Películas de Estreno
EL PABELLÓN DE LOS OFICIALES
Las cicatrices de la guerra
FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA
Título Original: La chambre des officiers
Francia. 2001. 135 min.
Dirección y Guión: François Dupeyron
Fotografía: Tetsuo Nagata
Dirección de arte: Patrick Durand
Música: Arvo Part
Montaje: Dominique Faysse
Sonido: Jean-Pierre Duret
Intérpretes: Robert Lohr, Valentin Platareanu, Óscar Martínez, Jörg SchÜtauf, Julia Jäger, Carmen-Maja Antoni, Robin Becker, Edita Malovcic, Tom Jahn
François Dupeyron adapta libremente la obra de Marc Dugain y presenta un relato enternecedor y estremecedor sobre la guerra y sus consecuencias. En El pabellón de los oficiales narra la historia de Adrien, un joven y apuesto teniente que se incorpora al ejército en la Primera Guerra Mundial y que pronto cae gravemente herido al estallar un obús. Este hombre es internado en el pabellón de los oficiales de un hospital de guerra, y es ahí donde vive, escucha y siente los horrores de la contienda. Mientras en el exterior continúa la cruenta lucha, en los pasillos y en la cama el oficial deberá armarse de valor para superar física y psicológicamente el destrozo facial que sufre. Con cierto parecido a la sublime El paciente inglés, este film es una muestra más de que se puede hacer cine histórico intemporal e incluso actual que nos sirve en bandeja ciertas reflexiones sobre las miserias y las grandezas del ser humano.
Una escena de El pabellón de los oficiales
Inquietante y envolvente, lo que aquí se cuenta son dos luchas bien diferentes: la guerra interna y externa, la que consiste en lanzar bombas y amontonar cadáveres y la que intentan superar contra sí mismos quienes tuvieron la suerte de caer heridos y ser trasladados a un hospital. Dupeyron juega inteligentemente con la elipsis y consigue, sin mostrar ni una sola imagen de tanques ni soldados en plena lucha, que su película sea radicalmente antibelicista, lo cual aprovecha para construir un relato paralelo, aunque no deja de ser el mismo, de superación, dolor y angustia. Tampoco muestra durante casi la mitad del film esa cara destrozada, esa enorme cicatriz, y sólo cuando su protagonista comienza a animarse, cuando parece que la recuperación es posible, cuando él es capaz de verse en esos espejos que son los ojos de los demás, nos enseña al monstruo. El pabellón de los oficiales cuenta, pues, con dos visiones bien narradas y complementadas, contiene fuerza y garra, belleza y encanto. Está impregnada de melancolía y amargura, pero también cuenta con grandes dosis de humor. Si a ello le sumamos unas primorosas interpretaciones de Eric Caravaca y Sabine Azema y alguna que otra escena para el recuerdo, como en la que se muestra la reacción, esa triste mirada del protagonista ante el anuncio del final de la guerra externa, es fácil concluir que estamos ante una obra que, por su contundente antibelicismo y su descomunal belleza y ternura, puede que algún día se considere maestra, y que hoy ya podemos catalogar de genial.
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