Diario de un resentido social

 Semana del 12 al 18 de agosto de 2002

El pensamiento simplón

Oigo que Tom Cruise acaba de producir y protagonizar una película que relata la historia de unos combatientes del Bien que son capaces de detener a los criminales antes de que hayan tenido ocasión de delinquir. El filme, por lo que se cuenta, está haciendo furor en los Estados Unidos. Todavía no he escuchado que nadie haya objetado que, si el personaje que interpreta Cruise y sus amigos neutralizan a los presuntos malos antes de que hayan cometido ningún delito, entonces están procediendo contra inocentes. Es decir, que los delincuentes son ellos.

Supongo que nadie formula esa objeción porque pensarla, primero, y conseguir que el público la entienda, después, presupone un cierto esfuerzo intelectual común, y eso no sólo se lleva poco, sino que además está francamente mal visto.

Para empezar, reclama que la gente asuma que el Bien y el Mal no están personificados; que resultan de los actos.

Al personal de nuestro entorno se le ha enseñado que el mundo está clasificado: de un lado se sitúan los buenos; del otro, los malos. Una vez establecida esta clasificación, nada más fácil que juzgar cuanto sucede: es bueno, por definición, lo que hacen los buenos, y malo lo que hacen los malos. En consecuencia, carece de sentido plantearse la posibilidad de que el chico de la película, Bush o Aznar se muestren en la práctica como peligros públicos: lo ontológicamente bueno no puede albergar ningún mal. O al revés.

Garzón también lo tiene claro: «Las leyes están hechas para ser aplicadas», dice, dando por hecho no sólo que las leyes son obligatoriamente justas, sino que, además, su aplicación es forzosamente la adecuada. Así tiene que ser, puesto que son leyes que emanan del Bien y que están hechas para combatir el Mal. «La nueva Ley de Partidos está hecha para combatir el terrorismo; por lo tanto, todo aquel que rechaza el terrorismo debe defender su aplicación»: ésa es la lógica que esgrimen los garzonófilos. Es, en el fondo, la misma que utiliza Bush en defensa de la pena de muerte: puesto que la pena de muerte castiga los peores crímenes, todo aquel que esté en contra de los peores crímenes debe respaldar la pena de muerte.

El pensamiento simplón es de aplicación universal. Vale para cualquier materia. «Si es verdad que el PSOE quiere bajar los impuestos, que apoye la reforma del IRPF», declara hoy en una entrevista el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. El hombre da por supuesto que sólo hay un modo de bajar los impuestos, que es el suyo, como sólo hay un modo de combatir el terrorismo, que es el de su jefe.

De veras que resulta tremendamente agotador dedicarse sin parar a rebatir simplezas.

 

(18 de agosto de 2002)

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Dejarse de cuentos

La sección de Opinión de El Mundo me pide que participe en su espacio dominical de debate

titulado En la Red respondiendo a la pregunta «¿Cree usted que la ilegalización de Batasuna contribuiría

al final de la violencia en el País Vasco?». Lo que sigue es el articulito que he enviado

argumentando mi respuesta negativa.

Así que dejó de creer en la viabilidad de la negociación con ETA –opción que ahora pinta como el colmo de la ruindad, pero que también él probó en sus inicios presidenciales–, José María Aznar dejó muy clara su apuesta: fuera zarandajas, su Gobierno acabaría con la organización terrorista por la vía exclusiva de la represión, y punto. No dijo cuándo lograría ese objetivo, pero sí que lo conseguiría su Gobierno.

Han pasado seis años, está ya en el tramo final de su último mandato y ETA sigue tal cual, sin que la realidad muestre signo alguno que permita augurar su fin cercano. Eso tiene un nombre: fracaso.

Aznar sabe que la opinión pública puede ser tan devota como inmisericorde y no quiere que la evidencia de su fracaso en tan importante misión constituya parte esencial del legado que trasmita a su sucesor. De ahí el valor que otorga a la Ley de Partidos reformada y a su aplicación en el único caso para el que ha sido promulgada: la ilegalización de Batasuna.

