Archivo del “Diario de un resentido social”

 

Semana del 25 de septiembre al 1 de octubre de 2000

 

Estado de excepción

Me han contado que en un programa radiofónico de hace poco, de ésos que graban llamadas en las que algunos oyentes cuentan sus opiniones, el locutor encargado de resumirlas se empeñaba en calificar de «muy interesantes» las propuestas de instauración de la pena de muerte para los delitos de terrorismo.

Se van extendiendo los runrunes ultras. Hace algunas semanas, el que fuera jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernández Campos, se declaró partidario de que, apoyándose en uno de los apartados más controvertidos –y, en mi criterio, más disparatados– de la Constitución, el Ejército se haga cargo del mantenimiento del orden en el País Vasco. Otros, algo menos enloquecidos –pero también finos–, optan por una solución menos extrema: que el Gobierno central quite el control de la Ertzaintza al Gobierno Vasco y lo asuma directamente.

No me tomaré el trabajo de discutir ni la inspiración ideológica de tales propuestas ni su inoperatividad práctica. Me limitaré a señalar lo que, para mí, es una evidencia: ETA estará encantada. A sus dirigentes se les tiene que hacer la boca agua pensando en cualquiera de esas hipótesis. En particular, la de las tropas del Ejército reprimiendo la kale borroka. Belfast años 60 en estado puro.

Los partidarios de tirar por la calle de en medio son los mejores aliados de ETA. Hará lo posible para conseguir que sus soluciones se abran paso. Cuanto antes y cuanto más lejos, mejor.

 

(1-X-2000)

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GRAPO

No he tratado a mucha gente vinculada a los GRAPO. En la cárcel conocí a dos militantes de la OMLE, grupo antecesor del PCE(R) y, en consecuencia, de su muñón –más que brazo– armado, los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre. Eran dos, como digo, y se escindieron. Prodigios del sectarismo.

Hace cinco o seis años estuve en una comida en la que coincidí con gente que tenía fama de simpatizar con los GRAPO. Nos pusimos a hablar de política, cómo no. Me explicaron con mucha paciencia que yo soy un pequeño burgués que no confía en las “posibilidades objetivas de la revolución socialista”. Les pregunté que de qué revolución socialista me hablaban y ellos, muy seriamente, me contestaron que de la española. Estuve rápidamente de acuerdo: no confío en las posibilidades objetivas de esa revolución.

“A corto y medio plazo”, añadí, con aire solemne. Ni siquiera captaron la coña.

Con gran paciencia, me explicaron que “las masas trabajadoras” españolas están en un tris de levantarse contra la opresión capitalista. “Por lo que yo veo”, objeté, “están dispuestas a levantarse casi todos los días, sí, pero para ir a trabajar, mayormente”.

Con lo que no hice sino confirmar sus peores previsiones sobre mi persona. Un pequeño burgués redomado.

Qué gente tan singular. No he visto en mi vida un caso más acabado de subjetivismo: era evidente que se creían lo que decían, y no estaban dispuestos a que la mierdosa realidad les estropeara sus sueños de emancipación proletaria inminente.

He oído todo tipo de teorías sobre ellos. Supongo que un grupo así es fácilmente infiltrable por agentes provocadores.

¿Quién les habrá metido en la cabeza la idea de colocar una bomba en El Mundo?

La tentación es servirse de la vieja lógica latina: Cui prodest? ¿A quién beneficia?

Pero al punto me viene a la memoria aquella gente y aquella conversación. Y me digo que tratar de aplicarles alguna lógica, clásica o moderna, puede ser una empresa decididamente vana.

 

(30-IX-2000)

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 Praga

Seattle, Praga... Se asustan con poco. Se ve que se sienten frágiles. Tal vez es que lo son.

Hablo con un directivo de la banca española:

–Gracias al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional –me dice–, llevamos décadas de crecimiento continuado y de expansión de la riqueza. Pero, si se quiebra la confianza, las cosas pueden torcerse. Primero fue lo de Seattle. Aquello resultó muy negativo: fue imposible tomar acuerdos que hacían mucha falta. Ahora esto de Praga...

Y pone gesto de desaliento.

¿Llevamos décadas de expansión de la riqueza? ¿Quiénes llevamos? –le pregunto, irónico.

