Informe «Praga 2000»
Publicado en la revista Página Abierta, número 108,
octubre de 2000
Por su interés, reproduzco a continuación
los artículos de fondo incluidos en el dossier «De Praga a Nueva York»,
aparecido en el último número de «Página
Abierta».
1. El valor de la solidaridad
por A. Laguna
Se calcula que a Praga debieron llegar unas 30.000 personas de todo el
mundo, que se sumaron a otras tantas miles de esa misma ciudad, dispuestas a
aguar la fiesta del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, reunidos
al pleno en su 55' Asamblea. Les esperaban más de 13.000 efectivos de
seguridad, preparados para evitar el boicot a la Asamblea, a la que acudían los
representantes de 182 países y el personal administrativo y de seguridad
contratado para ese evento.
El movimiento de protesta estaba compuesto por un sinfín de organizaciones,
redes y personas con visiones de la realidad mundial, con ideologías y teorías
sustentadoras de esos análisis, con puntos de vista sobre la globalización, las
alternativas a las instituciones nacidas en Bretton Woods y al capitalismo,
sobre las formas de acción en la protesta, etc., de lo más diverso, unidas
seguramente por una razón común: la inquietud ante el sufrimiento del Tercer
Mundo, y de toda la población pobre y excluida del planeta, y una actitud
decidida de solidaridad.
Podría haber representantes de más de 300 ONG, movimientos contra la
deuda externa, redes de lucha contra el paro y la pobreza, redes de lucha
contra la globalización económica, grupos antimilitaristas y pacifistas, de
okupas, libertarios, anticapitalistas... y un fuerte centro organizador
establecido en Praga, INPEG (Iniciativa contra la Globalización Económica), del
que emanaba una "contracumbre" con multitud de actos (jornadas de
debate, conciertos...), manifestaciones y otros actos de protesta.
Parte de las ONG combinaron su presencia en las movilizaciones con
encuentros con los dirigentes del FMI y BM en los que, tal y como esperaban la
mayoría, ningún resultado práctico podía salir de ellos. Servían, eso sí, como
altavoz de sus críticas a la actuación de estas instituciones, aunque desde
otros ámbitos fuese visto, por el contrario, como gesto inútil y embellecedor
de la política de estas instituciones (1).
Más allá de la batalla por la imagen pública, se desarrollaba también
una estrategia de movilización dispuesta a impedir de hecho la celebración de
la cumbre. Los miles de personas que se manifestaron consiguieron encerrar
durante cuatro horas a los representantes de los 182 países que asistían a la
Asamblea del BM y del FMI. Las salidas quedaron bloqueadas y la policía se vio
impotente ante esta situación. Una minoría intentó el asalto al edificio donde
se celebraba la Asamblea, y la policía empezó a actuar con la contundencia
habitual contra todo el mundo: gente herida (numerosos policías incluidos),
detenida, etc.
Después se sucedieron las denuncias de la brutalidad de la policía,
incluso de la existencia de torturas en las dependencias policiales. Después
surgieron los debates sobre la acción violenta de algunos grupos de
manifestantes, y el rechazo de ella en diversas instancias del movimiento de
protesta, de ONG como OXFAM Internacional, por ejemplo, a la misma INPEG a
través de algunos de sus portavoces.
Lo cierto es que desde el primer momento los dirigentes del BM y del
FMI no tuvieron más remedio que dedicar su atención, en sus discursos a la
Asamblea, en sus manifestaciones a los medios de comunicación, a lo que el
movimiento de contestación a la cumbre declaraba a través de informes, ruedas
de prensa y los propios actos de protesta.
Los altos mandatarios de estas instituciones no han hecho nada más que
sugerir y sugerir, más o menos veladamente, que, en última instancia, los
responsables de la pobreza mundial son los países ricos (con el G‑7 a la
cabeza), accionistas‑propietarios del FMI y del BM.
Los directores generales de estos organismos empezaron a hacerse eco
de la protesta afirmando tener parecida inquietud: la lucha contra la pobreza.
Sin embargo, como decía James Wolfensohn, director general del BM, «no podemos
dar marcha atrás en la globalización... El objetivo es convertirla en un
instrumento de inclusión y oportunidad, no de inseguridad y miedo», recalcando,
eso sí, que las medidas económicas liberalizadoras del mercado eran el mejor
instrumento para reducir la pobreza.
Y de la misma manera, el nuevo director del FMI, Horst Köhler, cargó
las culpas contra las naciones ricas, señalando, por ejemplo, que los países
agrupados en la OCDE prometieron gastar el 0,7% de su PIB en ayuda al
desarrollo y, sin embargo, sólo dedican una media del 0,24% (el Gobierno
español el 0,25%). Por supuesto, también se sumó a la idea de que la
globalización requiere cooperación y que se necesitan instituciones que
organicen esa cooperación, como el FMI, «que de no existir habría que
inventárselas».