¿Qué trata de conseguir con la ilegalización de Batasuna? Tiempo. Gracias, de un lado, a lo laboriosa que habrá de ser por fuerza la tramitación del procedimiento por muy de urgencia que se pretenda –ellos mismos hablan de siete meses– y, de otro, al considerable plazo que tardará en aplicarse la resolución judicial correspondiente y en apreciarse sus hipotéticos resultados prácticos, el actual Gobierno obtendrá año y pico de respiro, que es el plazo que necesita para presentarse ante las próximas elecciones generales aparentando que realmente tiene un plan para acabar con ETA.

Porque lo que no me creo es que Aznar se piense que la ilegalización de Batasuna va a contribuir a acabar con el terrorismo. Supongo que contará con que esa prohibición ni siquiera reducirá significativamente las proporciones del fenómeno social que representa la propia Batasuna, por no hablar ya de ETA.

Otra cosa sería que quisieran ilegalizar Batasuna por razones de principio, sin esperar ningún efecto práctico de la medida. Claro que, de ser así, empezarían autocriticándose severamente, porque Batasuna (o HB, o EH, que tanto da) asume ahora los mismos postulados que cuando ellos se oponían radicalmente a su ilegalización. Pero no hay nada de eso: lo que pretenden es que han encontrado un atajo para llegar rápidamente a la Tierra Prometida, con breve parada y fonda en el Tribunal Supremo.

No es que el cuento sea malo. Es que hay que dejarse de cuentos.

 

(17 de agosto de 2002)

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Un fantasma recorre Europa

Y es el tiempo desatado: las grandes lluvias de agosto, las tormentas, el rayo que no cesa, el pedrisco, las riadas, las inundaciones. 

Escucho por la radio a un supuesto técnico: «No es que el verano sea malo; es que el otoño se ha adelantado». Y se queda tan ancho. Y el locutor no lo manda al guano. Como si cambiar arbitrariamente las fechas del calendario solucionara algo. Como si el otoño europeo se caracterizara año tras año por las facilidades que proporciona a sus habitantes para pasear en barca por las calles más céntricas de las ciudades.

Lo que está ocurriendo es muy raro –inaudito, literalmente hablando– y la incapacidad de los especialistas para explicarlo de manera convincente alimenta la natural zozobra. ¿Estamos ante una consecuencia directa del cambio climático provocado por la imprudencia humana, ante un daño colateral derivado del desarrollismo ciego, o se trata, en lo esencial, de un fenómeno natural incontaminado? La primera hipótesis cuenta con bastantes más adeptos que la segunda, a lo que parece.

Pero, en medio de tanta desolación y tanto discurso oficial de condolencias, sigue sin escucharse la voz de ningún gobernante europeo que ponga sobre la mesa la urgencia de un serio replanteamiento del modelo de confort social imperante, cuya materialización lleva aparejado el deterioro irremisible del medio ambiente (en general) y de la atmósfera (en particular): la demencial preponderancia del vehículo particular como medio de transporte, los sistemas altamente contaminantes de generación de energía, el despilfarro de la propia energía creada, la deforestación sistemática, la urbanización apabullante... La Europa rica debería estar afrontando ya una reorientación radical de su modo de vida, pensando no sólo en las tópicas generaciones futuras, sino en las bien concretas del presente. Y debería hacerlo no por imperativo de ninguna elevada conciencia, sino por elemental espíritu de supervivencia. Por pura economía: pronto comprobaremos que los cálculos erróneos sobre el cambio climático va a salirnos por un ojo de la cara, si es que no por los dos.

Pero nadie asumirá la necesidad de ese replanteamiento. Y quien lo defienda será pasado por las urnas, porque los electores europeos ya han demostrado de sobra que detestan las profecías de las Casandras.