Discutimos sobre los datos del último informe de población del Banco Mundial. Cada vez hay más pobres en el mundo.

–De acuerdo –reconoce–: la riqueza está mal distribuida. Ése es el siguiente paso. Hemos conseguido que haya más riqueza. Ahora hay que esforzarse por distribuirla mejor.

No soy nada amigo de las teorías conspirativas, pero hay veces que me pregunto cómo se las arregla esta gente para dar las mismas respuestas a las mismas críticas en cualquier rincón del planeta. Es como si les pasaran un guión diario y se lo aprendieran.

Aunque, bien pensado, ya sé: el guión diario lo encuentran en The Wall Street Journal y The Financial Times.

–No son dos cosas separadas –le argumento–: los ricos de una parte del mundo son cada vez más ricos porque los pobres del resto son cada vez más pobres. Es la lógica de la globalización.

–Se han multiplicado las ayudas al Tercer Mundo –objeta.

–Buena parte de esas ayudas se las han embolsado los dirigentes corruptos de esos países. Pero la deuda no la pagan ellos... –le replico.

–¡Eso es demagogia! –se me enfada.

–Sí: la demagogia de los hechos, que decía Fernández de Castro –le contesto.

Mi interlocutor dulcifica el gesto.

–Mira, Javier: si yo entiendo tus argumentos... Y además los comparto. Los críticos de la globalización hacéis un papel muy positivo, ayudando a corregir los excesos del sistema, mostrando el lado oculto de la realidad y...

Hasta ahí había discutido tranquilamente pero, llegados a este punto, me cabreo de verdad.

–¡Oye, corta el rollo paternalista, que nosotros no tenemos ninguna vocación de bufones del rey! ¡No queremos ayudaros a mejorar! Lo que queremos es, pura y simplemente, aguaros la fiesta. ¿Dices que Seattle os trajo problemas y que lo de Praga ha sido todavía peor? ¡Pues la siguiente cita es en Barcelona!

Por la cara que me pone el hombre, para mí que la próxima reunión del FMI se la montan en la clandestinidad.

 

(29-IX-2000)

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....................................................... Amanece en Aigües

La luz se levanta sobre Aigües.

Aigües es un mínimo pueblecito, un recuerdo de balneario que vegeta al pie de la montaña, a unos cuantos cientos de metros de altura sobre la mar alicantina, entre Campello y La Vila Joiosa.

Mi casa está en una colina, a dos kilómetros del pueblo.

Veo desde aquí sus casitas. Ya hay algunas luces encendidas.

Noto la mar abajo, aún oscura, tenebrosa.

Me siento para ver cómo amanece lentamente sobre el valle.

Ayer llovió. Huele levemente a jazmín.

De la casa sale una extraña música: Oppenheimer, una larga pieza de Jocelyn Pook que evoca con infinita tristeza el bombardeo de Hiroshima. Mezcla unas declaraciones de Oppenheimer a la NBC («Unos pocos lloraron, la mayoría guardó silencio...»), un canto obsesivo judío y un kyrie de aire gregoriano compuesto por la propia Pook, que canta a varias voces y toca el órgano, los violines y las violas. La suave música melancólica se mezcla con el trino de algunos pájaros que se han acercado, tal vez atraídos por el canto.

Hay una extraña magia, como una niebla que hiciera aún más tenue el amanecer del otoño.

Acaba la música.

Ya es más de día.

Enciendo la radio. Preparo café.

Todo me parece irreal.

Esto y aquello.

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Asimetrías

Ambas me han sido señaladas por lectores de esta página.

Primera asimetría. A) Van los partidos llamados constitucionalistas  –que mejor sería llamarlos setentaiochistas, porque constituciones puede haber muchas– y convocan una manifestación (o respaldan la convocatoria de una manifestación, que tanto da). La prensa afirma que «llaman a los ciudadanos a expresar públicamente sus convicciones democráticas». B) Responde el PNV que también va a convocar a sus seguidores para que se manifiesten. Dice la prensa: «Arzalluz llama a los suyos a echarse a la calle».

Unos se «expresan públicamente». Otros se «echan a la calle».

