Cité el sábado 10 de febrero de 2001 en el «Diario de un resentido
social» y el domingo siguiente en mi contribución para la sección «En la Red» de
El Mundo este excelente artículo de Isabel
Bermejo, publicado en el último número de Página Abierta. Lo reproduzco íntegro
a continuación.
Un modelo demencial de
producción ganadera
–por Isabel Bermejo–
Con un retraso de casi 10 años respecto a los
primeros casos detectados en Inglaterra, el escándalo de las vacas locas ha
estallado también en el Estado español (*). Mucho se ha dicho y escrito sobre
la situación, sobre los riesgos, y sobre las posibles soluciones. Pero, salvo
honrosas excepciones, poco se habla sobre el problema de fondo, que no es otro
que el de un modelo de producción ganadera intensiva aberrante, sustentado por
intereses económicos y comerciales ajenos al sector ganadero e insensibles a
cualquier consideración de salud pública.
En el modelo actual de producción ganadera
intensiva, y en un entorno de políticas agrarias marcadas por el dogma del
libre mercado y de la globalización, la lógica de la competifvidad lleva a los
productores a una carrera por abaratar costes, a veces con consecuencias
realmente dramáticas.
A lo largo de las últimas décadas, y en
paralelo al proceso de intensificación y especialización agrarias de los países
industrializados, la producción ganadera se ha divorciado del campo, para
transformarse en una actividad especializada y casi industrial, orientada a
maximizar ‑que no optimizar‑ producciones y ganancias, y cada vez
más dependiente de paquetes tecnológicos e insumos externos. De una ganadería
que aprovechaba montes, pastizales, rastrojeras y subproductos de las
explotaciones agrarias, limpiando, abonando y cerrando ciclos productivos, en
pocos años se ha pasado a una producción cada vez más desvinculada del
territorio, consumidora de grandes cantidades de granos y oleaginosas que
debieran destinarse directamente a la alimentación humana (1), y con un balance
energético y ambiental desastroso.
No hay que olvidar que la ganadería intensiva
es un enorme despilfarro desde el punto de vista energético dado que, por
ejemplo, producir 1 caloría de carne de pollo en intensivo requiere 12 calorías
de cereal, y que es responsable en gran medida de los problemas cada vez
mayores de contaminación de aguas por nitratos, y de la emisión de gases que
contribuyen al efecto invernadero y a la lluvia ácida (2). Por si fuera poco,
la ganadería intensiva ha supuesto la desaparición de miles de pequeños
ganaderos, condenados a la ruina por un sistema que requiere fuertes inversiones
de capital y en el que no pueden competir, y la marginación de sistemas
ganaderos extensivos, con el consiguiente abandono y deterioro del mundo rural
y de muchos agroecosistemas de excepcional importancia ecológica. Ha
significado también la pérdida, desgraciadamente irreversible, de razas
ganaderas autóctonas, casi siempre menos productivas aunque de enorme valor por
su mayor resistencia a enfermedades y su adaptación al entorno (3).
LA GANADERÍA INTENSIVA
El caso de Estados Unidos es el ejemplo extremo
de la reconversión que ha sufrido el sector ganadero en la mayoría de los
países industrializados, y que ahora se intenta imponer en todo el mundo. De
explotaciones con 50 vacas o incluso menos en 1964, se pasó en tan sólo unas
décadas a producir cerca del 90% de la carne de vacuno en explotaciones de más
de 1.000 animales, con unas 300 explotaciones de entre 16.000 y 20.000 cabezas
y 100 explotaciones que superaban las 30.000 cabezas de ganado (4).
Huelga decir que en este tipo de
explotaciones, y con animales convertidos en auténticas fábricas de producción
de carne, grasas, o leche, hacinados en instalaciones donde apenas pueden
moverse, alimentados con piensos compuestos de dudosa calidad (para abaratar al
máximo los costes), atiborrados de hormonas y de antibióticos y sometidos a un
continuo estrés, por mucho que se extremen la higiene y los cuidados, cualquier
problema sanitario se convierte en una pesadilla. Y en una pesadilla se están
convirtiendo estas cuestiones no sólo en términos de salud pública, sino
también en términos socioeconón‑icos y de futuro del sector ganadero.
