(Semana del
4 al 10 de septiembre de 2000)
Las estrategias visualizantes de
Otegi
Arnaldo Otegi –al que bien podría aplicarse el título de aquella
comedia: “Quién te ha visto y quién te ve (o sombra de lo que eras)”– anunció
ayer que EH ha decidido abandonar el Parlamento Vasco.
Dejo para otro día el análisis a fondo de esa decisión. Hoy, como
es domingo, y las fiestas invitan al relajo y la molicie, voy a conformarme con
dar un repaso no tanto a lo que dijo Otegi, sino a cómo lo dijo. Vamos
allá.
Primera afirmación: “Nuestras
energías institucionales van a estar volcadas en la visualización de una
estrategia nacional”.
Jexus, Maria eta Jose! ¿En qué
idioma habla éste?
¡Visualizar una estrategia! ¿Qué piensa, poner una
productora de vídeos?
Segunda afirmación: “Esta
propuesta supone recuperar el análisis clásico de la izquierda abertzale de
este país en torno al Parlamento de Gasteiz”.
“El análisis clásico”. ¿Tienen ya clásicos y todo? ¿No querrá
decir, sencillamente, “el análisis de antes”?
“La izquierda abertzale de este país”. ¿Hay izquierdas abertzales
en muchos otros países, o qué?
“En torno al Parlamento”. Si su análisis estaba en torno al
Parlamento, entonces es que no entraba en él. Mala cosa.
Tercera afirmación: “El
objetivo de EH es que el pueblo vasco visualice con claridad que existen
potencialidades reales para construir una estrategia nacional en el conjunto de
Euskal Herria”.
Vaya por Dios: seguimos visualizando, pero ahora ya no la
estrategia, sino la existencia de potencialidades reales. (Es importante
lo de “reales”, porque es bien sabido que las potencialidades se dividen
básicamente en reales y falsas).
Bueno, no me extiendo, que con esto basta.
Mi pretensión no es resaltar que Otegi habla mal, sino que
utiliza la misma cháchara pedantona y retorcida del conjunto de la clase
política española.
En todo conflicto social, la derrota más definitiva es la
ideológica. Imitando el modo de hablar de los políticos españoles, Otegi está
admitiendo –de modo inconsciente, pero no por ello menos real– que los
considera superiores.
(10-IX-2000)
........................................................................................................................
Lo peor es que no se entera
“Si un terrorista tiene 16 o 17 años, es un terrorista de 16 o 17
que ha de ser juzgado como tal”, afirma el presidente del Gobierno con cara de
enfado, como quien se limita a formular una verdad evidente por sí misma, que
no precisa demostración.
Vayamos por partes.
En primer lugar, la frase es incompleta. ¿Por qué no empieza la
serie por su verdadero comienzo? Debería haber dicho: “Si un terrorista tiene
14, 15, 16 o 17 años...”. Porque la reforma legal que prevé el Gobierno abarca
a todos los menores, desde los 14 años.
En segundo lugar, si su razonamiento fuera tan apabullante, no
habría razón para no aplicarlo a chavales de edad aún más temprana. “Si un
terrorista tiene 13 años, o 12...”. ¿Por qué no?
De hecho, lo que Aznar propone es equiparar prácticamente las
penas previstas en el aún no vigente Código Penal del Menor a las del Código
Penal que se aplica a los mayores de 18 años. El único tratamiento diferenciado
que prevé es el relativo al lugar de cumplimiento de la pena: en vez de
cárceles hechas y derechas, Centros de Reclusión de Menores.
Pero es que, además, dado que trata de ampliar enormemente el
campo de calificación jurídica del terrorismo y de endurecer al máximo las
penas que castigan esos delitos, el resultado sería que un chaval de 14 años,
según su reforma legal, podría ser condenado a 20 años de cárcel por romper un
cajero automático. Más o menos, lo mismo que le caería si hubiera matado a
hachazos a su madre.
Francamente: por mucho amor que sienta el señor Aznar por la
banca, ahí hay algo que se me antoja un poquitín excesivo.
Pero lo peor de este proyecto de reforma legal no estriba en lo
que tiene de jurídicamente disparatado. Eso es grave, pero no lo peor. Imagino
que, además, se lo echarán para atrás, al menos en sus aspectos más
extravagantes.
Lo peor es su enfoque general.
Cree Aznar que la clave para poner coto al fenómeno de la kale
borroka es castigar más y a más gente.
Se equivoca de medio a medio.