Segunda asimetría. A) Cuerda, Guevara y algunos otros conocidos militantes del PNV proclaman que disienten de la línea oficial de su partido. La prensa los trata con evidente simpatía y acoge con indignación las palabras de Arzalluz, que dice que el EBB no va a penalizar la abierta expresión de su disidencia «para que no se diga». B) El alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, está en desacuerdo con la línea oficial de su partido (el PSOE) y no acude a la manifestación de San Sebastián. La prensa exige al PSOE que lo sancione.

Pregunta: ¿Se puede disentir, sí o no? Respuesta: Depende. Si es para darme la razón, sí; si no, no.

Los medios de comunicación de masas españoles –las televisiones, las radios, los periódicos de más tirada– hace ya tiempo que no se toman la molestia de separar la información de la opinión. Ni siquiera formalmente.

No confían en sus opiniones. Temen que el público no las adopte espontáneamente y las inducen con total descaro, aunque eso les obligue a servirse de sus propios libros de estilo como papel de váter.

 

(28-IX-2000)

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En comisaría

Se abre la puerta de la comisaría de Policía. Entra una joven en estado deplorable: magullada, con la ropa rota. Se acerca al mostrador:

–Vengo a denunciar que he sido violada –le dice al guardia de guardia.

–¡Por Dios! ¡Pobre mujer! –le responde el policía–. Entre aquí... Siéntese... ¿Ha acudido a algún hospital, a alguna clínica?

–Sí. Aquí traigo el parte médico.

–Muy bien, muy bien... ¿Está en condiciones de declarar? ¿Prefiere descansar primero?

–No; prefiero declarar ya, a ver si pueden actuar cuando antes.

–Claro, claro...

El policía le toma declaración. Cuando acaba, la joven lee la denuncia y la firma.

–¿Y qué van a hacer ustedes ahora? –le dice al policía.

–Bueno, pues, con los datos que nos ha dado, veremos si podemos localizar a los agresores. Aunque ya le avanzo que eso va a ser muy difícil, porque este barrio es muy difícil, hay mucha delincuencia, y esa gente se protege entre sí... En fin: en todo caso, si no conseguimos detenerlos, convocaremos una manifestación.

La joven se le queda mirando, perpleja.

–¿Cómo dice? ¿Que la Policía va a convocar una manifestación? ¿Y qué sentido tiene eso?

–¿Le sorprende? Antes no lo hacíamos. Pero ahora sí. Son las instrucciones que hemos recibido del Ministerio del Interior. Nos han dicho que, cuando no logremos detener a los delincuentes, convoquemos manifestaciones con lemas como «¡Basta ya!» y «¡Todos unidos en defensa del Código Penal!», exigiendo a los malhechores que dejen de cometer delitos y que se entreguen.

–Y eso ¿para qué sirve?

–Hombre, no para mucho, si se mira desde el lado práctico. Pero los ciudadanos honrados se desfogan gritando contra los delincuentes y, además, así queda clara nuestra preocupación y se ve que no estamos mano sobre mano, ¿sabe?

–Me parece muy raro.

–No se crea. Se lleva mucho. Antes, todas las manifestaciones eran para plantear exigencias a las autoridades, pero ahora se hacen también un montón para reclamar cosas a los delincuentes. Parece que eso demuestra la vitalidad de la sociedad civil.

–Si usted lo dice... –concluye la muchacha.

Y se va para su casa.

 

(27-IX-2000)

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Francia

Aznar está de visita en París. No ha elegido el mejor momento para charlar con Chirac. Abrumado como está el presidente francés por las revelaciones periodístico-testamentarias sobre sus habilidades como recaudador ilegal, es muy probable que preste una atención más bien limitada a las observaciones del jefe del Gobierno español. Por lo demás, sabe que la actitud de su vecino del sur ante los asuntos comunitarios es la misma que tiene durante su asistencia a la Santa Misa: se pasa el rato diciendo «amén».

Ha celebrado Aznar «la gran identidad de posiciones» que hay entre su Gobierno y el de París en relación «al problema vasco». Dejando a un lado que las identidades no son graduables –las cosas o son idénticas o no lo son: no cabe que resulten «muy idénticas» o «poco idénticas»–, lo que dice no es cierto.

Sus posiciones son bastante distantes. Por lo menos en su fundamento general.