Porque el mal de las vacas locas no es el
único problema sanitario asociado a la ganadería intensiva. La Organización
Mundial de la Salud (OMS), la Organización para la Agricultura y la
Alimentación (FAO) y la propia Comisión Europea (CE) vienen alertando desde
hace tiempo sobre los riesgos para la salud humana relacionados con las
explotaciones intensivas, y sobre el peligro de un uso abusivo de los
antibióticos en la cría de ganado (5). Preocupa especialmente el aumento de
enfermedades típicamente asociadas al ganado, como la tuberculosis o la
brucelosis, cada vez más difíciles de tratar, por la aparición de cepas
bacterianas resistentes a los antibióticos. El control de los brotes
extremadamente virulentos de tuberculosis detectados en los últimos años, que
pudieran estar relacionados con el abuso de los antibióticos en la cría
intensiva de ganado, se ha convertido recientemente en una de las prioridades
de la OMS.
Otra de las grandes preocupaciones de salud
pública relacionadas con la cría intensiva de ganado es la posible
contaminación microbiana de los alimentos; ejemplo de ello son los casos cada
vez más frecuentes y agudos de salmonellosis. Y, más grave aún si cabe, la posible
aparición de nuevas vías de transmisión de enfermedades, o de enfermedades
capaces de saltar las barreras de las especies, y que pueden afectar a la
humanidad de forma devastadora (6).
LA DEPENDENCIA EUROPEA DE PROTEÍNA VEGETAL
Curiosamente, también desde los comienzos de
la PAC, la dependencia europea en importaciones de proteína vegetal destinada a
piensos compuestos para la ganadería intensiva ha sido constante. A lo largo de
muchos años, la CE ha sido un excelente cliente de los países productores de
oleoproteaginosas (principalmente soja) con destino animal, encabezados por EE
W. No hay que olvidar que las toneladas de leche, de carne y de huevos que
sobran en la Europa comunitaria se comen anualmente cerca de 50 millones de
toneladas de proteína vegetal importada sin aranceles. Y conviene recordar
también que el acuerdo agrícola cerrado en la Ronda de Uruguay de los Acuerdos
sobre Libre Comercio (GATT) entre la CE y EE UU, el tan cacareado acuerdo de
Blair House, consolidaba esta situación de dependencia, comprometiendo a la
Comunidad Europea a una Emitación de la superficie de oleaginosas (7). A menor
superficie sembrada, más necesidad de acudir a los mercados mundiales,
dominados por un puñado de empresas transnacionales y por EE UU.
Y es que detrás del modelo imperante de
ganadería industrial se mueven grandes intereses del llamado complejo de la
soja y de los principales exportadores de materia prima para piensos
compuestos: cereales y oleoproteaginosas, con una gran capacidad de influencia
política. Y si bien el déficit europeo de cereales de los años setenta (24
millones de toneladas) se ha ido corrigiendo progresivamente, hasta convertir a
la CE en uno de los grandes exportadores mundiales de grano (en los años
noventa exportaba 20 millones de toneladas de cereal), no ha sido así con la
producción de oleoproteaginosas, a pesar de los incentivos de la PAC a cultivos
como el girasol.
La Europa comunitaria es deficitaria en un
70% de las necesidades de proteína vegetal para piensos compuestos (8). En los
años 1974‑1976, la CE importaba 4,3 millones de toneladas de
oleoproteaginosas, y este déficit no sólo no se ha corregido, sino que ha ido
en aumento, cifrándose en 4,8 millones de toneladas en el periodo 1995‑1997.
Es significativo que las exportaciones de EE UU, principal productor y
exportador mundial de soja, hayan pasado de 2,7 millones de toneladas en el
periodo 1974‑1976 a 4,9 millones de toneladas en el de 1995‑1997
(9).