No discuto que la ley castigue la comisión de delitos. Pero debe
hacerlo, en primer término, guardando la debida correspondencia entre la falta
y la pena. Y debe hacerlo, en segundo término y sobre todo, para hacer
justicia, no para conseguir tal o cual fin político. Entre otras cosas, porque
la experiencia histórica demuestra que rara vez la dureza del castigo legal
–siempre que se haya detenido ante las fronteras del genocidio, claro está– ha
puesto término a fenómenos sociales arraigados.
¿Cree Aznar que los jarraitxus se van a quedar plácidamente
cruzaditos de brazos porque se castigue más la quema de autobuses, de cajeros
automáticos o de concesionarios de coches? Quizá algunos lo hagan. Pero muchos
otros seguirán en las mismas.
Lo que sí conseguirá es que, en vez de haber medio millar de
presos vascos, haya varios cientos más. Con lo que eso tendrá de efecto
llamada para sus hermanos, primos y demás familia.
Su reforma legal no tendrá más efectos disuasorios que la pena de
muerte en los EUA. Échele el presidente del Gobierno una ojeada a las
estadísticas norteamericanas y verá que el número de crímenes cometidos en los
estados en los que existe la pena capital no es menor que el de aquellos en los
que ha sido abolida. Y piense en ello un poco. Aunque sólo sea un poco. A lo
mejor se da cuenta que es muy poca la gente que se salta la ley después de una
intensa sesión de estudio del Código Penal.
(9-IX-2000)
........................................................................................................................
El nuevo monje del huerto
Es la vieja historia del monje mensajero, que avisa a los demás
monjes: “Que dice el padre prior que bajéis al huerto y que caveis”. Y que a
las cuatro horas les da otro aviso: “Que dice el padre prior que subamos al
comedor y que comamos”.
Es posible que fuera en el Monasterio de Silos, al que viaja con
frecuencia, donde José María Aznar aprendió esta técnica monacal caraduriense
de apuntarse a lo bueno y desentenderse de lo malo.
La ha practicado en relación al problema vasco. Vino la tregua y
se colgó la medalla: si no había muertos, era gracias a la iniciativa de su
Gobierno, que había sabido actuar a tiempo, con fina inteligencia y sabia
astucia. Pero, cuando la tregua se fue al diablo al cabo de unos meses, él se
lavó las manos: no tenía responsabilidad alguna; la habían arruinado todos los
demás, y sobre todo el PNV y EA. ¿Y su inteligencia y su astucia? Bien,
gracias. Faltaría más.
La responsabilidad de la ruptura de la tregua de ETA la tuvo ETA.
Pero, puestos a buscar intervenciones que pudieron tener una influencia
indirecta sobre lo sucedido, cabe hablar de la acción del PNV y de EA... pero
también de la inacción permanente del Gobierno.
Ha vuelto a aplicar la misma técnica en relación a las cuestiones
económicas. Cuando las cosas iban viento en popa –no para todos, desde luego,
pero viento en popa–, el mérito había que atribuírselo a su política económica
estupenda, eficacísima. ¿Qué ahora las cosas han empezado a torcerse seriamente?
Nada que ver con él. Él sigue siendo estupendo. La culpa la tienen el
incremento del precio de los carburantes y la debilidad del euro. Pero en el
alza del coste del petróleo algo tendrá que ver Repsol, que es productor, e
importante, y algo su Gobierno, que se muestra incapaz de influir en Repsol,
¿no? No. Para nada. “Repsol es una empresa privada sobre la que el Ejecutivo no
tiene capacidad ninguna de intervención”. Ya, pero Telefónica también es una
empresa privada, y el Gobierno bien que pudo evitar su fusión con otra empresa
holandesa, amenazando con usar su acción de oro. ¿Por qué con Repsol no
se las ingenió para reservarse alguna capacidad de influir in extremis
sobre sus decisiones de importancia estratégica?
Y en cuanto a la debilidad del euro, ¿tampoco tiene nada que ver?
Si el euro es la moneda de los Quince, al menos una decimoquinta parte de la
responsabilidad le corresponderá a su Gobierno, digo yo. Y si Schröder reconoce
que Alemania está jugando a que el euro esté bajo, porque su economía sale
ganando con ello, alguna culpa tendrán quienes, como él, aceptaron que Alemania
tuviera el peso enorme que tiene en la política monetaria de la UE. ¿No?
