Diario de un
resentido social
Semana del 21 al 27 de enero de 2002
Paqui y su dos hijos
Que una mujer pierda la chaveta y mate a dos de sus hijos con el cable de un cargador de teléfono es un suceso realmente deplorable, sin duda. Pero un suceso, sin más. No tiene ni un ápice de revelador de nada, como no sea del cuelgue que puede pillar alguna gente con la ayuda de la coca y el brandy cuando ya anda de por sí bastante colgada.
Pese a lo cual, televisiones, radios y periódicos –algunos supuestamente muy serios– nos han castigado con esa historia tratándola como noticia principal durante días y más días. Argentina seguía desangrándose, Palestina seguía desangrándose... y ellos, Paqui que Paqui, erre que erre, minutos y más minutos.
Es una de las claves de la utilización de los medios de comunicación de masas para intoxicar las conciencias: tratan las noticias importantes como meros sucesos y los meros sucesos como noticias importantes. De ese modo, la ciudadanía no puede jerarquizar lo que sucede.
De ese modo, la ciudadanía no puede saber lo que sucede.
(27-I-2002)
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Totus tuus
“Presidente: sé que no soportas la adulación, así que sólo te diré una cosa: ¡todo el PP de España está contigo! ¡Todo!”.
Durante mucho tiempo di por hecho que Javier Arenas era estrábico: le enfocaba la cámara y su vista se perdía por cualquier lateral. Hasta que un día, por culpa de mi profesión, acabaron presentándomelo. Comprobé que no es que bizquee, sino que cuenta con serias dificultades para mirar de frente a sus interlocutores. Tiene la mirada huidiza que exhibían los bellacos de las viejas películas mudas. Lo siento por él: eso le quita muchas posibilidades como estafador político. Lo peor que le puede ocurrir a un estafador es tener cara de estafador.
Bueno, pues ésta es la imagen de la sesión de ayer del magno Congreso del Partido Popular que me ha parecido de mayor interés: la de un Arenas de visión excursionista soltándole a Aznar su versión españolizada del “Totus tuus”. ¡Mira que no mirar a Don “Mirusté”!
¿Para qué se montan un Congreso, si no tienen nada que debatir, si todo está acordado, si están encantados de haberse conocido y les basta con aprobar una ponencia de artículo único: “Lo que tú digas, Josemari”? Supongo que para salir todavía más en la tele.
El PSOE, en tiempos, cuando estaba en el Gobierno y lo copaba todo, también se fabricaba Congresos así.
Entonces el PP penaba en las tinieblas de la oposición y era víctima de toda suerte de divisiones internas, como ahora los otros.
No hay nada peor para un partido que tan sólo ambiciona ocupar el poder que quedarse sin él. Y nada que más lo una como un solo hombre –porque de eso se trata: de que un solo hombre lo mande– que tener bien cogida la sartén por el mango.
(26-I-2002)
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«Radicales antisistema»
El ministro del Interior está muy preocupado por las manifestaciones que van a organizar en España durante este semestre los «grupos radicales antisistema» (así los llama él). Se plantea incluso la posibilidad de suspender provisionalmente el derecho a la libre circulación de las personas para evitar que haya «militantes antisistema» de otros países que acudan a sumarse a esas manifestaciones.
El ministro parte de un grave error de principios, lo que puede llevarle –y mucho me temo que le lleve– a la comisión de graves errores políticos.
El señor Rajoy habla de este asunto dando por hecho que su Ministerio debe oponerse a los «radicales antisistema». Parece no asumir que, en un régimen de libertades, los ciudadanos tienen tanto derecho a ser «radicales antisistema» como tomistas, jansenistas o partidarios de don Josemaría Escrivá de Balaguer. Ignoro si será consciente de ello, pero está criminalizando posiciones ideológicas. Lo cual, en un Estado de Derecho, es intolerable. Y más en boca de un alto responsable político.
Los grupos a los que don Mariano Rajoy llama «radicales antisistema», sin más justificación para ello que su real gana, son, de hecho, individuos y organizaciones que se oponen a la globalización neoliberal en marcha y quieren mostrar en público esa oposición. Algo a lo que tienen perfecto derecho. Un derecho que el Ministerio del Interior de un Estado democrático no sólo no puede limitar, sino que está obligado a garantizar.
¿El señor ministro teme que entre los manifestantes contra la globalización puedan infiltrarse indeseables que provoquen disturbios violentos? Le aseguro que los promotores de la protesta también sienten ese temor. Temen incluso que una parte sustancial de esos elementos indeseables acuda a las manifestaciones de la mano de la Policía, como ocurrió hace unos meses en Barcelona.
Si lo que quiere el ministro es evitar que se produzcan batallas campales como las de Génova, lo que debería hacer es ponerse en contacto con las asociaciones que organizan la protesta para estudiar con ellas cómo conseguir que todo se desarrolle pacíficamente. A cambio, se dedica a insultarlas y a presumir de lo mucho que se está entrenando la Policía para darles caña. Exactamente como hizo el ministro del Interior italiano en su día, con los resultados conocidos.
