndose a sus intereses sectarios, sin pensar ni en lo que conviene a la mayoría ni en lo que la mayoría piensa.
Insistan en ello. Así les irá.
P.S. Por alguna razón extraña, de 06:00 a 8:30 ha figurado aquí una exótica versión de este Apunte, en la que aparecían al final varias frases pertenecientes a otro artículo en sustitución de las de éste. Tal vez cometiera anoche algún error al reemplazarlo.