No; tampoco. Él sólo tiene méritos. Deméritos, ninguno. Por mucho
que sus signos externos parezcan indicar más bien todo lo contrario. Él no
cava. Él sólo come.
(8-IX-2000)
........................................................................................................................
La Cumbre del bicarbonato
Recuerdo el poema de Bertolt Brecht: “Los de arriba se han
reunido. / Hombre de la calle: abandona toda esperanza”.
Centenar y medio de presidentes, jefes de Gobierno y reyes se han
juntado en las Naciones Unidas. Han llamado a eso La Cumbre del Milenio. Ya
son ganas de poner nombres pomposos a sus garbeos en común.
Dice Kofi Annan que la Cumbre debe servir para que todos se pongan
de acuerdo para reducir a la mitad la pobreza en el mundo en el plazo de 15
años, lograr la educación universal, reforzar la paz y combatir conjuntamente
contra el sida.
Me niego a creer que un hombre inteligente, como él, crea que el
hambre, el analfabetismo, las guerras y la pandemia del sida han nacido y se
han desarrollado por fallos de coordinación internacional, y no por el desigual
reparto de la riqueza. Y tampoco puedo creerme que espere realmente que las
cosas vayan a cambiar, ni en 15 ni en 20 años, porque se firme una declaración
más o menos bienintencionada... o más o menos hipócrita.
Sí me creo, a cambio, que haya convocado esta Cumbre para
recuperar algo de su propio maltrecho prestigio, que corre parejo al de la
institución de la que es secretario general. Pero incluso eso lo tiene difícil.
No bien empezó la Cumbre, allí se presentó William J. Clinton, cual si él fuera
el verdadero anfitrión del acto, y, haciendo como si los demás no supiéramos
que los EUA son el Estado más moroso de todos los que forman parte de la ONU, y
haciendo como si los demás no supiéramos que se ha pasado la autoridad de la
ONU por el arco del triunfo cada vez que le ha dado la gana, y haciendo como si
los demás no supiéramos que su embajador ha utilizado abusivamente su derecho
de veto cada vez que le ha dado la gana, se pone a ejercer de presidente
universal y nos cuenta que la solución de todos los remedios está... en la
globalización, basada en los principios del neoliberalismo.
Yo no soy economista, pero tengo ojos para leer. Y leo las
estadísticas que indican que la distancia entre los países ricos y los países
pobres no ha dejado de acrecentarse desde que los principios del neoliberalismo
rigen la economía mundial. Y veo que esa tendencia no sólo no disminuye, sino
que se acentúa.
Así que mucho me temo que esta Cumbre vaya a suponer para los
desheredados de la tierra lo que decía la copla que le ocurre al hombre que se
enamora de la mujer de teatro: “Es como el que tiene hambre / y le dan
bicarbonato”.
(7-IX-2000)
............................................................................................................................
Connecting people
Veo pocos anuncios en televisión. La mayor parte de los programas
que me interesan son de los que no sufren interrupciones. Y, si me llega el
caso de interesarme por alguna película exhibida en un canal generalista, la
grabo en vídeo y luego, a la hora de contemplarla, me salto los anuncios con
feroz determinación. Pero ayer, por circunstancias que no hacen al caso, me
metí entre pecho y espalda diez interminables minutos de publicidad televisiva.
Es una experiencia demoledora. Dantesca.
Casi todos los anuncios son de una imbecilidad pasmosa.
Hay una variedad que me pone de los nervios: los anuncios que te
hacen una pregunta y prosiguen haciendo caso omiso de tu eventual respuesta.
En uno te interrogan sobre qué prefieres: si cocer la pasta o
enriquecerla con Avecrem. Yo contesté muy seriamente que lo que suelo hacer es
cocerla con Starlux y un chorrito de aceite de oliva, porque el Avecrem no me
gusta. La tía del anuncio no sólo no me hizo ni caso, sino que encima parecía
mearse de la risa.
En la radio también hay anuncios de ésos. “¿Quieres obtener el
diploma de técnico en prevención de riesgos?”. “Desde luego que no”, respondo.
Pues como si nada: me sigue contando a dónde tengo que llamar para que me lo
den. “¡Joder, pero si te he dicho que no lo quiero!”, me cabreo.
Si no les interesa mi respuesta, ¿para qué me preguntan?