Durante los últimos meses, los responsables políticos franceses no han parado de decir, viniera a cuento o no, que, en su criterio, buena parte de los quebraderos de cabeza que le causa el País Vasco a España proceden de la opción autonomizadora que realizó hace 22 años el Estado español. De hecho, ése es el principal argumento que esgrimen para cerrarse en banda a la creación de un departamento administrativo que unifique el área vasca de soberanía francesa. No pasan ni por ahí, por más que los departamentos franceses no gocen de mayor autonomía de la que tenían las provincias españolas durante el franquismo.

Si el Gobierno español fuera un Gobierno normal, integrado por políticos normales, se habría elevado contra ese despliegue francés de injerencia crítica en los asuntos internos de España, y habría hecho saber a sus colegas de París que agradecería sobremanera que se dedicaran a sus propios negocios y dejaran de pontificar sobre los nuestros.

Pero Aznar no está para proclamas de principio. El va pidiendo detenciones y extradiciones, y el resto se le da una higa.

O a lo peor es que está de acuerdo y piensa lo mismo que ellos sobre las autonomías.  

 

(26-IX-2000)

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Intimidados

Ayer me contaba un lector que hay una publicación satírica vasca –creo que virtual– que lleva esta semana en su portada el siguiente título: «¿Para qué vamos a dialogar, si lo podemos resolver a hostias?».

No sé a qué diálogo concreto se referirá. Podría hacerlo a casi todos.

Nunca ha sido fácil dialogar en Euskadi. Recuerdo que, allá por la prehistoria –en 1967–, un día que tuve una discusión con un médico ultranacionalista, éste la interrumpió abruptamente y me dijo: «No quiero seguir discutiendo contigo, que me lías»..

 Era un hombre civilizado, así que no amenazó con romperme la crisma.

 Entonces no podías expresar tus opiniones abiertamente, porque te detenía la Policía, y no tenía demasiado sentido exponerlas en ciertos círculos restringidos, porque había muchos que, dijeras lo que dijeras, les entraba por un oído y les salía por el otro. Como su opción política la habían tomado con las vísceras, era inútil apelar a su cerebro.

Las cosas parecieron mejorar después de la transición al régimen parlamentario. Es cierto que los políticos seguían tirándose mutuamente a la yugular –y, en el caso de ETA, a la nuca–, pero el talante medio del personal de a pie era por lo general relajado y convivente. Se podía vivir bien, e incluso comparativamente muy bien, sin grandes berrinches. A no ser, claro está, que la mala suerte te metiera en medio de alguna refriega.

En los últimos tiempos las cosas se han ido envenenando cosa mala. La división política entre las ya famosas dos mitades del pueblo vasco está mediatizando poco a poco el conjunto de la vida social. La división irreconciliable se hace cada vez más patente en todos los ámbitos: en los centros de trabajo, en las familias, en los bares... La gente está empezando a odiarse en masa. Y los menos fanáticos se sienten intimidados: unos, por temor a que los puedan tomar por «cómplices de la partición de Euskadi»; otros, por miedo a que se les considere «cómplices de los asesinos». Así que, salvo en los lugares y ante la gente de más confianza, van optando por callarse y no expresar sus opiniones políticas.

Eso en Euskadi.

Fuera de Euskadi pasa lo mismo, sólo que, como no hay dos mitades, sino un 95% frente a un 5% –digo a ojo–, apenas se nota. Lo notamos sólo los del 5% que no estamos de acuerdo con la política del liarse la manta a la cabeza, más que nada porque nos vemos con la cabeza envuelta en una manta hasta el final de nuestros días. ¿Que criticas a Mayor Oreja? Eres un criptoseparatista. ¿Que repudias tal o cual actuación de la Policía? Eres un filoetarra. No te dé por decir que habría que dialogar con el PNV para salir del atolladero actual, porque la haces buena: se te echa encima todo dios. Mi experiencia personal de llanero solitario por la estepa madrileña me tiene hasta el gorro. No tengo vocación de mártir. Y ni siquiera puedo decirlo muy alto, porque en seguida hay algún exaltado que me suelta que «para mártires, los concejales del PP». Pues claro, claro, claro. Esos sí que son mártires. Comparativamente, lo mío es apenas una cosita de nada: que me siento intimidado.

En fin, que me callo.

 

(25-IX-2000)

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