Yo no sé si soy «radical antisistema», porque ignoro qué diablos puede ser eso, pero sé que estoy en contra de la globalización neoliberal. Así que, si puedo, me acercaré a alguna de esas manifestaciones. Espero que la Policía del señor Rajoy esté allí para proteger mi derecho a la libre manifestación y no para provocarme.
(25-I-2002)
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«Patriotismo constitucional»
El Congreso
del PP, que se reunirá este fin de semana, va a aprobar una ponencia,
presentada por Piqué y Sangil, en la que se defiende el «patriotismo
constitucional».
Los dirigentes
del PSOE, que también han organizado unas Jornadas para hablar del «patriotismo
constitucional», están enfadados, porque dicen ellos lo vieron primero y que el
PP les ha robado la idea.
Tengo entendido que el término lo han tomado ambos prestado
de Jürgen Habermas. No sé con qué intenciones pudo recurrir el autor de La
legitimación del materialismo histórico a esa idea, pero doy por hecho que
difícilmente pudieron tener algo que ver con las que animan a los dos
principales representantes políticos del nacionalismo español. En el caso de
éstos, se trata de un intento –bastante burdo, por cierto– de legitimar el
mismo nacionalismo español de siempre apelando no sólo a Don Pelayo, los
Reyes Católicos y la Guerra de la Independencia, sino también a las
adquisiciones del tramo de la Historia que se inició tras la muerte de Franco.
No hay un verdadero intento de refundar «la idea de España». Tratan tan
sólo de vestir con nuevas galas la preexistente.
El Estado español no necesita un remozamiento de su nacionalismo tradicional, sino la crítica radical e implacable de la mitología en la que se han basado todos los intentos impositivos de la derecha centralista española desde tiempo inmemorial. No se trata de añadir nada, sino de cambiar. Y a eso no están dispuestos.
(24-I-2002)
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Aguas sucias, pero pasadas
Dejo los sentimientos para la vida privada. Tratándose de
política, prefiero darles una vuelta de tuerca: me van más los resentimientos.
Pero en caliente. Cuando sirven para
algo.
Si uno alienta muchos resentimientos, está obligado a ir dando salida a los caducos. Para que los nuevos encuentren dónde cobijarse. Un tanto al modo en que Brassens decía ante el panteón familiar: «¡Dejen sitio a los jóvenes!».
Ignoro si será verdad eso de que cada cual se mide por la categoría de sus enemigos, pero el hecho es que el gang que fue ayer sentenciado en la Audiencia Provincial de Madrid –unos para bien, otros para mal– no me produce ya emoción alguna. El gallito Barrionuevo, el torvo Vera, el... en fin, ése al que llaman Corcuera... ¿A quién importan, una vez excluidas las esposas recelosas, los suegros con derecho a titularidad de fincas varias, los compañeros de parranda y otros deudos? Si su propio partido ha decidido que ya no les valen ni para una mala excursión a Guadalajara, ¿qué puede tocarnos decir los demás? Pues que vayan con Dios.
Es lugar común afirmar que la justicia lenta no es justicia. Prefiero no imaginar qué convendrá decir cuando, además de lenta, es mala.
No pretendo que la Audiencia Provincial madrileña haya dictado a sabiendas una sentencia injusta. Ya hay demasiadas acusaciones de prevaricación sueltas. Estoy dispuesto a admitir incluso que, con los datos que salieron a la luz en el juicio oral –que son los únicos que podía y debía tener en cuenta el tribunal–, sea verosímil que no hubiera pruebas consistentes en las que basar la condena de Barrionuevo y Corcuera. No lo sé. In dubio, pro reo (y ahora me refiero a los miembros del tribunal).
Siempre he considerado que, en caso de duda, vale más liberar a un probable culpable que condenar a un posible inocente.
Lo que trato de decir, sencillamente, es que ya, a estas alturas, me da igual. Todo. Las absoluciones. Las condenas. Ellos.
No son nada. No pintan nada. ¿Quién podría proponerse recuperar a Barrionuevo y a Corcuera? Y, sobre todo, ¿para qué habría que recuperarlos? Son meras excrecencias del felipismo.
Admito, eso sí, que me produce una vaga satisfacción que ese prodigio de doblez que es Rafael Vera (¿sabrán quienes han sido sus compañeros de banquillo qué determinante papel jugó en el inicio de toda esta historia?) se haya quedado con el palmo de narices que se merece.
Pero, bueno, agua pasada no mueve molino. Ahora son otros los que reparten el pan. Ocupémonos de ellos.