A cambio, seguro que organizan una Cumbre mundial para estudiar el asunto. Porque las Cumbres visten mucho, permiten lucir el palmito a los gobernantes, no comprometen a casi nada y a lo que comprometen, con no cumplirlo, asunto concluido. Se ha convertido en una ley de aplicación universal: si quieres saber qué problemas no van a solucionarse de ninguna manera en el futuro tangible, entérate de qué van a tratar las próximas Cumbres mundiales.

La más inmediata va a celebrarse dentro de nada en Johannesburgo y tiene como asunto estrella el desarrollo sostenible.

 

(16 de agosto de 2002)

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Por otro lado

El País no se corta un pelo. Página 3 de la edición de ayer. Llamativo titular a cuatro columnas: «Las fuertes lluvias causan 10 muertos y daños materiales incalculables en Alemania y Austria». A una columna, por abajo (sin derecho a titular, porque con un ladillo le bastaba): «En Nepal, por otro lado, un total de 422 personas han muerto y otras 173 se dan como (sic) desaparecidas, como consecuencia de las inundaciones y corrimientos de tierra que han producido las últimas lluvias torrenciales».

Nótese el «por otro lado» con que arranca el suelto. No marca ninguna distancia temática –no la hay–, ni geográfica –no hace al caso mostrar lo evidente–, sino de categoría. Ese «por otro lado» está para señalar la abismal diferencia que el periódico ve entre las dos noticias: las víctimas nepalíes podrán ser 60 veces más numerosas que las austro-alemanas pero son víctimas que están... «por otro lado». No por el nuestro.

Algo semejante, aunque más «político», le ocurría tres páginas más allá. En este caso la presunta información concernía a Venezuela y a la extraña dificultad que tenía el Tribunal Superior de Justicia de aquel país para tipificar lo sucedido el pasado 11 de abril como un intento de golpe de Estado (una dificultad que se le hizo insuperable, según ha podido verse en las horas siguientes). El corresponsal de El País, en tono displicente, casi guasón, dedicaba su crónica a dar cuenta de las diversas posiciones existentes en el país caribeño ante la cuestión, exponiéndolas como quien presenta los datos de un enigma tercermundista incomprensible para una mentalidad europea. La supuesta información no iba acompañada de ninguna alusión a la denuncia que ha motivado en Venezuela la posición abiertamente favorable a los golpistas del 11 de abril mostrada por Eduardo Tamayo, diputado socialista español y miembro de la Internacional Socialista que se ha afincado en Caracas para conspirar sin apenas disimulo con los partidarios del golpe.

¿Imagináis cuál habría sido la reacción de El País si tras el 23-F algún periódico europeo de primera línea se hubiese referido a la intentona de Milans, Tejero y compañía en los términos en los que él habla ahora de lo sucedido en Venezuela el 11 de abril, como si todo diera lo mismo y vaya usted a saber si no es buena idea que los militares se subleven contra el Poder nacido de las urnas?

Pero no hace al caso establecer esa comparación. Porque España está en Europa, y Venezuela, «por otro lado».

 

(15 de agosto de 2002)

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Bipartidismo por narices

Ahí están los dirigentes del PP y del PSOE, tratando de convencer a los jefes de los demás partidos de que lo mejor que pueden hacer es aplaudir lo que ya ellos han acordado, firmado y cerrado. Presionan con todas sus fuerzas, combinando amenazas y promesas, echando mano del viejo truco empleado para que los burros den vueltas y más vueltas a la noria: el palo y la zanahoria.

De momento, sólo han logrado el respaldo de Coalición Canaria, que es el partido periférico que se atiene a un nacionalismo más caricaturesco: vende invariablemente su voto en las Cortes de Madrid al mejor postor.