Sin embargo, nada hace pensar que, a pesar de estos tropiezos de las
reuniones amplias de los organismos internacionales, BM, FMI o OMC, las
políticas de fondo vayan a sufrir variaciones importantes contrarias a los
intereses que han estado presentes en ellas. Aunque lo cierto es que pueden
resultarles más costosas a los ojos de la opinión pública internacional, y
tener enfrente una mayor oposición a ellas.
Precisamente, en estas ocasiones, en las que todo el mundo ha de
hablar de reformas (frente a quienes piden la disolución de estos organismos o
su fuerte renovación), se afirman, directa o implícitamente, principios
económicos liberales que apoyan propuestas de cambio, como las que se vienen
haciendo sobre el papel del sector privado en la cooperación.
Es un buen momento para que el secretario del Tesoro estadounidense,
Lawrence Sununers, afirme, por ejemplo, que la intervención financiera del BM
debe ser revisada, impulsando el que los países receptores de esos préstamos
puedan mirar más hacia los mercados privados.
Propuesta ya presente en el FMI: que el sector privado se pueda
implicar más en la vigilancia del cumplimiento de los planes económicos de los
países a los que se les da préstamos.
No importa que las ONG, analizando 1a Iniciativa HIPC (Países Pobres
Altamente Endeudados), promovida por e1 FMI y el BM, digan que el poco éxito de
nuevo de esa Iniciativa «radica en que para acogerse a esa iniciativa es
necesario acometer profundas reformas económicas... programas de ajuste que
sólo logran aumentar los niveles de pobreza».
Un buen ejemplo del pensamiento liberal, de eso que llaman algunos
"capitalismo de rostro humano", que, sin duda, nos obliga a
respuestas bien fundamentadas, nos lo podemos encontrar en las declaraciones de
Pascal Lamy, comisario de política comercial de la UE (El Mundo, 24 de
septiembre de 2000).
Es partidario, dice, de « la globalización honesta», es decir, «de
abrir las fronteras, de liberalizar, pero hacerlo con las reglas necesarias
para que todo el mundo, y no sólo unos pocos, se beneficien... Vivimos en una
economía de mercado capitalista, y de lo que se trata es de aumentar la cuota
de mercado, pero esto, que es fundamental, crea desigualdad. Desde mi punto de
vista, el mejor modelo es el europeo, que combina competencia con cooperación».
Por eso, él cree que se equivoca el movimiento antiglobalización
cuando pide menos FMI, menos BM, menos OMC, y que en realidad hace falta más...
incluso nuevos organismos internacionales como el de Medio Ambiente. « Lo
importante es que estos organismos rindan cuentas de lo que hacen y sean
transparentes». Pero, en este último aspecto, además de matizar poco la
posición del movimiento antiglobalización (por otro lado, de mil caras); no
especifica ni la crítica concreta de lo actual ni los cambios, y cómo llevarlos
a cabo, que serían necesarios para ello.
Curiosa explicación la suya al defender los valores de la
globalización, mientras da su punto de vista sobre el movimiento contrario a
ella: «Lo que yo vi (en Seattle) fue una concentración masiva de medios de
comunicación más que el nacimiento de una nueva era en el siglo XXI. Las ONG no
nacieron en Seattle. Las ONG llevan años luchando por los derechos humanos y el
medio ambiente. Lo que les ha dado más peso ahora es la globalización y la
cobertura mediática que forma parte de esa globalización. Y la forma en que las
ONG interactúan entre ellas también forma parte de la globalización. De modo
que la Red y los medios de comunicación son una parte fundamental de este
fenómeno llamado movimiento antiglobalizador». Pero al hablar de ese efecto de
la "globalización" en el ámbito de la cultura y la comunicación,
conviene detallar mejor quiénes son los principales beneficiarios, de qué tipo
de beneficios se habla y quiénes quedan "fuera" de la Red y de la
influencia en los medios de comunicación. La prensa también ha recordado que
Kafka nació en Praga.
Y como los datos sobre los efectos de la globalización económica ‑mayor
riqueza, por un lado, y mayor índice de desigualdad y destrucción del medio
ambiente, por otro‑, puestos encima de la mesa, nadie los niega, ha de
recurrirse, como es habitual, a las promesas de futuro para los pobres y para
los que han de hacer equilibrios en la frontera entre la integración y la
exclusión; pero también a la realidad de los sectores de la población mundial a
los que la tarta les llega a la mesa, que pueden "sentir" mejor que
tiene razón. « La liberalización es absolutamente necesaria... Este año no se
notará, es un problema a largo plazo, pero si no continuamos liberalizando, la
situación irá empeorando, los precios irán subiendo, y el ciudadano lo notará».
