The Austin Sessions
Kris Kristofferson
Atlantic, 83208-2, 1999. Fácil de encontrar



Como actor lo conoce todo pichichi. Como cantautor, menos. Como individuo, no se conoce ni él. Turbulento, pendenciero, borracho, ligón, progre, comprometido con causas excelentes, compositor muy aceptable, letrista de alta calidad... En este disco hace repaso a sus mayores éxitos (incluido, por supuesto, Me and Bobby McGee, que Janis Joplin convirtió en número 1). A mí siempre me ha divertido el cutrerío de La resaca del domingo por la mañana (aquello de 'me puse la menos sucia de mis camisetas sucias...') y conmovido Amarla fue más fácil que ninguna otra cosa que haya podido hacer jamás. A no descartar tampoco Why Me?, desgarrado diálogo de un ateo con Dios. Sólo echo en falta en el disco ese impresionante mosaico de soledades urbanas que es Alguien a quien nadie conoce. Tiene ya para estas alturas la voz hecha unos zorros, pero no importa nada: nunca la ha tenido muy bien. Como su buen amigo Leonard Cohen, éste es otro de los que, más que cantar, recita.
Volver               Página de Javier Ortiz