(23-I-2002)
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Presuntos culpables
300 juristas vinculados a Jueces para la Democracia
han dirigido al CGPJ un escrito en el que denuncian que no se está respetando
la presunción de inocencia de los magistrados de la Sección IV de la Audiencia
Nacional, acusados de haber firmado en condiciones irregulares la libertad
provisional del presunto narco Carlos Ruiz Santamaría, llamado El
Negro. Creen los 300 que se les está sometiendo a un verdadero
«linchamiento moral». Consideran que la virulencia de los ataques que están
sufriendo tiene mucho que ver con las diversas ocasiones en las que la Sección
IV ha contrariado los designios conjuntos del Gobierno y el juez Garzón, y se
quejan en especial de unas declaraciones del titular de Interior en las que
Mariano Rajoy vino a insinuar que estos magistrados se habían especializado en
liberar a peligrosos delincuentes apoyándose en tiquismiquis legales sobre
derechos humanos.
No me voy a detener a evaluar las quejas de
estos 300 juristas. Todo lo que dicen me parece evidente.
Lo que me molesta es que no se hayan
movilizado en favor de la presunción de inocencia hasta que han sido tres
compañeros suyos los que se han visto desposeídos de ella.
En España todo el mundo se cisca en la
presunción de inocencia de los detenidos. A diario. Hace dos días, sin ir más
lejos, se anunció el arresto en Barcelona de «tres miembros de Al Qaeda». Ni
que decir tiene que los tres detenidos no han sido juzgados todavía, y menos
aún condenados. Pero ya se da por hecho que son cómplices de Ben Laden. Ni
siquiera han gozado del privilegio de los magistrados de la Sala IV de
ser tratados como presuntos culpables. Se les ha considerado culpables, sin
más.
Hacen legión los casos de detenidos que son
presentados por las autoridades y los medios de comunicación como culpables de
esto o de lo otro y a los que luego la Justicia pone en libertad sin cargos,
porque no hay prueba alguna de que hayan cometido ningún delito. Pues tan
ricamente. No pasa nada. Nadie exige jamás responsabilidades a los imputadores
compulsivos.
Si los juristas de Jueces para la Democracia
se hubieran movilizado en su momento para exigir a los responsables policiales
y políticos que respeten la presunción de inocencia de todos los
detenidos, poniendo el grito en el cielo cada vez que no lo hacen, y si
hubieran criticado severa y sistemáticamente a los medios de Prensa que una y
otra se hacen acrítico eco de las frívolas imputaciones de los primeros, es
posible que ahora no se vieran en la necesidad de reclamar nada. Y no darían la
imagen de corporativismo que están dando.
(22-I-2002)
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Guerra sucia
El servidor web de Nodo50 sufrió el pasado
jueves un ataque informático de amplias proporciones que inutilizó por entero
sus funciones. Como se sabe, Nodo50 aloja las páginas web de 436 organizaciones
críticas y alternativas, muchas de las cuales se centran en la lucha contra la
globalización neoliberal. Los técnicos de Nodo50 lograron detectar la
naturaleza del ataque y neutralizarlo a las 24 horas.
Los lectores de esta página saben que el
servidor de Mundofree recibió un ataque semejante hace pocas semanas. En aquel
caso, los técnicos tardaron varios días en resolver el problema. Mundofree no
está especializado en alojar páginas web críticas, pero sí acoge algunas. Ésta,
por ejemplo.
No soy amante de las teorías conspirativas,
pero cuando la evidencia es aplastante, me rindo a ella. Me consta que el
Ministerio del Interior está muy preocupado por las protestas que salpicarán
las cumbres que van a celebrarse en España durante este semestre. Sé que
está dispuesto a hacer lo posible por evitarlas o, al menos, reducirlas al
mínimo. Es evidente que ciertos despachos de agencia y algunos artículos
aparecidos últimamente en varios periódicos, en los que se habla de supuestas
conexiones entre algunas páginas web alternativas y «los violentos», son de
clara inspiración policial (entre otras cosas, porque ellos mismos citan sin
parar «fuentes policiales»). He escuchado al vicepresidente primero y ministro
del Interior, Mariano Rajoy, decir en petit comité que está convencido
de que existen fuertes vínculos entre los patrocinadores de la kale borroka en
Euskadi y los promotores de determinadas formas de lucha urbana en el resto del
Estado, en particular del movimiento okupa de Cataluña.
Con esos datos en la mano, sumo dos y dos. Y
deduzco que van a acentuarse tanto la campaña de criminalización pública de las
alternativas contrarias a la globalización como las maniobras –«legales o
fácticas», que diría Zapatero– destinadas a neutralizar las acciones de
protesta. En esta línea, tengo el convencimiento de que se incrementarán los
ataques piratas contra las páginas web alternativas –saben que
constituyen un instrumento de movilización y coordinación muy importante– y los
intentos de infiltración del movimiento con elementos provocadores a sueldo,
encargados de incitar a la
realización de actos violentos o de realizarlos ellos mismos.
Preparémonos para la guerra sucia, que va a
ser fina.
(21-I-2002)
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