Los que se movilizaron en Praga contra la cumbre del FMI y del BM lo
veían de otra manera cuando escribían en las pancartas lemas como: "La
gente, no los beneficios"; "Abajo la deuda"; "Más mundo,
menos banco"; "Solidaridad global, no economía global".
––––––––––
(1) En uno de esos encuentros, la
Campaña Jubileo 2000 repartió a los altos funcionarios del FMI y del BM
crucifijos en recuerdo de los 7 millones de niños que mueren al año en el
Tercer Mundo, días después de convocar, junto a otras ONG una manifestación
para pedir al G‑7 (Estados Unidos, Japón, Canadá, Gran Bretaña, Alemania,
Francia e Italia), reunido también en Praga, la condonación de la deuda, causa
directa o indirecta de esa cruel mortandad infantil.
2. Rebelión moral en Praga
por Iñaki Markiegi
Pocos o muchos, los millares de manifestantes concentrados en Praga
para denunciar a los responsables mundiales de la pobreza que asola el planeta
han tenido la virtud de escenificar una rebelión moral que nos representa a
millones de personas, sobre todo a esas dos terceras partes de la Humanidad que
apenas tienen voz y sobreviven medio vivos. Actitud moral extensible incluso a
los sectores más radicalizados en la protesta, ya que la ruptura de unas
cuantas lunas no es nada comparable a la destrucción sistemática de vidas
humanas que se deriva de una globalización neoliberal.
Ciertamente, el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional
(FMI), reunidos en su 55 Asamblea anual, no son en absoluto inocentes. Sus
programas de ajuste estructural impuestos a los países del Sur como condición
para la renegociación de la deuda externa y el acceso a nuevos créditos,
constituyen una dictadura económica implacable. Es verdad que ambos organismos
no son los únicos culpables, y que idénticas reacciones de protesta se merecen
los propios Gobiernos de los países ricos y las grandes corporaciones
multinacionales. Pero en un mundo globalizado, en el que las responsabilidades
últimas se hacen difusas, debido a las laberínticas relaciones internacionales,
resulta conveniente identificar al menos a una parte de los culpables.
La globalización actual es un producto del neoliberalismo. Un proyecto
político que trata de construir una organización económica internacional en la
que la libre circulación de mercancías y de capitales no encuentre el más
mínimo obstáculo. Los países ricos globalizan,
en
tanto que los pobres, que son los más, son los globalizados. La globalización
actual exalta la competitividad como valor o necesidad supremos, lo que
justifica medidas recesivas, las agresiones al Estado del bienestar, la
flexibilización del mercado laboral, la desregulación económica. Se trata de impedir
que los Gobiernos puedan desarrollar cualquier política social contradictoria
con las exigencias del mercado, y se somete a dificultades insuperables a
quienes desafíen sus leyes.
El neoliberalismo ha logrado, de acuerdo con sus dogmas, no sólo imponerse
en el interior de los países, sino que las relaciones entre éstos, el mundo en
su totalidad, tiende a funcionar con sus leyes. Así es que el auge y la
expansión del comercio mundial no han sido neutrales, en razón de la muy
distinta capacidad competitiva de los países en el mercado mundial.
No hay igualdad en la carrera del libre comercio. Los países
industrializados han acabado por arrasar a muchas economías del Sur,
desarticulando sus estructuras productivas, sometiéndolas al dominio de las
multinacionales. La deuda externa es tan sólo uno más de los pilares de
dominación del Norte sobre el Sur. Las desigualdades han aumentado en todos los
órdenes. La proporción entre la renta por habitante de los países más ricos y
los más pobres era, en 1960, de 30 a 1. Ahora ya es de 75 a 1.
En este escenario general, la era digital cohabita con la pobreza
extrema. La era de la clonación convive con guerras y genocidios. La era de
la globalización económica lo hace con la existencia de pueblos y comunidades olvidadas
que suman el mayor número de población de la Tierra. Los indicadores macroeconómicos:
inflación, moneda, déficit presupuestario, comercio exterior, crecimiento, se
erigen en imperativos absolutos a los que todo debe ser sacrificado. Se piensa
que no hay otra vía de salvación, y se difunde que quienes, como los
manifestantes de Seattle, Washington y ahora Praga, se oponen al ultraliberalismo
están fuera de la realidad. Sospecho que la posición dogmática de los
defensores del libre mercado a ultranza han caído en el totalitarismo, y que
entes como el BM y el FMI son sus oficiantes.