Otro anuncio –vuelvo a la tele– me cuenta que en el utilitario
no-sé-cual de Renault caben muy bien ocho personas. Y entonces el cochecito se
para y se bajan cuatro embarazadas. ¿Pero qué bobada es ésa? ¿Qué quieren:
vender coches o hacer chistecitos? Hay anuncios de coches que ni siquiera te
dan cuenta de ninguna de las hipotéticas ventajas del modelo en cuestión. Uno
se concentra exclusivamente en relatarte los celos de un mamón llamado Carlos
que escribe su nombre precipitadamente en el buzón del portal de su novia
porque descubre que otro, que también tiene aspecto de cretino, va a
convertirse en vecino de ella. Yo tengo un ligue que incluye por su cuenta su
nombre en mi buzón y le monto un pollo que se entera.
Pero el que se lleva la palma es el anuncio de los teléfonos
Nokia. Connecting people!, exclama al final el anunciante con tono
presuntamente jovial. ¡En inglés! Pero, ¿por qué? ¿Qué tiene contra el
castellano? ¿No sabe cómo se dice eso en la lengua que hablamos por aquí? Pues
que lo pregunte. Yo mismo podría decírselo y le cobraría poco por hacerlo.
No quiero ni pensar qué bronca le armarían a Nokia si soltara la
frasecita en catalán o en euskara.
Pero no es sólo Nokia. La mitad de los anuncios incluyen términos
en inglés.
¿Son ellos los papanatas o se limitan a constatar un hecho social
masivo?
My God, what a pity!
(6-IX-2000)
............................................................................................................................
El Mayor humorista
Iñaki Anasagasti pidió ayer a Jaime Mayor Oreja que el PP vasco
acuda a la invitación del lehendakari Ibarretxe. El ministro del Interior le
respondió que eso no depende de él, sino de Iturgaiz.
No está mal, como chiste.
A cambio, como respuesta política es de un gusto más que dudoso.
Está feo tomar el pelo a Anasagasti. El pelo es el punto más débil del diputado
del PNV.
Todo el mundo sabe que Carlos Iturgaiz no hace nada que Mayor no
supervise. Y todo el mundo sabe que cuando, en un rasgo de involuntaria
autonomía resultante de una mala interpretación de las órdenes del amo,
Iturgaiz toma una iniciativa que a Mayor no le gusta, la rectifica echando
virutas.
Todo el mundo lo sabe... y Mayor sabe que todo el mundo lo sabe.
Por eso hay que entender que su contestación no fue sino un modo de demostrar a
Anasagasti –y, ya de paso, a la opinión pública, en general– que la reunión se
la traía al pairo.
Mayor no quiere buscar el entendimiento con el PNV. Me cuentan
que, en privado, el ministro dice: “Es que, si yo me entendiera con el PNV,
¿para qué serviría el PSOE?”. El señor ministro está muy chistoso últimamente.
Ni él ni Aznar quieren entenderse con el PNV. Lo que quieren es
destruirlo.
(5-IX-2000)
................................................................................................................
Iniciativas raras
Formalmente rara la una, profundamente
rara la otra.
Formalmente rara la de Aznar, que en
vísperas del encuentro de Mayor Oreja con Anasagasti aprovecha para lanzar una
de sus más virulentas diatribas contra el PNV. Eso está en contra de los usos y
costumbres de la política. Por enemigo que sea el interlocutor, uno no lo
insulta justo antes de sentarse a hablar con él. A no ser que quiera reventar
el encuentro, por supuesto.
Que es con toda certeza lo que Aznar ha
querido hacer.
Porque el presidente del Gobierno, aunque
no sea precisamente un modelo de sutileza, sabe que no es bueno vilipendiar a
aquel con el que te dispones a conversar. Lo demostró en vísperas de sus
contactos con ETA, cuando de repente dejó de referirse a “la banda terrorista”
y se puso a hablar de “la organización armada”.
Profundamente rara, en cambio, ha sido la
iniciativa de su ministro de Exteriores, Josep Piqué, que ha pedido a la UE (y
obtenido) un comunicado de condena del terrorismo de ETA. El Gobierno siempre
se ha mostrado contrario a la internacionalización del conflicto vasco. La
solicitud de apoyo que ha cursado Piqué contraría esa línea política. Una cosa
es aceptar de buen grado las muestras de solidaridad exteriores; otra, muy
diferente, recabarlas.
Al pedir el apoyo de la UE, el ministro de
Exteriores de Aznar ha dejado entender: a) que no lo daba por supuesto, y b)
que lo necesitaba.
No sé cuál de las dos cosas resulta más
inconveniente para su causa.
(4-IX-2000)
Para volver al archivo general del “Diario”,
pincha aquí