CiU no quiere saber nada de la votación parlamentaria que se realizará por imposición de los dos de la alternancia (pero no por ninguna razón de principios: sólo porque les molesta hacer de comparsas) e Izquierda Unida insinúa que hará como CiU y se abstendrá, aunque está en contra, para no llevarse la bronca inmisericorde del aparato de agitptop de los dos partidos con mayor respaldo parlamentario. Así lo ha contado Javier Madrazo, que pide comprensión «para los compañeros del resto del Estado, que están sometidos a la presión de los sedicentes demócratas del PP y de su coro mediático». Le anuncio de antemano que no cuente con mi comprensión: creo que, cuando alguien está en contra de algo, debe decirlo tal cual, sin paños calientes ni medias tintas. Convertir el voto en contra en  abstención para desdibujar la divergencia es –me aplico el cuento y lo digo claramente– un acto de perfecto oportunismo. Oportunismo al que también va a sumarse el Bloque gallego por razones muy semejantes, aunque en su caso inconfesas.

De este modo, puede que, si se juntan los votos negativos del PNV, EA, Iniciativa per Catalunya y Esquerra Republicana con las abstenciones mencionadas y alguna más que caiga –habrá que ver qué hace Labordeta–, es posible que PP y PSOE se encuentren sin más respaldo exterior que el de Mauricio, que como exterior será todo lo que se quiera, pero que como respaldo no vale para casi nada.

Lo cual les enfada muchísimo, y a mí me sorprende todavía más. Porque, si juegan a hacer como que en la política española reina el bipartidismo, entonces tendrán que aceptar que el juego ha de ser entre dos. Y si tan importante les parece  lo que opinan los demás partidos, entonces más les valdrá que hablen con ellos antes de tomar decisiones.

Lo que no cabe pretender es que los demás actúen abierta y voluntariamente en contra de sus intereses. Bueno, sí se cabe pretenderlo, pero rara vez funciona.

Imposible opinar

Dejé adelantado el apunte anterior ayer por la noche, para que mi participación en la tertulia matinal de Radio Euskadi, de 8:30 a 9:15, no retrasara demasiado la actualización de esta página. Según me he levantado, he escuchado en la radio que ETA amenaza a cuantos no se opongan explícita y tajantemente a la ilegalización de Batasuna.

El PP dice que quienes no apoyen esa ilegalización estarán amparando la violencia, y que se atengan a las consecuencias. ETA dice que quienes no se opongan a ella estarán contribuyendo al mantenimiento de «el conflicto», y que se atengan a las consecuencias. No son dos amenazas homologables –unos enarbolan el ostracismo político, los otros la pistola–, pero los dos contribuyen a que no sea posible opinar en libertad.

¿Cómo podré escribir ahora contra la Ley de Partidos Políticos sin que parezca que estoy intentando salvar el cuello?

Son odiosos.

 

(14 de agosto de 2002)

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El Misteri

Tenía mucho interés –ya lo había dejado escrito por aquí– en asistir de nuevo a la representación del Misteri en la Basílica de Santa María de Elx (o Elche).

Estuve hace veinte años y me quedé impresionado por lo que vi y escuché, que no fue todo lo que hubiera querido, habida cuenta del gentío que llenaba el recinto religioso. Fui engullido literalmente por la muchedumbre –comme un quelconque fruit, que diría feu Brel–, transportado en volandas a un lugar indeterminado del recinto, allá por las alturas, y mantenido fijo durante la hora de representación de la Festa, que es el acto segundo del Misteri, único que se representa oficialmente el día 15. Empapado en sudor, sólo me fue dado ver lo que sucedía en el cadafal –el escenario principal del auto sacramental– cuando los que estaban por delante de mí ladeaban la cabeza y me abrían una rendija.

Ayer, en cambio, estuve cómodamente sentado en el asiento 1 de la fila 4, junto al tramo final del andador, pasillo por el que los actores van accediendo al cadafal. Como era un ensayo general con todo, que suele decirse, pero no la representación oficial, que se divide en dos actos –visibles los días 14 y 15, respectivamente–, contemplé el auto completo, aunque algo aligerado para que no supere las dos horas de duración.

