Diario de un resentido social

 

Navarra

 

Dice Patxi Zabaleta que el proyecto soberanista de EH  es «vascongadista». Supongo que a la mayoría esa acusación le sonará a chino. Lo que Zabaleta quiere decir es que la dirección de EH pretende imponer a Navarra un destino político no decidido en exclusiva por su propio pueblo, sino también por los habitantes de las provincias vascongadas (en realidad, y sobre todo, por guipuzcoanos y vizcaínos).

Los dirigentes de EH, en efecto, insisten en que la soberanía de Euskal Herria reside en el conjunto. O, dicho de otro modo, en que el destino nacional de Euskadi debe decidirse en un colegio electoral único, que abarque a todos los territorios del ámbito histórico-cultural vasco, incluyendo a Navarra y al País Vasco situado en el Estado francés. La lógica de su argumentación es en este punto prácticamente igual a la esgrimida por los nacionalistas españoles, que no admiten que tal o cual parte de su patria pueda tomar decisiones separadamente.

Pero, así como los nacionalistas españoles se atienen a un centralismo de muy larga tradición, el criterio unitarista de los Otegi y compañía es de cuño bastante reciente. El nacionalismo vasco bebe en fuentes foralistas, y el foralismo siempre tuvo un aliento prácticamente confederal: se suponía que cada provincia vasca debía ser libre para unirse a las otras en aquello que le pareciera oportuno y para mantenerse aparte en lo que no.

Historicismos aparte, la pretensión de imponer al pueblo de Navarra hipotéticas mayorías foráneas es absurda y antidemocrática. La identidad de Navarra, que es fruto de una mezcla singular de rasgos similares a los de los territorios limítrofes, vascos y no vascos, debe expresarse separadamente, y jamás el pueblo navarro admitirá que no sea así.

¿Tienen miedo los dirigentes de EH de que el pueblo de Navarra no quiera integrarse en una entidad política vasca? Que no les quepa duda de que, si así es, la culpa se la podrán repartir entre ellos y los jefes de UPN. Entre todos los esencialistas desaforados.

 

(15-IV-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí

 


 

¡Viva la República!

 

Nunca he ocultado mi escasa devoción por la II República Española, que fue dirigida, en general, con mano tan torpe como pusilánime, cuando no reaccionaria.

Eso no quita para que aplauda con entusiasmo y rinda homenaje al espíritu que llevó a nuestros antecesores y antecesoras a optar por esa forma de Estado hoy hace 70 años.

Se puede ser republicano de muchos modos. Cada República tiene sus propios contenidos.

Lo que yo no podría ser, en ningún caso, es monárquico. Ni siquiera por motivos tácticos.

Mi «¡Viva la República!» tiene el mismo sentido que el que tuvo ese grito en las calles y plazas de España hace siete décadas: ¡Abajo la monarquía!

 

(14-IV-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí

 


 

Gallardón

 

«Eloi, Eloi, lacma sabactani!», dicen las Escrituras que exclamó el Nazareno en la cruz, tal día como hoy, allá por donde Cristo dio las tres voces.

Parece ser que la frase, traducida al román paladino, quiere decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

Racionalista que soy, e impenitente –incluso en viernes santo–, me quedo perplejo. Si se supone que Dios era Él, uno y trino, ¿de qué se quejaba? ¿De haberse abandonado a sí mismo? ¿Y cómo se hace eso?

Es una historia bastante rara, la verdad.

A cambio, Alberto Ruiz Gallardón podría exclamar hoy algo parecido, y en su caso resultaría la mar de comprensible.

Su Dios y Señor, José María Aznar, ha decidido que todos los presidentes autonómicos del PP se presenten a la reelección. Todos... salvo él. A él le ha reservado la misión específica de irse a tomar por rasca.

No hace falta ser exégeta para saber por qué. Ha jugado a ser oposición. Y no es que haya jugado mal –que también–; es que ese juego está prohibido en el PP.

Todo el mundo dice que Ruiz Gallardón es inteligente, y brillante, y no sé cuantas cosas más. Y lo será; no digo yo que no. Puede que sea inteligente, pero es tonto. Tratar de hacer carrera en el PP oponiéndose a Aznar viene a ser, hoy por hoy, como aspirar a entrar en la cúpula de Prisa poniendo a parir a Polanco.

Gallardón tendrá que cambiar de planes. Más le vale olvidarse de lo del PP y aspirar a lo de Prisa. Tiene muchas más probabilidades de éxito: siempre ha tratado muy bien a Polanco.