LA EXPANSIÓN DEL CONSUMO DE SOJA
La generalización del modelo norteamericano
de producción ganadera intensiva ha constituido un mecanismo muy útil para
facilitar la expansión del consumo de soja en los países industrializados,
expansión que interesaba enormemente a EE UU. Debido a la gran capacidad
productiva del sector agrario norteamericano, y a sus crisis cíclicas de
sobreproducción, la extensión del modelo ganadero industrial era esencial para
el correcto funcionamiento del sector cereafsta y de oleaginosas de la gran
agricultura intensiva estadounidense. El cultivo de soja, una leguminosa
procedente de China con un alto contenido en aceites y proteínas vegetales, se
había desarrollado en EE UU a partir de los años treinta, en un principio
motivado por la insuficiente producción de grasas vegetales en este país.
Sin embargo, sobre todo desde finales de los
años cuarenta, la expansión del cultivo de la soja estadounidense fue impulsada
por la gran demanda de los fabricantes de piensos compuestos. Casualmente,
dichos fabricantes de piensos pasaron a ser, además, los encargados de
suministrar las razas animales mejoradas (léase, adaptadas a un máximo
aprovechamiento de los piensos en un régimen de cría intensiva) a los
ganaderos, convirtiéndose poco a poco en un poderoso sector que controlaba todo
el paquete tecnológico asociado a la
ganadería intensiva, así como los mercados internacionales de soja y cereal.
A principios de los setenta, la casi totalidad de la comercialización mundial
de la soja estaba ya en manos de media docena de grandes compañías
transnacionales: Cargill, Continental Grain Co., Louis Dreyfus, Bunge Co., Cook Ind. y André, que operaban
asimismo en el comercio de cereales, y que tenían vínculos estrechos con la
industria de los piensos compuestos (10).
Este poderoso sector, apoyado por un Gobierno
particularmente interesado en potenciar las exportaciones agrarias de un país
cuya balanza comercial a principios de los años setenta era deficitaria, fue el
gran impulsor del modelo de ganadería industrial europea que tantos quebraderos
de cabeza está dando actualmente. Y este mismo sector, cada vez más poderoso y
concentrado (11), sigue siendo el primer interesado en mantener un mercado
cautivo, tremendamente dependiente, que le reporta beneficios astronómicos. El
mercado de la soja en la actualidad asciende a 14.000 millones de dólares, y
está dominado por dos empresas transnacionales con sede en EE UU: Cargill (que
recientemente ha adquirido Continental, la segunda compañía del mercado mundial
de granos) y ADM. Entre estas dos empresas controlan más del 50% del mercado
internacional de piensos, y son propietarias además, junto con otra de las
grandes empresas norteamericanas del sector, ConAgra, de la mayoría de las
instalaciones de almacenamiento, transporte y procesamiento de la soja.
No es casualidad, por lo tanto, que la soja
esté en el punto de mira de las grandes transnacionales agroquímicas que han
desembarcado recientemente en el mundo de las semillas y se han hecho con el
control del mercado de semillas mundial a un ritmo cuando menos inquietante. En
1999, Monsanto, una de las empresas agroquímicas y biotecnológicas gigantes,
que recientemente ha invertido sumas multimillonarias en la compra de empresas
de semillas, adquirió el negocio de las semillas de Cargill fuera de EE UU y
fundó, a medias con esta empresa, la compañía Renessen, con el objetivo de
desarrollar variedades manipuladas genéticamente destinadas a piensos
compuestos. ADM ha establecido alianzas estratégicas similares con Syngenta
(Novartis más.Astra-Zeneca) y con Dupont/Pioneer, otro de los grandes de la
agroquímica y la biotecnología, que recientemente se emparejó con una de las
mayores compañías del sector semillero, pasando al primer puesto en la
clasificación mundial de compañías de semillas (12).
Ni tampoco es de extrañar que la soja haya
sido objeto de múltiples solicitudes de patente, algunas de ellas tan amplias
que equivaldrían a una patente de especie (13). Ni que la soja resistente a un
herbicida de la empresa Monsanto haya sido el primer cultivo manipulado
genéticamente sembrado a gran escala en EE UU, e introducido, con calzador, en
los mercados europeos. Esperemos que la crisis de las vacas locas no sea la
oportunidad que esperaban las transnacionales biotecnológicas para hacer tragar
a los consumidores europeos una soja transgénica que mayoritariamente han
rechazado, y cuya utilización en piensos compuestos animales sería un nuevo
riesgo para la salud humana y para el futuro del sector ganadero.