La comparación entre uno y otro modo de asistir al Misteri no es fácil. Ayer gané mucho –muchísimo– en visión y, por tanto, en comprensión de lo escenificado. Gracias a unos pequeños binoculares, me fue dado captar hasta los menores gestos y detalles de lo que sucedía. Guión en mano, podía leer los textos, saber quién se suponía que era cada personaje y enterarme de por qué cada uno hacía lo que hacía. Más importante todavía: el punto en el que me encontraba era también inmejorable para la audición de los cantos y el órgano. ¿Inconvenientes? Tratándose de una representación de pago, con presencia de las autoridades y todo el monario, el carácter popular del acontecimiento baja muchos puntos. Tuve la sensación de que los propios actores –todos de sexo masculino, incluidos los personajes de la Virgen María y las dos santas que la acompañan, representados por otros tantos niños– actuaban también de un modo más ritual (si se me permite emplear el adjetivo en este caso). Y el propio público se mostró programadamente más frío: no habiendo coronación de La María, como la llaman, tampoco se oyeron los correspondientes gritos de «Vixca la Mare de Deu!», que se lanzan el día 15 cuando el personaje en cuestión entra en los cielos gracias a los beneficios de una recia polea.

Resumen: que vale la pena verlo de las dos maneras.

Vaya ahora un breve resumen de la historia para quienes no sepan de qué va. El Misteri es una representación religiosa antiquísima. Aunque ha habido quien ha remontado sus orígenes al siglo XIII, los estudiosos actuales coinciden en situarlos en el XV, aunque sin duda es deudor de diversas tradiciones anteriores. La inspiración de los textos se atribuye a la Legenda Sanctorum, síntesis de las referencias asuncionistas de los diferentes evangelios llamados apócrifos que circulaban por la época. Jacobo de Voragine les dio forma latina antes de 1270, pero muy pronto fueron traducidos al catalán. El Misteri es el acto asuncionista más antiguo que se conserva, pero se sabe que los había muchos y muy celebrados por todo el conjunto del Reino de Aragón. Niceto Alcalá Zamora, en nombre de la República Española, dio en 1931 al Misteri el título de Monumento Nacional. Recientemente, la Unesco lo ha designado parte del Patrimonio Intangible de la Humanidad.

Lo que nos cuenta es un breve cuento candoroso. La Virgen María, que pena sin parar porque ha perdido a su Hijo, es visitada por un ángel, descolgado de las alturas, que le anuncia que pronto ella morirá también. Más contenta que unas Pascuas... en fin, muy contenta, le pide al ángel un favor: que haga venir a los Apóstoles para que la acompañen en el trance. Poco a poco van llegando éstos, muy sorprendidos por la fuerza que los empuja. Uno a uno, se van entristeciendo al saber que la jefa –como tal la tratan– se les va y cantan tristes lamentos. Cuando ya están todos, menos Santo Tomás –siempre dando la nota–, la Verge se da por satisfecha y fallece. Entonces desciende del techo el Ángel Mayor, acompañado de otros dos ángeles y dos querubines, todos montados en un artilugio llamado araceli. Sus cantos anuncian a la Virgen cadáver que pronto será ascendida a los cielos. Aquí acaba el primer acto, llamado Vespra. En el segundo acto, que es la Festa propiamente dicha –la gente de Elx casi nunca habla de El Misteri: lo llaman La Festa–, llega Santo Tomás, que pide disculpas por el retraso alegando que viene desde la India, y luego se organiza un tumulto con unos judíos que dicen que allí hay tongo y quieren robar el cadáver, pero que en seguida –vamos: visto y no visto– se arrepienten y se convierten, y luego ya se monta la Ascensión, en una apoteosis fantástica de cacharros que bajan y suben, incluyendo al propio Dios Padre, que aparece con dos críos que representan al Hijo y al Espíritu Santo, y que corona a la Vírgen (esto sólo sucede el día 15: en los ensayos no).