 

(13-IV-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí

 


 

Ecotasa

 

El Govern balear tiene razón en un punto crucial: el turismo masivo provoca un desgaste ecológico muy severo. Desde muchas perspectivas. Me limitaré a hacer un par de apuntes. Primero: para acogerlo se hace necesario construir y construir incesantemente: hoteles, apartamentos, bungalows..., lo que altera radicalmente la fisonomía originaria de las áreas convertidas en turísticas. Segundo: la irrupción de cientos de miles de personas en zonas de naturaleza básicamente árida, como lo son las mediterráneas y las canarias, implica un consumo brutal de agua, robada en buena parte al suelo agrícola y forestal.

El modelo de turismo masivo, por el que las autoridades españolas optaron en los 60, ha tenido efectos devastadores no sólo para la Naturaleza, sino también para la sociedad: el modo de vida de extensas zonas del litoral se vio desnaturalizado, las poblaciones autóctonas perdieron sus referentes culturales sin que los sustituyeran otros dignos de tal nombre...

Cada año, el Gobierno central atribuye al turismo una elevada cifra de ingresos. El dato es engañoso, en la medida en que contabiliza lo que el turismo masivo deja, pero no lo que quita. Además del ya mencionado dato del agua, conviene no olvidar que el turismo de «cuantos más, mejor» acarrea un gasto considerable en materia de recogida y tratamiento de basuras, en uso suplementario de energía costeada con fondos públicos, en consumo sanitario (hay hospitales de la Costa del Sol que llegan a tener el 70% de sus camas ocupadas por pacientes extranjeros)... Eso sin contar con que buena parte del turismo barato que acude a España se traslada a cuenta de tour operators de sus países de origen, con lo que una parte de sus gastos –aviones, hoteles...– ni se asoman por aquí. Y con que, como no alteran sus costumbres alimentarias –ni etílicas–, una proporción muy considerable de los productos que consumen son de importación.

Es la otra cara del turismo. Una cara nada agradable.

Ahora bien, me parece harto dudoso que la imposición de un impuesto especial por turista entrante sea el modo correcto de encarar el problema. Y ello no por los argumentos esgrimidos por el Gobierno del PP, sino porque se apoya en el principio, ecológicamente perverso, según el cual «el que contamina, paga». La cuestión no es que el turismo pague lo que rompe, sino que rompa menos. Y, a poder ser, que no rompa.

Lo que España debería encarar es un progresivo cambio de modelo turístico, no basado en el incesante aumento cuantitativo del número de visitantes, sino en la rentabilización cada vez más racional –más inteligentemente intensa– de una tasa de visitantes progresivamente menor.

Si lo que España ofrece son playas sucias, costas espantosas trufadas de moles de hormigón, comida basura y happy hours, el turismo con mayor capacidad adquisitiva y potencialmente más interesado en consumir productos locales –incluidos los culturales– se irá irremisiblemente en busca de otros destinos: el sur de Francia, Italia, Portugal... Y aquí nos quedaremos con la costa hecha unos zorros, sin posibilidad de recuperación.

Ésa es la reflexión que sería necesario hacer, y la que ninguna autoridad parece dispuesta a hacer.

 

(12-IV-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí

 


 

Los 200.000

 

Admiro a Javier Pradera. Me parece admirable la capacidad de este caballero para revestir con argumentos campanudos las posiciones políticas más estrafalarias, cuando no más bobas.

He leído hoy su columna de El País, en la que sale en defensa del intento de Garzón de considerar Ekin como parte del «entramado» de ETA, lo que le permitiría acusar de pertenencia a banda armada a sus miembros. En su entusiasmo garzonita, Pradera pretende que la utilización de las posibilidades legales por parte del MLNV produce una «indefensión del Estado de Derecho». Eso sí que es visión penetrante: yo, por más que miro al Estado, lo veo cualquier cosa menos indefenso.

El argumento según el cual no puede decirse que ETA sea sólo la organización armada propiamente dicha, sino que hay que considerar también parte de ella el «entramado legal» en que se apoya, porque sin ese entramado no podría subsistir, conduce necesariamente a considerar que HB y EH son parte de ETA. De ahí las presiones que se están produciendo para que también HB y EH sean ilegalizadas.

Pero, si ese argumento fuera válido, no podría detenerse ahí. Por pura coherencia, habría que seguir desarrollándolo. 

HB y EH, obviamente, no son sólo sus dirigentes. Esas organizaciones no podrían exisitir sin el apoyo que le proporcionan sus militantes y sus votantes. De modo que no bastaría con ilegalizarlas. Sería necesario detener también a sus militantes y acusarlos de pertenencia a banda armada.

Si están dispuestos a aplicar de manera rigurosa  la doctrina Garzón, sería conveniente que empezaran a construir ya los campos de concentración en los que deberán internar a los 200.000 votantes de EH.