La fiebre de un neoliberalismo desmedido llega también a la
cooperación al desarrollo de la mano de quienes abogan por la progresiva
sustitución de las ONG por empresas privadas. Se trata de destruir las redes de
la sociedad civil, los movimientos sociales, para convertir el mundo en un
negocio. Entendida así, la globalización no es más que la estrategia de las fuerzas
económicas que desean someter las relaciones sociales y entre los pueblos a la
ley de la oferta y la demanda. Por eso son inciertas las palabras de los
dirigentes del FMI y del BM cuando difunden la idea de que la globalización
reducirá las desigualdades mundiales. En realidad, la brecha de la desigualdad
no ha hecho sino acentuarse desde que las leyes de la globalización neoliberal
imponen sus dictados. Como dijera Gandhi: «Hay bastante para las necesidades de
todos, pero no para la codicia de todos».
Por todo esto simpatizamos con los manifestantes de Praga. Ellos son
testimonio de un gran malestar. Ellos han señalado acertadamente las causas del
actual orden mundial, donde los pocos disfrutan de sus riquezas bailando sobre
las tumbas de los muchos. Y a pesar de que algunos métodos utilizados por
sectores de manifestantes pueden no ser los apropiados, no podemos desorientar
nuestra propia mirada para señalar también a los culpables, quienes, con todo
su cinismo, han tenido de nuevo un discurso que contradice sus propios hechos.
Así, los funcionarios del BM y del FMI han prometido que la producción
de bienes públicos internacionales reducirá la pobreza. Ni una palabra sobre qué
medios utilizarán para semejante propósito. Sucede que en el mercado neoliberal
nadie produce bienes públicos internacionales que, dicho sea de paso, no han
explicado bien en qué consisten. Mal se puede abogar por una política que se
proponga reducir la pobreza sin criticar al neoliberalismo del que ambos
organismos son gestores. ¿Existe acaso un Gobierno internacional capaz de
estimular la producción de este tipo de bienes? Los grandes enunciados revelan
casi siempre la secreta intención de no cumplirlos. Si el BM y el FMI desean de
verdad reducir la pobreza, podrían comenzar por condonar una deuda externa que
somete a los países pobres a un cautiverio permanente y a ser, paradójicamente,
exportadores de capital para beneficio del Norte.
Los países del Sur esperan un trato justo a sus productos en los
circuitos del mercado. La expansión de los rendimientos agrícolas a través de
una mayor investigación científica y tecnológica para el sector agropecuario.
Pero este ideal de una revolución verde choca con las recetas de liberalización
de los mercados agropecuarios, que han colocado a la agricultura de los países
pobres en una muy difícil situación. Los países del Sur esperan un cambio
sustancial en el sistema internacional para favorecer su desarrollo
tecnológico.
Pero hoy el sistema internacional de patentes es uno de los
instrumentos más poderosos para controlar mercados y apropiarse de rentas
oligopólicas en todo el mundo. Más del 98% de las patentes otorgadas en el
mundo pertenecen a empresas de países industrializados. Y el sistema
internacional de patentes es el principal instrumento de expropiación de
conocimientos que los productores agropecuarios y médicos tradicionales en todo
el mundo han desarrollado y custodiado durante siglos.
Pongamos otro ejemplo: el sida que asola las regiones del Sur. En la
actualidad hay más de 34 millones de personas infectadas con ese virus. La
epidemia de sida se mantiene vigorosa, y se calcula que 15.000 personas son
infectadas diariamente. Casi el 70% de estas nuevas infecciones se presentan en
África, pero los incentivos de mercado para crear una vacuna eficaz no son
suficientes. A África se destina menos del 1 % del consumo mundial de
medicamentos, y las empresas farmacéuticas internacionales simplemente no están
interesadas en invertir los recursos necesarios para desarrollar esta vacuna.
El Banco Mundial propone la creación de un fideicomiso especial para subsidiar
a estas empresas. Pero esta propuesta es vieja y fue abandonada de hecho hace
ya años.
Mientras las fortunas de las 200 personas más ricas del mundo sean más
grandes que la renta total del 41 % de la población mundial, no hay motivos
para el optimismo. Al menos, los manifestantes de Praga han dicho no a la
barbarie y sí a la vida. A una nueva vida en un nuevo mundo.
–––––––––––––
Iñaki Markiegi es presidente de Hirugarren Mundua ta Bakea‑Paz y
Tercer Mundo.
3. Extracto del Manifiesto difundido por el
Moviment de Resistencia Global-Praga 2000, de Barcelona
Miles de banqueros,
economistas e inversores de todo el mundo irán entre los días 26 y 28 de
septiembre a Praga para participar en el55 encuentro anual del Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). En este acontecimiento, los
delegados se reunirán para proponer un esquema de liberalización completa de la
economía mundial, esquema que ellos presentan como el único instrumento viable
para solucionar los problemas del mundo. Por el contrario, nosotros
consideramos que este modelo de globalización, así como las políticas del BM y
e1 FMI (sin olvidar la Organización Mundial del Comercio [OMC] en la vertiente
comercial) son las principales causas de los persistentes problemas mundiales,
agravan aún más la destrucción medioambiental y aumentan las desigualdades
económicas y sociales de la mayoría de la población.