(*) En el próximo número de PÁGINA ABIERTA se
publicará un texto de la misma autora sobre las repercusiones del modelo de
ganadería industrial en el Estado español.
NOTAS
(1) Ver: Jorge Riechmann, "Menos carne,
mejor carne, vida para el campo", El Ecologista, n° 17.
(2) La ganadería, y en particular las
explotaciones intensivas de pollos y cerdos, emiten considerables cantidades de
amoniaco (NH3) que contribuyen a la lluvia ácida. La ganadería es responsable
de un 22‑27% de las emisiones de metano (CH4), un potente gas
invernadero, liberado a partir del proceso de fermentación digestiva de los
rumiantes y del estiércol animal almacenado en tanques, sobre todo en las
explotaciones intensivas. El almacenamiento y la incorporación del estiércol
del ganado a los suelos libera igualmente grandes cantidades de N20, y el
responsable de cerca del 50% de las emisiones antropogénicas de N20 es otro gas
que contribuye de forma preocupante al efecto invernadero y al cambio
climático. Ver: Chapter 8. Environmental Aspects of Natural Resource Use in
Agriculture. FAO. Agriculture: Towards 2015/30. Technical Interim report, April
2000. www.fao.orgles/
esd/at2015/toc‑e.htm
(3) Ver: Eduardo de Miguel... Ídem.
(4) Informe de la Comisión para Cooperación Medioambiental‑TLC,1999,
pág. 202, citado en FAO. Agriculture: Towards 2015/30. Technicallnterim
report, April2000. www.fao.org/es/esd/at2015/toc‑e.htm
(5) Comisión del Consumidor de la Unión
Europea. Opinion of the Consumer Committee adopted on March 1999 on Resistance
to antibiotics‑a threat to public health. http://europa.eu.int/comm/dg24/policy/committee/
cc08 _en.html OMS. Division of Emerging and Other Communicable Disease
Surveillance and Control. The Medical Impact of the Use of Antimicrobials in Food
Animals. 1997.
(6) FAO. Agriculture: Towards 2015/30. Technical Interim report, April
2000. Chapter 5. Livestock Production. Publica health and food safety, pág. 142
www.fao.org/
es/esd/at2015/toc‑e.htm
(7) Coordinadora Campesina Europea. BSE animal meals,
plant proteins, Blair House agreement... CPEs
proposals. Comunicado de prensa de 10 de noviembre y 1 de diciembre de 2000.
(8) European Parliament. Europe's Deficit in Feedstuffs and Agneda
2000. 1999.
(9) Los principales exportadores mundiales de
oleoproteaginosas con destino a piensos compuestos, junto con EE UU, serían
Argentina (0,3 millones de toneladas en 1974‑1976 y 3,8 millones de
toneladas en 1995‑1997) y Brasil (1 millón de toneladas en 1974‑1976
y 1,9 millones de toneladas en 1995‑1997). Todos estos datos, así como
los citados en el texto, están expresados en equivalencia en aceite. FAO.
Agriculture:: Towards 2015/30. Technicallnterim report, April2000. Chapter 3.
Prospects for agriculture and mayor conunodity groups, pág. 90. www.fao.org/es/esd/at2Ol5/toc‑e.htm
(10) Lourdes Viladomiu, Análisis de la
inserción de España en el complejo soja mundial. Agricultura y Sociedad, n' 34,
enero‑marzo, 1985.
(11) En la actualidad cuatro empresas
controlan el 41 % del mercado de semillas de soja estadounidense. Ver: GRAIN,
La Industrialización de la soja, en este mismo número.
(12) Greenpeace. GE Animal feed is sneaking into the food chain. International
Genetic Engineering Campaign. Background Information,
11/2000.
(13) El 2 de marzo de 1994 la Oficina de
Patentes europea otorgó a la empresa Agracetus una patente de especie sobre la
soja que, en caso de aplicarse, afectaría a un comercio cifrado en 27.000
millones de dólares. Ver: Crucible Group, Gente, plantas y patentes. Impactos
de la propiedad intelectual sobre la biodiversidad, el comercio y las
sociedades rurales. Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo,
Ottawa, 1994, pág. 9. Ver también: GRAIN, La industrialización de la soja en
este mismo número de El Ecologista.
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