Hace ya varios años, la que por entonces era mi novia, hoy mi mujer, me
invitó al teatro por primera vez. Íbamos a ver un musical llamado "Los
Miserables". En su inicio, en escena aparecían unos hombres en una
prisión cantando mientras realizaban trabajos forzosos. Pensé para mí:
"Qué tía más rara; qué cosas le gustan". Siete años después, a ella
es a quien tiene que agradecer Cameron Mackintosh, el productor, que haya
comprado este musical en español, francés, inglés y alemán, y asistiera en
tres ocasiones más a su representación en Madrid. Alain Boublil y Claude
Michel Schönberg dieron vida, música y letra, a la historia basada en la novela
de Víctor Hugo. Jean Valjean, Marius, Eponine, los Thenardier, Javert, todos,
personajes que desfilan en la senda de una partitura que alcanza sus puntos
culminantes en los gritos que reclaman la libertad.
Uno puede buscar este musical en más de diez idiomas. La versión francesa es
muy buena. En España se editó un CD con una selección que presenta algunas
carencias, pero con excepcionales voces - Pedro Ruy Blas, Carlos Marín, Gema
Castaño, Connie Philp, Miguel del Arco, Margarita Marbán, Francisco La Hoz,
por poner un ejemplo-. De la versión inglesa es sensacional la calidad de
Colm Wilkinson en el papel de Jean Valjean.
Trece años después de su estreno, "Les Misérables" continúa siendo
un musical impecable, llevado a más de cien ciudades y traducido a 18
idiomas. En sus personajes, en ese fondo oscuro en el que ondea una bandera
roja, se advierte también la desigual batalla entre los idealistas y los
tiranos. Las cadenas de la libertad siguen estando presentes.
|