Dicho sea todo esto para no dejar en blanco el papel en el que debería figurar lo que no se puede escribir, lo que hace que ese espectáculo ingenuo y a veces incluso risible –hubo un momento glorioso, cuando el niño que representaba a la Virgen se rascó los huevos– sea literalmente lo que pretende ser: la de Dios. La música, los cantos. Notas de una belleza fascinante, misteriosa, simplicísima. ¿Cómo podría trasmitiros la emoción estética que logran producir? De ningún modo. Esa mezcla de resonancias góticas y mozárabes... Ni siquiera el disco, que ahora mismo estoy escuchando, le hace justicia.

Sólo un favor puedo haceros: sugeriros que vayáis a verlo y escucharlo. No escaparéis a su magia.

 

(13 de agosto de 2002)

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Crisis del modelo turístico

Este año los empresarios hoteleros/hosteleros están que fuman en pipa. Dicen que la temporada turística va mal. Probablemente no va tan mal como pretenden –son de natural quejica–, pero sí parece que la crisis se está haciendo sentir.

En Baleares ha caído en picado la afluencia de turistas alemanes. Le echan la culpa a la ecotasa, pero en Canarias no hay ecotasa, y allí también se ha notado un descenso de la presencia de veraneantes alemanes.

Añaden otras razones: que si el tiempo, que si ETA... El mal tiempo –malo de narices en todo el Mediterráneo– no ha podido influir. Nadie sabía que iba a caer el diluvio universal. Lo mismo que las bombas de ETA. El mal tiempo y ETA tendrán efecto el año próximo, o sobre la gente que se monta escapadas de corta duración, que no es mucha. Algunos veraneantes se han marchado de Santa Pola. Un dato insignificante a efectos estadísticos.

La crisis tiene otras motivaciones. Algunas incluso psicológicas: que si el 11 de Septiembre, y todo eso. Pero otras muy materiales: la economía europea no está como para echar cohetes, y los precios españoles no han parado de subir. Los comerciantes dicen que el problema no es sólo que hayan venido menos turistas sino que, además, los que han venido gastan menos. Es normal.

Todo indica que estamos asistiendo al hundimiento progresivo de un modelo de explotación turística que tuvo sus orígenes en la España de hace casi medio siglo y cuya piedra angular ha sido la creciente masificación: cuantos más turistas, mejor; más y más: el turista tres millones, el turista diez millones, el turista veinte millones... Turismo barato, primero para el proletariado europeo, luego para el europeo y el autóctono. Bloques de apartamentos, el chiringo y la fritanga, la hora feliz y la playa a rebosar por los cuatro costados. Sol de justicia, arena sucia, sexo a ciegas y alcohol de garrafa. Explotación intensiva y abusiva del medio natural, cada vez más degradado. Un gasto imposible de agua, de servicios municipales, de sanidad. Al final, hasta los propios turistas tuercen el gesto y empiezan a preguntar en las agencias si no queda por ahí, a distancia accesible, alguna costa todavía sin explotar del todo, en algún país con precios de Tercer Mundo. Y les contestan que sí: en la ex Yugoslavia, en Turquía, en Marruecos, en Túnez.

Recuerdo haber escrito hace 18 años –la idea se me ha hecho ya mayor de edad– que ese modelo turístico era aberrante y carecía de futuro; que era inevitablemente pan para hoy y hambre para mañana.

Por mucho que lloriqueen los empresarios del sector, la gallina de los huevos de oro no está muerta. Pone los huevos más pequeños, eso sí. Está enferma.

O la gran industria turística española emprende una profunda reconversión, con la vista puesta en el medio y el largo plazo, o acabará por quedarse sin gallina y sin oro. Y lo que es todavía más grave: habrá dejado la costa de medio país hecha unos zorros y sin recuperación posible.

 

(12 de agosto de 2002)

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