23 clásicos de Georges Brassens
tocados en plan Dixieland por un
plantel de primeras figuras, entre ellas el propio Georges, a la guitarra.
Divertido, desenfadado, se nota que se lo pasaron en grande haciéndolo. Añade
dos piezas cantadas por el maestro. En origen fue un doble LP y las dos piezas
cantadas iniciaban cada uno de los discos. A Brassens me lo tengo trabajado
desde los 12 años: mi hermano Josemari, el pintor, volvió de Francia con un par
de discos suyos que me fascinaron. Pero este trabajo lo conocí hace algo así
como diez años, gracias a mi amigo Carlos Boyero, que me lo prestó. Era para él
una de sus joyas más preciadas.
Lo de Boyero y este disco tiene
su anécdota. En cierta ocasión, me contó que Joaquín Sabina le había regalado
una foto de Brassens, con autógrafo de puño y letra del viejo cantautor anarquista.
Estaba emocionado. "No sé qué regalarle
a cambio", me dijo. Le respondí: "Regálale el disco de Brassens en jazz". Se
quedó con la boca abierta: "¡Pero ese disco supone muchísimo para mí!". A lo que le repliqué: "Precisamente por eso
te lo digo: el regalo tendría más valor". Me miró con odio: "¡Qué cabrón eres!
¡Ahora ya no tengo más remedio que dárselo!". Y lo hizo. Unos meses después, en
un viaje a Francia, encontré la reedición del disco en CD. En cuanto me enteré
de que había tiendas que copiaban CDs, le hice una, con copia exacta de la
carátula y todo.
Lo que bien puede tomarse como
demostración fehaciente de que las cosas no necesariamente acaban siempre mal.
La pasión de Boyero por este
disco está plenamente justificada. Desde entonces, se lo he regalado a un
montón de amigos, y no conozco ni uno solo que no se haya quedado fascinado al
escucharlo y que no se lo sepa ya de memoria, a fuerza de oírlo. |
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