 

(11-IV-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí

 


 

El cónsul alemán

 

Había en San Sebastián, allá por los años 50, un cónsul alemán cuyas aventuras iban de boca en boca. No por lo portentosas, precisamente.

El buen hombre, cuyo nombre no recuerdo, solía relatar en el bar de debajo de su casa, a la hora del café, cómo se dedicó durante la guerra a boicotear al Ejército de Hitler desde dentro. Contaba que era sargento de infantería, especializado en formación y entrenamiento de la tropa, y que se aprovechaba del cargo para, en la medida de sus fuerzas –y nunca mejor dicho, como se verá–, desmoralizar a los batallones que acudían al frente.

–Me venían –relataba, con su copa de “Soberano” en la mano– y me comunicaban que tal o cual unidad iba a salirrr para el frrrente al día siguiente. Entonces yo cogía, me iba a esa unidad, y les decía: “¡Venga, todo el mundo de pie! ¡Ejerrrcicios!”. ¡Y les metía una marcha de 15 kilómetrrros que los dejaba baldados! ¡Je, je! ¡Iban al frrrente hechos polvo!

–Pero tú, ¿marchabas con ellos? –le preguntaba la gente.

–¡Clarrro!

–¿Y no te cansabas?

–¡Clarrro! ¡Yo también me quedaba hecho polvo! Pero el que algo quiere...

De creerle, la variedad de sus hazañas como baldador de tropas era muy amplia, pero todas las modalidades de su invención participaban de la misma característica: fastidiaba a los soldados fastidiándose él también. Y como se pasó la guerra en ésas, no sólo contribuyó a minar la moral de las hordas hitlerianas, sino también, y ya de paso, su propia salud. Estaba hecho unos zorros.

Me acuerdo frecuentemente de este pobre diablo cuando veo algunas de las astutas tácticas que despliega la izquierda abertzale.

La cosa del llamado «DNI vasco», por ejemplo. Dedicarse a mostrar ese documento con fines de identificación puede que moleste algo al Estado español; no digo que no. Pero a quien hace la puñeta, desde luego, es a quien lo emplea, al que condena a ir de lío en lío. Como alguien se tome en serio la consigna de HB y exhiba ese papel para tratar de abrir una cuenta corriente, conseguir habitación en un hotel o recoger un paquete en Correos, irá más de cráneo que el cónsul alemán.

No creo que haya muchos que se animen a utilizarlo el próximo 13 de mayo para votar. Porque, como lo hagan, HB va a pasar directamente a la categoría de extraparlamentaria. Eso sí, dejando baldados a los presidentes de las mesas electorales.

 

(10-IV-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí

 


 

Manipulación insufrible

 

Hace días que llevo la cuenta de los informativos de Radio Nacional. Repiten siempre la misma fórmula: dan alguna noticia de peso (las elecciones en Perú, por ejemplo) y, a continuación, pasan ya a hablar directamente de Mayor Oreja y a pinchar alguna intervención suya (mitin, declaración a la prensa o lo que sea). La información sobre la campaña preelectoral vasca incluye sistemáticamente: a) amplia noticia sobre Mayor Oreja con declaración en voz propia suya o de alguien del PP; b) noticia algo menos amplia sobre el PSE-PSOE, que casi nunca incluye toma de voz, salvo que se trate de un fuerte ataque contra el PNV; y c) mera mención de las actividades del día de Ibarretxe y Madrazo. (Las de Otegi ni se citan).

Es algo sencillamente espectacular, tanto más cuanto que altera radicalmente la proporción de los votos que respaldan a cada una de las candidaturas.

Me pregunto si será legal. Puede que sí, puesto que, no estando aún en campaña electoral propiamente dicha, supongo que la Junta Electoral no podrá intervenir para exigir un tratamiento informativo ecuánime o, por lo menos, algo menos sesgado. Pero, legal o no, es de una deshonestidad apabullante.

Es mucho lo que se juegan en estas elecciones, de modo que han decidido pasarse las formas por el arco del triunfo. Mayor Oreja ha desembarcado en Euskadi con todas las baterias de los medios informativos desplegadas. De los medios públicos del Estado y también de la gran mayoría de los medios privados, que le rinden pleitesía.

Si las elecciones no fueran en Euskadi, esa desigualdad de medios le llevaría hasta la victoria en volandas. Sería un paseo. Lo malo para él es que las elecciones son en Euskadi, precisamente. Y puede que haya en mi tierra sectores de la población de tendencia conservadora a los que un ventajismo propagandístico tan grosero les cause una reacción contraria. Por rechazo hacia esa otra forma de violencia que supone la descarada manipulación informativa. Porque puede ser un avance de lo que serían capaces de hacer si llegaran a controlar el Gobierno de Vitoria.

Pero quién sabe.

 

(9-IV-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí