Archivo del «Diario de un resentido social»
Semana
del 2 al 8 de octubre de 2000
Saliéndose de cuentas
No hay nada como repetir cien mil
veces una media verdad para que acabe pareciendo una verdad absoluta. Con la ventaja
adicional de que las verdades absolutas no necesitan demostración, lo que
excusa de mayores explicaciones a quienes las esgrimen.
Se está repitiendo estos días hasta
la saciedad que las dos mociones de censura presentadas contra Ibarretxe por el
PP y el PSOE han puesto de manifiesto la debilidad política de su Gobierno. Se
apela al resultado de las correspondientes votaciones: hubo más votos a favor
de ambas mociones que en contra. «Ibarretxe representa en estos momentos a una
minoría de la sociedad vasca», concluyen.
Es cierto que, desde el punto de
vista estrictamente parlamentario, Ibarretxe gobierna en minoría. Con una
minoría mayoritaria, para ser exactos. Lo cual tampoco tiene nada de
extraordinario, dicho sea de paso: no es el suyo, ni mucho menos, el primer
gobierno minoritario de la historia del parlamentarismo, ni será el último.
Pero ése es sólo un aspecto de la
realidad. El otro –sobre el que ponen mucho cuidado en no llamar la atención–
es que los parlamentarios que han rechazado la censura están respaldados por
más votos que los obtenidos por quienes la patrocinaron. Sin necesidad de
contar con EH para nada. Ayer mencioné el dato: 530.000 votos, frente a
487.500.
Dicen que «se ha oído la voz de la
sociedad vasca». Falso. Lo que se ha oído es la voz del señor D’Hont. Si de
sociedad vasca se habla –y de sociedad vasca hablan–, ellos tienen menos
respaldo social, contabilizado en votos, que el Gobierno de Ibarretxe. ¿Que
atesoran muchas expectativas de cara a las próximas elecciones? Excelente,
soñar es libre. Pero de momento lo único que cabe contabilizar son los votos
emitidos; no los que están por emitirse.
Por lo demás, el PP, el PSE-PSOE y
Unidad Alavesa han demostrado en este episodio que su unidad tiene un carácter
meramente coyuntural y negativo. En lo único que se han puesto de acuerdo es en
oponerse a Ibarretxe.
No digo yo que fueran incapaces de
acordar un programa de gobierno, llegado el caso. Los programas... ya se sabe.
El obstáculo es otro: determinar qué partido se quedaría con la Lehendakaritza.
El PSE-PSOE ya ha dicho que no tendría inconveniente en gobernar con el PP,
«siempre que el lehendakari fuera un socialista». Pero Mayor Oreja no ha hecho
todo lo que ha hecho para quedarse luego de vice-lehendakari.
De modo que, si como coalición
actual no dan el peso, como alternativa de futuro son una pura nebulosa.
(8-X-2000)
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Gobernar en contra
El portavoz del Gobierno de Aznar,
Pío Cabanillas, preguntó ayer al lehendakari Ibarretxe «contra cuántos vascos
quiere gobernar».
Tratándose de Ibarretxe, y dado que
la pregunta se refiere a cuestiones de voluntad, la respuesta es bastante
sencilla: querer, lo que se dice querer, Ibarretxe no quiere gobernar contra
nadie, ni vasco ni no vasco. Entre las muchas cosas de las que carece, este
hombre está desprovisto de la agresividad que se necesitaría para obrar así.
Otra cosa es que, unas veces por torpeza y otras como resultado de insalvables
diferencias ideológicas y políticas, acabe gobernando contra el interés o los
deseos de una porción considerable de la sociedad vasca.
A cambio, quien sí ha manifestado
un explícito deseo de gobernar contra una parte de los vascos, si las
urnas le dan la posibilidad de hacerlo, es Jaime Mayor Oreja.
El PP ha asumido una política
beligerante y excluyente contra las fuerzas que sostuvieron la declaración de
Lizarra.
Hagamos cuentas.
Votos obtenidos en las últimas
elecciones vascas por el bloque “constitucionalista” (PP, PSE-PSOE y Unidad Alavesa):
487.500.
Votos obtenidos por el bloque que
respaldó el acuerdo de Lizarra (PNV, EA e EB-IU): 530.000.
Mayor Oreja quiere formar un
Gobierno vasco abiertamente hostil hacia el segundo bloque (y todavía más
hostil, claro está, hacia EH).
Con lo cual, y al margen de la
variación que pueda haber en el reparto de escaños tras las próximas elecciones
–en ningún caso enorme, según se desprende de todos los sondeos de
opinión, incluso de los que no se publican porque contrarían los designios
políticos de quienes los encargaron–, lo que Mayor Oreja está propugnando no es
otra cosa que un Gobierno de la mitad de los vascos contra la otra mitad.
Haga Pío Cabanillas su pregunta al
actual ministro del Interior: ¿contra cuántos vascos quiere gobernar?
(7-X-2000)
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¿Estado paralelo o historia para
lelos?
La última operación anti-ETA de la
pareja de hecho Mayor Oreja-Garzón me ha sumido en la más honda de las
perplejidades.
Dicen que han desarticulado una
trama que pretendía crear «un Estado paralelo», que fuera reemplazando a los
Estados español y francés en los territorios vascos de uno y otro lado del
Bidasoa. ¡Ambicioso proyecto, a fe! ¿Y cómo pretendían hacer tal cosa?
«Promoviendo la desobediencia civil», aclaran. Vaya por Dios. Y eso ¿en qué se
concretaría? «Pretendían rechazar los documentos de identidad oficiales, tanto
españoles como franceses, y crear un Registro Civil paralelo», explican.
¡Peligrosísimo y ultradelictivo
proyecto!
Pero no muy práctico, si bien se
mira. Porque uno puede «rechazar» todo lo que le dé la gana el DNI (o la Carte
de Identité), pero luego tiene que tener su cuenta corriente, alquilar o
comprar un lugar donde vivir, contratar un suministro de electricidad,
suscribir seguros, firmar un contrato de trabajo, figurar en la Seguridad
Social... en fin, la tira de cosas para que las que o cuenta con el documento
de marras o no hay tu tía. Y uno puede desdeñar olímpicamente el Registro Civil
oficial pero, si tiene descendencia, o acude a ese Registro o tal como si no la
hubiera tenido: no podrá ni llevar a sus hijos
a la ikastola. Por supuesto, que se olvide de viajar fuera de la UE, o
de ir a un hotel, o de cambiar moneda...
En fin, y englobándolo todo: que se
mete en un lío de mil pares.
Y el Estado, tan campante.
Un comportamiento así podría dar
origen a situaciones sumamente estrafalarias, pero no, desde luego, a ningún
«Estado paralelo».
Para crear un «Estado paralelo» –lo
que desde 1905 se ha conocido como «doble poder»– hace falta construir
estructuras de poder real al margen de las del poder del Estado. En esa
línea entendía el MLNV el proyecto de Udalbiltza, por ejemplo.
A mí todo esto me suena a una
campaña propagandística de ésas –de las que ya ha habido otras en el pasado,
protagonizadas a veces incluso por ONGs– en las que te dan, por ejemplo, un
simulacro de pasaporte que te acredita como «ciudadano del mundo». Algo como
eso de las pegatinas para traseras de coche que te identifican –no legalmente,
desde luego– como ciudadano de Cataluña, de Euskadi, de Bretaña, de Córcega...
o de la Comunidad Autónoma de Madrid.
Nada que tenga relación alguna con
un «Estado paralelo». Me da que nos han contado más bien una historia para
lelos.
(6-X-2000)
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Todos contra Odón
Se supone que Odón Elorza es
alcalde de San Sebastián gracias al apoyo de los grupos municipales del PSE-
PSOE y del PP y pese a la oposición del PNV, de EA y de EH.
Pero ya hace tiempo que el PP
reconoce que Elorza no es santo de su devoción (lo que no es poco decir en el
caso del PP, dado muy de suyo a las devociones).
Y en cuanto al PSOE, basta con oír
lo que dijo ayer José Bono sobre él para constatar que ni siquiera en su propio
partido goza de demasiadas simpatías.
Le preguntan al presidente de las
Juntas de Castilla-La Mancha qué piensa de que el alcalde donostiarra no
consiguiera contener a los concejales de EH en el Pleno municipal del martes y,
en lugar de contestar lo que dicta el sentido común («¿Y qué creen que debería
haber hecho para poner orden en aquel gallinero? ¿Ordenar a la Policía
Municipal que entrara en la sala y sacara a mamporros a los concejales
díscolos?»), va Bono y responde de la manera más jesuítica y denigrante: «Entiendo
y justifico al alcalde donostiarra porque allí matan a quien está en contra de
ellos, y el miedo es libre y comprensible». (Nota bene: apréciese el uso
que el señor Bono hace del «allí» y el «ellos»).
Odón Elorza ha dado una respuesta
que, lo que es a mí, me parece sumamente razonable. Ha dicho: «Ni un alcalde ni
40 pueden organizar bien un debate plenario si el Pleno no se utiliza para lo
que realmente es: para el debate de ideas, y especialmente de los temas
municipales, sin agresiones, sin insultos, sin amenazas y sin salidas de tono».
Ahora, el PP y el PSOE quieren que
Elorza se querelle contra el portavoz de EH porque gritó: «Gora Euskadi ta
askatasuna!». No lo hará, porque sabe –lo mismo que los promotores de esa
iniciativa– que la querella sería archivada a las primeras de cambio: Euskadi
Ta Askatasuna es el nombre de ETA, pero, como no se distingue cuando la gente
habla con mayúsculas y cuando con minúsculas, el grito lanzado lo mismo puede
traducirse por un «¡Viva ETA!» que por un legalmente irreprochable «¡Vivan
Euskadi y su libertad!». (Dicho sea de paso, Jueces para la Democracia estima
que ni siquiera en el primer caso podría acusarse al portavoz de EH de apología
del terrorismo).
El drama de Odón Elorza es que
trata de promover un estilo de hacer política sosegado y apaciguador en un
ambiente en el que el único acuerdo general es estar perpetuamente a la greña.
Yo que él, me largaba a mi casa, y
que les den viento fresco a todos, que buena falta les hace.
(5-X-2000)
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...Y toda la pesca
Pongamos que te encanta la
mecánica. Eres un joven emprendedor –no es imposible– y te decides a poner un
taller de reparación de motos. Te estudias con todo detalle tu ciudad y descubres
que, en las proximidades de un Instituto, a cuyas puertas has visto muchas
veces montones de motocicletas, no hay ni un puñetero taller. Te instalas allí,
te das a conocer, pones precios asequibles y, en cosa de pocos meses, tienes
una clientela de aúpa. Tu taller va viento en popa. Pero, hete aquí que,
pasados los años, llega un mal día –un mal día para ti– que el Ministerio
decide que el edificio de ese Instituto está hecho unos zorros y construye otro
nuevo y reluciente... lejos de tu taller. Tratas de trasladarte a la nueva
zona, pero es un disparate: está llena de talleres, mejores incluso que el
tuyo. ¿Entonces? Entonces, qué remedio: te fastidias, hijo.
Pero pongamos que eres un joven emprendedor
de buena familia –esto ya es más difícil– y que lo que decides es comprarte un
buen barco pesquero. Te haces con una licencia de pesca en aguas marroquíes,
enrolas a los marineros correspondientes y allí los mandas, a que pillen todo
lo que puedan. Te va de cine.
Pero pasan los años y Marruecos
dice que nanay, y suspende el acuerdo de pesca. Ves si puedes mandar tu barco a
otras aguas, pero está ya todo más pillado –y más esquilmado– que ni sé.
¿Entonces? Entonces amarras el barco y pides al Estado que te solucione el
problema. Y el Estado, en vez de reírse en tus barbas como si tuvieras un
taller de reparación de motos, empieza a pagarte para que puedas aguantar con
el negocio hasta que vengan mejores tiempos... o hasta que él mismo te busque una
alternativa.
Pones una tienda de
electrodomésticos y se te inunda, y ahí te las compongas con el seguro, si lo
tienes. Tienes una explotación agraria, cae el pedrisco, te manda la cosecha al
guano... y el Estado acude solícito, declara que tus tierras y las de tus
vecinos son «zona catastrófica» y empiezan a llegarte los créditos blandos, si
es que no las ayudas a fondo perdido.
¿Por qué si eres representante
tienes que pagarte el gasóleo a precio de mercado, pero si eres armador de
pesca te lo dan libre de impuestos? ¡Ah!
No tengo nada en contra de la pesca
y la agricultura, faltaría más. Pero tampoco tengo nada contra los propietarios
de talleres de motos, los dueños de tiendas de electrodomésticos y los
representantes, que pagan sus impuestos como todo pichichi.
Cada duro que el Estado ahorra a
los armadores de pesca y a los propietarios agrícolas es un duro que no cubrirá
otras necesidades.
(4-X-2000)
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Contra el espíritu olímpico
Gran consternación nacional por los
malos resultados de nuestros representantes en los Juegos Olímpicos de
Sydney. Hemos obtenido muchas menos medallas de las que se esperaba.
«Tiene que haber dimisiones», oigo en la radio. Se ve que la cosa es poco menos
–si es que no poco más-- que un desastre colectivo. Se dice que el gran
problema es que España no se ha tomado estos JJOO con la suficiente
seriedad y que los medios puestos al
servicio de los atletas han sido esta vez muy insuficientes.
No es cosa exclusivamente española.
Todos los Estados mandan a sus respectivos atletas para que se impongan a los
concurrentes de los demás países.
El tan alabado espíritu olímpico
es una acabada prueba de exaltación nacionalista. No menos que lo suelen
ser las guerras. Parafraseando a Clasewitz, bien podría decirse que los JJOO
constituyen una Gran Guerra Mundial realizada por otros medios. Su sublimación
por vía pacífica.
Desde ese punto de vista, cabría
incluso verlos con buenos ojos. Pero, para ello, habría que admitir que el
nacionalismo es una pulsión, en el sentido freudiano del término, esto
es, una inclinación irresistible anclada en la propia naturaleza humana. Algo
que no puede ser eliminado sino, como mucho, canalizado por otras vías.
Dudo mucho de que sea así. La
particular composición de mis tripas parece ingeniárselas bastante bien sin
expresiones nacionalistas de ninguna suerte.
Pero lo que en todo caso no cabe es
tratar de compatibilizar el espíritu olímpico elevado a la enésima
potencia y los discursos oficiales sobre «el mundo globalizado», la superación
de las fronteras, el intrínseco mal de los nacionalismos, etc. Si de verdad se
quisiera impulsar un espíritu realmente internacionalista, debería promoverse
expresiones de cooperación mundial, no de competición.
(3-X-2000)
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Del año sabático como factor de
riesgo
De todos los procesos a los que
podía estar haciéndome acreedor, el que menos me esperaba ahora mismo era un proceso
gripal. Ya ha venido a visitarme la primera gripe del año. Maldita sea.
Como he contado otras veces, empecé
a primeros de septiembre un año sabático.
Uno puede dedicar un año sabático a
muchas cosas, entre ellas, por ejemplo –y muy destacadamente–, al sano
ejercicio de no hacer nada. Yo soy incapaz de eso. Castigado por la divinidad a
darle constantemente al coco, incluso me he puesto a reflexionar sobre las
peculiaridades médicas que presentan los años sabáticos. Y ya me he topado con
la primera: una gripe en plena temporada laboral es una pejiguera, pero
presenta sus ventajas, principalmente la de no tener que ir a trabajar; una
gripe en pleno año sabático, en cambio, sólo tiene inconvenientes.
Empiezo a sospechar incluso que
entre el año sabático, de un lado, y la
gripe y otros males, del otro, hay una posible relación de causa/efecto. Si
estás metido en un trabajo asalariado intenso, mantienes una tensión que eleva
tus defensas contra la enfermedad. Si no lo estás, las defensas bajan y los
virus encuentra ante sí un terreno expedito. Item más: como tienes
–teóricamente– mucho tiempo libre, te propones hacer que te curen algunos
viejos problemas físicos de tipo menor que te aquejaban y a los que no hacías
ningún caso, porque no tenías tiempo para ello. Craso error: así que caes en
manos de médicos, te empiezan a recetar medicinas –hay médicos que, si no
recetan nada, no son felices– que, invariablemente, te destrozan el estómago.
Naturalmente, aprovechan para prohibirte todo. Lo cual tiene un efecto
secundario de tipo psicológico: como no les haces ni puñetero caso, tienes mala
conciencia.
Incluso, en un rapto de imprudencia
específicamente sabática, se te puede ocurrir ir al dentista, para ver si le
echa una ojeada a esa muela que a veces, cuando tomas helados, te da
pinchacitos. El resultado es invariablemente dantesco: descubre que tienes un
diente mal («Intentaremos salvarlo», te dice con una sonrisa macabra), te
informa de que cuentas con otras dos caries de las que no tenías la menor idea
que probablemente no tenga más remedio que extraerte, y, ya metido en gastos
–literalmente hablando–, especula con la posibilidad de sacarte también la
muela del juicio.
Lejos de mí la hipocresía de
pretender que, en realidad, el trabajo asalariado es fuente de salud. Pero lo
que sí empiezo a ver claro es que los años sabáticos son un factor de riesgo.
(2-X-2000)
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