FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA
Título Original: La stanza del figlio
Italia. 2001. 95 min.
Dirección: Nanni Moretti
Guión: Linda Ferri, Nanni Moretti, Hidrun Schleef
Fotografía: Guiseppe Lanci
Música: Nicola Piovani
Intérpretes: Nanni Moretti, Laura Morante, Jasmine Trinca, Giuseppe Sanfelice, Silvio Orlando, Claudia Della Seta, Stefano Accorsi, Sofia Vigliar
El sufrimiento, el terrible dolor, la angustia, la desesperación e incluso la ira son sentimientos tan duros y difíciles de soportar que en multitud de ocasiones el ser humano no es capaz de prever las tremendas consecuencias que pueden tener sobre él y su débil entorno. La habitación del hijo tiene ahí su punto fuerte. Es una película durísima, dolorosa, de ésas que te dejan un profundo pesar, sin aliento ni respiración y te provocan un largo y necesario llanto.
Nanni Moretti es un hombre que nos tenía acostumbrados a que sus películas tuvieran un tono de comedia costumbrista, siempre sembrada de ironía y excelente buen humor, en las que solía hacer interesantes retratos de gente corriente con una mirada repleta de optimismo, simpatía y comprensión. La primera parte de La habitación del hijo parece que va por ahí. Comienza con la historia de una familia feliz, que goza de una buena posición social, una excelente reputación y cuenta con unos componentes casi modélicos. El padre es un psicoanalista acostumbrado a tragarse las desgracias, manías o pajas mentales de sus pacientes. Lo hace con infinita paciencia y esa tranquilidad que aporta el trabajo bien hecho en el despacho y en su vida familiar y social. Su mujer también goza con un estupendo trabajo en el que disfruta y no se siente ni agobiada ni discriminada. Sus hijos son dos brillantes estudiantes, dos verdaderos encantos que cuentan con unos padres comprensivos y que confían en ellos. Nanni Moretti juega con los personajes, nos los hace cercanos, humanos, buenos, entrañables, fácilmente identificables, con problemas típicos pero tan abiertos y sinceros que los padres no se sorprenden porque el novio de su hija fume porros y se ponen, sin fisuras, con una confianza desmesurada, al lado de su hijo para defender su inocencia en el robo de un fósil valiosísimo de la colección del instituto.
Padre e hijo cuando disfrutaban de sus salidas matinales
Sin embargo este retrato de la familia bien, divertido, irónico y modélico se acaba cuando un día el hermoso, maravilloso, amado hijo desaparece para siempre. A partir de ese instante La habitación del hijo se convierte en una película de excesivo dolor, de enorme sufrimiento. Y Nanni Moretti lo ha retratado de una forma tan excepcional, tan directa, sincera y emocional que uno tiene la sensación de estar pasando lo mismo que ese padre que acaba de perder a su hijo, que no tiene rumbo, que pierde la fe, que sigue intentando escuchar y ayudar a sus pacientes pero que es incapaz de quitarse de la cabeza ese horror que le atormenta. El relato huye de cualquier maniqueísmo y muestra de forma humana y honesta cómo por algo así una familia puede resquebrajarse, hacerse añicos, hundirse o separarse porque el dolor es tan inaguantable que ni siquiera eres capaz de compartirlo, porque es imposible llenar ese hueco y el recuerdo no te devuelve lo que alguien se llevó, porque el llanto irrumpe en cualquier momento y en cualquier lugar, porque no hay nada ni nadie que puede sacarte de ese pozo sin fondo. En La habitación del hijo hay tantos sentimientos, tantas emociones y tantas lágrimas intuitivamente derramadas que es difícil no contagiarse, no compartir esa pérdida, no llorar ni sufrir. Ese inevitable nudo en la garganta que te acompaña durante toda la proyección sólo puede conseguirlo una joya del cine, una obra maestra, una película que derroche sinceridad, que esté hecha con las entrañas, desde lo más profundo del corazón y las obsesiones. Con amor inmenso y universal.
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