Cuenta hoy El País que el científico Stephen Hawking planteó a comienzos de julio al orbe internáutico la siguiente pregunta: «En un mundo que es un caos social, político y medioambiental, ¿cómo puede la especie humana sobrevivir los próximos 100 años?».
Dejo de lado los problemas gramaticales de la frase –de los que supongo que no será responsable el astrofísico, sino el traductor–, y me digo que, como sucede a menudo con las grandes preguntas, ésta también hay que empezar por debatirla en su propia formulación, antes de plantearse siquiera la posibilidad o la conveniencia de responderla.
Michael Z. Lewin escribió hace muchos años una novela policíaca titulada Acertar con la pregunta de la que sólo recuerdo para estas alturas que me condujo al convencimiento de que la mayor parte de las respuestas viene condicionada, si es que no dada, por la propia pregunta.
En el caso concreto que hoy me ocupa, planteo: ¿por qué hemos de aceptar de antemano y sin previo debate que el mundo «es un caos social, político y medioambiental»?
Al formular de ese modo la cuestión, Hawking hace trampa, incluso aunque no se dé cuenta. Afirmar que el mundo es «un caos» implica presuponer que carece de un orden concreto, cosa que es falsa. Que un determinado orden sea injusto, perjudicial y hasta suicida para la especie humana no lo excluye en tanto que orden. El orden establecido es un orden: un orden espantoso, en mi personal criterio, pero un orden. Claro que, si Hawking hubiera definido el orden social, político y medioambiental del mundo como injusto, perjudicial y hasta suicida, según acabo de presentarlo yo, la cuestión dejaría de situarse en el plano de la supervivencia genérica y abstracta para plantearse en el terreno concreto de los intereses económicos (y, por ello mismo, sociales, políticos, militares, medioambientales... y cuantos más planos de consideración añadir se quiera) de tales o cuales agrupaciones humanas, que son los que explican que las cosas estén como están, y no de otra manera.
De replantear así el debate, la
discusión que aparecería como prioritaria es si la conveniencia primera para la
mejor supervivencia de la Humanidad –porque también hay modos y modos de
sobrevivir– es (como creo yo) o no es (como parece creer él) derrocar a la
casta que domina el mundo. Y cómo hacerlo. Y para sustituirla por qué.
Eso sin necesidad de preguntarle por qué narices fija en su pregunta el plazo de 100 años, y no de 50, o de 112.