Esta reunión es un reto para todos los que miramos con preocupación el
destino a que tiende nuestro mundo.
Cuando acabó la 11 Guerra Mundial, el capitalismo internacional se
encontró con la necesidad de reestructurar y ampliar el sistema productivo y
financiero. Los EE UU, hegemónicos triunfadores, se convirtieron en los
promotores y ejecutores de la constitución del BM y e1 FM1 (Bretton Woods,
1944) como instrumentos esenciales para el desarrollo de una nueva fase de
dominación y explotación sobre los pueblos de la tierra.
El FMI, en principio, fue creado para recomponer la estabilidad
monetaria del mundo. Tiene dos finalidades fundamentales:
• Supervisar la paridad entre las monedas.
• Ayudar a los países miembros endeudados con el exterior a través de
la concesión de los préstamos proporcionados por un fondo formado por las
aportaciones de los países firmantes.
Actualmente, 173 países están adheridos al FMI, pero el peso de las
decisiones es proporcional a las cuotas aportadas. Por ejemplo, las cinco
naciones más industrializadas del mundo (EEUU, Japón, Alemania, Inglaterra y
Francia) controlan el 41 % de los votos.
El BM tiene como misión financiar carreteras, embalses, centrales
eléctricas y todo aquello que se considere necesario para promover dicho
desarrollo. Después de financiar la reconstrucción de la Europa de la
posguerra, el BM actúa casi exclusivamente en los países periféricos.
A1 BM pertenecen 151 países, cada uno de ellos con una cuota
compatible con su propia fuerza económica. Según la lógica de que influye más
aquel que más aporta, los países que deciden dentro del BM vuelven a ser los
países del Centro, que poseen más del 60% de las cuotas de participación.
Las recomendaciones y programas de política económica de estas
instituciones se han aplicado en la mayoría de los países del mundo, ya sea
bajo medidas de carácter neoliberal ‑en los países centrales‑ o
bien a través de los conocidos programas de ajuste estructural ‑en las
economías empobrecidas de la periferia bajo el problema de la deuda.
Lejos de conseguir los objetivos de estabilidad y crecimiento
económico, los programas y las recomendaciones del BM y el FMI han
proporcionado el medio y el tiempo necesarios para que los bancos y las
diversas instituciones financieras continúen extrayendo dinero de la Periferia
y cargando el peso de la deuda sobre los pobres. Han conseguido abrir las economías
periféricas a los voraces capitales transnacionales, eliminar regulaciones y estándares,
tanto en el campo laboral como en el medioambiental, y establecer bases
industriales con bajos costes de producción para que las compañías
transnacionales puedan competir con ventajas.
Las consecuencias sobre las poblaciones y el medio ambiente son
devastadoras. El nivel de incertidumbre, pobreza, tristeza, desesperación y
explotación al que se ven abocados cada día mayores contingentes de personas en
el mundo está relacionado de manera directa con la actuación de estas
instituciones que, a menudo, reciben el apoyo incondicional de las elites
gobernantes de los respectivos países y demuestran así, de manera clara, que la
política institucional está al servicio de los poderosos intereses industriales
y financieros.
Consideramos que la respuesta está en la movilización de la sociedad
civil. Es una urgente necesidad encontrar alternativas al modelo económico
imperante.
Se debe situar a los seres humanos como eje y centro de la vida social
y de la actividad política, lo que significa que la satisfacción de las
necesidades de las personas de todo el mundo y el ejercicio de sus derechos
tienen que estar garantizados por encima de cualquier otra consideración, por
encima de la rentabilidad de las inversiones o la competitividad de la
economía. La cooperación y la solidaridad tienen que sobreponerse a los
intereses particulares mediante fórmulas que garanticen la equidad y el
equilibrio en el reparto de la riqueza y el trabajo. En especial, es preciso
hacer frente a la desigualdad creciente entre Centro y Periferia y plantear una
cultura alternativa del trabajo a escala planetaria, basada en los
planteamientos anteriores. Entendemos la libertad como la facultad que tenemos
todas las personas para pensar e intervenir en las actividades que nos afectan;
por tanto, es necesario redescubrir el valor de la democracia en la política,
más allá del elitismo y el profesionalismo de los actuales partidos políticos y
el valor de la economía colectivizada y cooperativa a pequeña escala, más allá
del capitalismo. En este sentido, es de gran importancia potenciar el diálogo y
la convergencia en aquellos movimientos sociales que defienden el control por
el conjunto de la sociedad de las actividades políticas y económicas.
Debemos aprender a practicar y valorar las diferentes formas de
trabajo humano, no sólo el trabajo remunerado, como vías de realización
personal, de construcción comunitaria y reconocimiento de los derechos.
Otro valor central es la defensa del equilibrio ecológico y el respeto
de la Naturaleza. Es necesario un replanteamiento del actual modelo de
crecimiento y consumo tanto en el ámbito personal como colectivo, así como
revalorizar la importancia de la economía local.
En definitiva, nos debemos plantear una nueva forma de entender las
relaciones entre las personas, de carácter universal, acabando con el
capitalismo depredador, y en el marco de una sociedad que pondría en primer
plano la abolición de las desigualdades sociales y la participación entre los
seres humanos.
Nosotros, los que suscribimos este manifiesto, somos un conjunto de
personas y colectivos que nos agrupamos bajo el nombre de Movimiento de
Resistencia Global, con la intención de coordinarnos, en este caso, para
reaccionar ante la cumbre del BM y el FMI, y llevar a cabo iniciativas de
carácter reivindicativo, educativo y cultural, tanto aquí como participando en
los actos alternativos que se harán en Praga este mes septiembre. Pero esta
reunión del BM y el FMI no es excepcional en la lógica de los procesos
globalizantes, que necesitan de la periodicidad de estas cumbres para reforzar
sus estructuras opresoras; por tanto, nuestra lucha es mucho más extensa, y el
Movimiento de Resistencia Global pretende perdurar en el tiempo.
El FMI y el BM no tienen ningún tipo de legitimidad democrática para
reunirse y programar políticas que afectarán a buena parte de la población
mundial. Por lo tanto, lo que sí es legítimo es que todas aquellas personas que
se vean agredidas por estas políticas propias de la globalización se organicen
para expresar su rechazo y se coordinen para plantear a la sociedad líneas de
transformación de esta realidad.
Entendemos esta iniciativa como una movilización común y, a la vez,
que respeta y mantiene la autonomía de los grupos y las personas participantes,
y sirve para reforzar todas las voces en esta acción.
Las reuniones organizadas por las instituciones que salvaguardan la
globalización económica encuentran cada vez más resistencia por parte de la
ciudadanía.
Por suerte, en estos últimos tiempos, y en respuesta a las injusticias
y desigualdades derivadas de la política neoliberal, se están desarrollando por
todo el mundo (desde Chiapas a Seattle) movimientos y organizaciones de
diferentes características, pero que apuntan todas ellas contra el genocidio de
la globalización.
En muchas de estas luchas, movimientos y organizaciones resaltan
elementos que aportan alternativas parciales pero reales de transformación
social, como son la autogestión, la solidaridad, el consumo responsable, las
economías locales, el intercambio, la autonomía de las mujeres y la
sostenibilidad ecológica. Nosotros nos sentimos parte de esta protesta y nos
identificamos con muchos de estos valores, y queremos ampliar en nuestro
entorno el rechazo a las instituciones del BM, FMI, OMC y otros y construir,
paso a paso, las alternativas necesarias de transformación social, conjunta y paralelamente
con los otros pueblos del planeta.
Haciendo frente a la globalización del capital con la globalización de
la resistencia, recuperamos el auténtico sentido de la solidaridad.
4. El alivio de la deuda de los países pobres
Extracto de una ponencia presentada en Praga por el
grupo Oxfam Internacional
Aun reconociendo lo positivo de algunas magnitudes globales de la
iniciativa HIPC del Banco Mundial –como los 28.000 millones de dólares de deuda
que se va a condonar al final del proceso a un conjunto de 32 países o el
descenso del 47 al 28% en la relación entre su deuda y su PNB‑, la
investigación realizada por Intermón, junto a otros miembros de Oxfam
Internacional, demuestra que los presupuestos de 13 países incluidos en la
iniciativa HIPC seguirán lastrados por los pagos anuales del servicio de la
deuda ‑que oscilan entre el 15% (Honduras) y el 40% (Zambia) de sus
ingresos‑, lo que imposibilita de hecho las necesarias inversiones en
servicios sociales básicos, como salud y educación.
En la Asamblea anual del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario
Internacional (FMI), que se celebra estos días en Praga, está previsto revisar
los avances conseguidos en la iniciativa para el alivio de la deuda de los
Países Pobres Altamente Endeudados tras las reformas introducidas el pasado año.
Gracias a estos cambios, que se hacían eco de los acuerdos del G‑7 en
Colonia, un mayor número de países, hasta 33, podrían beneficiarse de una
condonación de la deuda más rápida e intensa que la permitida por las
condiciones previas de esta iniciativa, puesta en marcha en 1996.
Hasta ahora, nueve países han visto ya reducida su deuda, y el BM y el
FMI prevén que la cifra llegue a 20 antes de fin de año. El estudio elaborado
por Oxfam Internacional hace una proyección de los pagos del servicio de la
deuda que 13 países (Bolivia, Burlona Faso, Camerún, Guinea, Honduras, Malawi,
Mauritania, Mozambique, Ruanda, Senegal, Tanzania, Uganda y Zambia) deben
afrontar en los tres años sucesivos a la condonación, y demuestra que sólo
cinco de ellos se benefician de ahorros significativos en estas cantidades (en
alrededor de un 30%), mientras que países como Zambia, Tanzania y Senegal
pagarán a sus acreedores cantidades incluso superiores a las que abonaban antes
de su inclusión en la iniciativa (por la diferencia que existía entre lo
comprometido y lo que realmente pagaban).
El estudio muestra que Zambia, Camerún o Malawi invierten entre el 35
y el 40% de sus ingresos anuales en pagar su deuda a los países ricos, mientras
carecen de recursos para hacer frente a un 53% de desnutrición infantil
crónica, con más de 70.000 muertes anuales de menores de 5 años (Zambia), o
para mejorar las condiciones de vida de los 5 millones de personas que viven en
la pobreza (Malawi), algo que Kevin Watkins, director de la investigación de
Oxfam, califica de "económicamente ruinoso y moralmente inaceptable".
«Uno de los objetivos básicos de la iniciativa HIPO es liberar recursos
para que los Gobiernos puedan usarlos en programas de reducción de la pobreza,
en servicios básicos como salud y educación, y esta investigación demuestra que
se está lejos de alcanzar esa meta, más cerca del fracaso que del éxito»,
señala José María Vera, director del Departamento de Estudios de Intermón.
Para hacer frente a este fracaso de la iniciativa HIPC, Oxfam
Internacional demanda de forma activa en Praga al BM y al FMI que introduzcan
cambios para lograr:
• Una deuda sostenible: es inaceptable que países que sufren una
pobreza extrema ampliamente extendida gasten más en el servicio de la deuda de
1o que invierten en salud y educación para sus ciudadanos. A ningún país
beneficiario de la iniciativa HIPC se le puede pedir que asigne más del 10% de
sus ingresos al servicio de la deuda.
• Alivio inmediato de la deuda a los países que se comprometan con un "Fondo
de Acción contra la Pobreza": hasta ahora, las exigencias y condiciones
para optar a la iniciativa han sido excesivamente burocráticas y han causado
retrasos en 1a provisión del alivio de la deuda. Oxfam Internacional considera
que el requerimiento clave para entrar en la iniciativa HIPC debería ser el
desarrollo de un Fondo de Acción contra la Pobreza, del que Uganda fue pionera,
en el que se detalle cómo se asignará el dinero liberado de la deuda a
iniciativas de reducción de la pobreza. La puesta en marcha del fondo sería
supervisada por el Gobierno, la sociedad civil y los donantes, y las áreas
prioritarias obvias serían las de salud, educación, suministro de agua y
programas de generación de empleo.
• Alivio de la deuda inmediato y generoso para Etiopía: Oxfam
Internacional considera imprescindible que Etiopía, que ya ha sido evaluada
bajo el marco de la iniciativa HIPC, sea reevaluada y reciba un alivio de la
deuda que se dirija a la reducción de la pobreza y que contribuya a apuntalar
la paz en este país africano.
• Ampliación del marco de la HIPO: el FMI y el Banco Mundial deben revisar
la sostenibilidad de la deuda de países como Nigeria o Jamaica, que no están
incluidos en el marco actual de la iniciativa, pero que afrontan problemas de
deuda crónicos.
5. Por un milenio sin exclusiones
Manifiesto del Grito de los Excluidos y Excluidas de las Américas
Del fondo de nuestros corazones, nosotros, los excluidos y excluidas
de las Américas, lanzamos un grito de protesta contra la desigualdad y la
injusticia en que vivimos. Somos todos pasajeros de la misma nave, el planeta
Tierra; sin embargo, como en las carabelas de los colonizadores y nuestros
aviones trasatlánticos de hoy, viajamos en condiciones desiguales. En la
primera clase, una minoría usufructúa todos los privilegios del consumismo superfluo,
de actitudes antisociales y depredadoras del medio ambiente. Esa minoría tiene
acceso a la medicina sofisticada, la educación, la cultura y los beneficios de
la tecnología de punta. En las bodegas insalubres, agobiados por el hambre, las
enfermedades, la violencia y la explotación, se amontona la mayoría de la
población mundial.
