Songbird
Eva Cassidy

Didgeridoo (UK), 2001
(Distribuido en España por Resistencia, 2002)

 


La historia de Eva Cassidy se cuenta pronto. Demasiado. Nació en 1963 en Oxon Hill, en el estado de Washington (EUA). Mostró precoces dotes musicales. Para los 9 años ya cantaba temas de Bob Dylan, Pete Seeger y Buffy St. Marie, y tocaba a la guitarra piezas del repertorio folk y de jazz. Pero era enfermizamente tímida, lo que la alejaba de los escenarios. Al final aceptó subirse a algunos, pero sin gran entusiasmo: prefería los locales pequeños en donde podía cantar y tocar casi en la intimidad. Logró un cierto reconocimiento en círculos musicales restringidos y grabó tres discos para sellos independientes. Murió de cáncer con 33 años.

Pero hete aquí que en 1998 un sello independiente edita un disco póstumo suyo, Eva by Heart, que incluye una canción titulada Songbird. Y, para sorpresa de todos, Songbird sube como la espuma en las listas. Se edita una selección de su obra –el cedé que da pie a este comentario– y se convierte en disco de oro en los EUA y en Australia y alcanza el número 1 en las listas del Reino Unido e Irlanda. Jamás la producción de un sello independiente había llegado tan arriba.

¿Qué tiene Songbird? ¿Qué tiene Eva Cassidy? «Va directamente al corazón. Es un desafío al cinismo» (The Sunday Times), «Eva Cassidy podría envolver cualquier tipo de música popular norteamericana –folk, jazz, blues– con un pedazo de sí misma» (The Times), «Estaba dotada de una voz trasparentemente hermosa» (The Guardian), «Tiene una de esas voces que te atraviesan el corazón» (BBC), «Hay una delicadeza vulnerable en su estilo; un toque fácil y elegante» (Billboard). Cassidy no tenía un género al que asimilarse: cantaba lo que le gustaba, y le gustaba el folk, el blues, el jazz... No componía. Como mucho, hacía arreglos de temas tradicionales. Songbird –la canción que da título al disco– es una composición de Christine McVie (Fleetwood Mac), en el disco hay un tema de Sting (Fields of Gold, «Una impresionante versión», según Paul McCartney), otro de Pete Seeger (Oh Had I A Golden Thread)... y hasta los celebérrimos Over The Rainbow, de «El Mago de Oz», y Les feuilles mortes, de Jacques Prevert, que se alternan con temas tradicionales, algunos tan sólidos como el Wayfaring Stranger de la Gran Depresión.

En suma: un gusto mélodico tan indiscutible como ecléctico.

¿Entonces? ¿Dónde está el secreto? En la voz. Una voz sencilla que rezuma honestidad, limpia hasta lo cristalino, ni una pizca amanerada, emocionante. Me saldría decir que anacrónica, y hay quien lo ha dicho («Si Eva Cassidy hubiera grabado en cualquier tiempo antes de los Beatles y Dylan, habría estado entre las cantantes más grandes del siglo XX»: palabras de Mojo). Pero, ¿cómo calificar de anacrónica una voz que ha alcanzado en 2001 dos discos de oro y dos números 1 en las listas de éxitos más disputadas del planeta?< Javier Ortiz

 

 

 

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