Nuestro grito se eleva contra un tipo de globalización económica que,
al favorecer a los pocos países desarrollados, en detrimento de las naciones
pobres, revela su carácter de verdadera globocolonización. El PIB mundial,
calculado hoy en 25 billones de dólares, es el retrato de la brutal acumulación
de riquezas en manos de pocos: los países del G‑7 (Estados Unidos,
Canadá, Inglaterra, Francia, Italia, Alemania y Japón) detentan 18 billones de
dólares. ¡Los 7 billones restantes deben ser repartidos entre más de 180
países! ¡Clama a los cielos constatar que apenas tres ciudadanos
estadounidenses ‑Bill Gates, Paul Allen y Warren Buffett‑ poseen,
juntos, una fortuna superior al PIB de 42 naciones pobres, en las cuales viven
600 millones de habitantes! Se globaliza la pobreza y no el progreso; la
dependencia y no la soberanía; la competitividad y no la solidaridad.
Por eso, hay 204 millones de pobres y 90 millones de miserables en
América Latina y en El Caribe, a los cuales se deben añadir los bolsones de
miseria que existen en varias partes del opulento Estados Unidos. Nuestro grito
es de protesta contra la economía capitalista neoliberal que, monitoreada por
el FMI y por el Banco Mundial, reduce la democracia al mercado, la ciudadanía
al consumismo, y viola la soberanía de nuestros Estados nacionales mediante
imposiciones y amenazas.
Si las naciones ricas quieren progreso, ¿por qué no establecen reglas
justas para el comercio mundial, eliminando las restricciones y las prácticas
comerciales que degradan los precios de los productos que las naciones pobres
exportan? Si quieren paz, ¿por qué no acaban con la carrera armamentista, que
consume anualmente 800.000 millones de dólares y dejan de exportar armas hacia
los países del Tercer Mundo? Si quieren el fin de las drogas, ¿por qué no
erradican los paraísos fiscales, donde el dinero sucio es lavado por los
"honrados" banqueros del Primer Mundo, y prohíben que el éter y la
acetona sean exportados de Estados Unidos a los fabricantes?
Nuestro grito denuncia que, después de la Segunda Guerra Mundial,
América Latina no tenía deudas, pero hoy debe casi 1 billón de dólares. Es la
más alta deuda externa por habitante del mundo. Consecuentemente, nuestro Continente
es campeón en desigualdad entre los más ricos y los más pobres. Nuestros países
son víctimas del capital especulativo, del colonialismo cultural representado
por los enlatados televisivos y de la intervención militar bajo el pretexto del
combate al narcotráfico. El número de personas hambrientas y desempleadas nunca
fue tan grande en las Américas.
Nuestro grito es de indignación, pero es también un grito de esperanza.
Vemos, con alegría, campesinos que se movilizaron para exigir la reforma
agraria; grupos de los más diversos países y de los más diversos intereses se
juntaron para bloquear las reuniones de los grandes banqueros y de los grandes
empresarios, en Seattle, en Washington, en Praga, a fin de protestar contra el
sistema económico neoliberal; movimientos populares organizaron manifestaciones
masivas xigiendo cambios en casi todos los países del Continente, en especial
en México, Venezuela, Perú, Bolivia, Argentina y Ecuador. Presenciamos la
fuerza de los pueblos indígenas que se levantan con coraje exigiendo la
demarcación de sus tierras; la multiplicación de los movimientos de mujeres
contra la discriminación machista; la organización de los movimientos negros
para exigir respeto a sus raíces culturales y sus derechos históricamente
reprimidos. En Brasil, unos seis millones de electores se pronunciaron contra
el pago de la deuda externa, en el plebiscito ciudadano realizado recientemente
en todo el país.
Estas señales, evidentes hoy en todo el mundo, nos dan esperanza de
que el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio y el
Banco Mundial sean substituidos por instituciones efectivamente democráticas,
donde las naciones tengan igual poder de voz y de voto, a fin de regular el
flujo de capitales especulativos y derrumbar el proteccionismo de los países
ricos, priorizando los derechos humanos y la justicia social.
Esperamos que nuestro clamor se extienda de tal forma que el Gobierno
de Estados Unidos se vea forzado a retirarse de Colombia, evitando un conflicto
que pondrá en grave riesgo a la población y la biodiversidad amazónica. Nuestro
grito clama también por el fin del cruel bloqueo que Estados Unidos viene
imponiendo a Cuba.
Esperamos que nuestras reivindicaciones básicas se convertirán lo más
pronto en realidad: reforma agraria; cambios en las políticas económicas para
eliminar el desempleo y la exclusión; demarcación y protección de las tierras
indígenas; respeto al medio ambiente; fin de la dependencia económica y
cultural de nuestros pueblos y anulación de nuestras deudas externas, dentro
del espíritu del año Jubilar convocado por el Papa Juan Pablo II.
Defendemos el acceso de toda la población a los derechos
fundamentales: tierra, trabajo, vivienda digna, educación y salud.
Nuestro grito se eleva a todos quienes son sensibles a la solidaridad
y osan abrazar la utopía de un mundo sin desigualdades, sin miseria y sin
exclusión, fundado en la justicia y en la libertad.
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