Apuntes del natural
[Del 9 al 15 de julio de
2004]
n
Muy feo lo de
Moratinos
(Jueves 15 de julio de 2004)
Empecé
a sospechar que Miguel Ángel Moratinos no era el hombre crítico y progresista que
tantos pretendían cuando le oí afirmar que «España» –así, en general– «no puede
por menos» que solidarizarse con Israel «porque nosotros también hemos sufrido
mucho por culpa del terrorismo». Me pareció una comparación de lo más
desafortunada, porque pasaba por encima del hecho de que Israel ha practicado
el terrorismo de manera tan sistemática como el que más, pero mucho más
ventajista que el que más, porque ha contado para ello con el pleno respaldo
diplomático, político, económico y armamentístico de los Estados Unidos.
El
ministro de Exteriores del Gobierno del PSOE ha maltratado ahora de nuevo su
imagen con otra afirmación igual de desdichada que la de solidaridad con
Israel: ha dicho que la celebración de un referéndum de autodeterminación en el
Sáhara ex español acarrearía una situación de peligroso desequilibrio en el
conjunto del Magreb.
Se
trata de una observación que reclama un doble análisis. El primero se refiere a
su exactitud o inexactitud. ¿La autodeterminación del Sáhara provocaría realmente
una crisis regional? Es difícil pronunciarse al respecto, sobre todo porque,
para que ese referéndum pudiera realizarse, deberían reunirse condiciones que
ahora no existen. Y, si existieran, su presencia repercutiría sobre el conjunto
de la situación del Magreb. No cabe
pronosticar nada sobre la evolución de una situación que nos es desconocida en
aspectos fundamentales.
Lo
cual nos lleva al segundo análisis necesario, que parte de una pregunta
elemental: ¿por qué se muestra Moratinos públicamente tan reticente con la
posibilidad de que se celebre un referéndum de autodeterminación en el Sáhara
si sabe de sobra que esa hipótesis no tiene posibilidades de materialización ni
a corto ni a medio plazo? Sólo cabe una explicación: para caer bien a las autoridades
de Marruecos, así sea a costa de sumir aún más en el desamparo al pueblo
saharui.
En
resumen: lo que ha hecho ha estado feo. Realmente feo. Muy feo.
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En El Hierro
(Miércoles 14 de julio de 2004)
Ayer
vi muchas cosas en El Hierro. Como todo los demás turistas.
Bueno,
como todos los demás, no. En El Hierro, por lo que voy comprobando, hay dos
categorías básicas de turistas: los que van como centellas viéndolo todo –a los que la tarea les dura un par de días, como
mucho, porque la isla es pequeña– y los que nos hemos concedido algo más de
tiempo para ir deteniéndonos en
cuanto nos llama la atención. Para lo cual nos es imprescindible ver mucho (si
no lo ves, ¿cómo sabes si te llama la atención?).
Así
que fuimos despacito, entrando en todas las desviaciones que conducían a puntos
sobre la que nos proporcionaba datos nuestra abundante información. Con
resultados muy satisfactorios. Porque El Hierro está muy poco turistizado. No
por «la sabiduría natural de sus gentes», que dicen los cronistas pelotas, sino
porque cuenta con dos inconvenientes decisivos. El primero es, sin duda, el de
las comunicaciones. Está muy mal comunicado vía aérea: tiene un aeródromo de
chichimoco, en el que sólo pueden aterrizar aviones de hélice (y según el
viento que haga, ni ésos). Las comunicaciones marítimas, con un ferry que hace
el recorrido de tres horas tres veces al día desde Los Cristianos, en Tenerife,
no sirven para cubrir el déficit. Al no ser posible la conexión directa con el
continente europeo y tener que hacer un enlace problemático en Tenerife Norte,
muchísima gente se desanima.
A
ese primer inconveniente hay que añadir otro no menor: lo hostil que resulta la
orografía herreña para el turista convencional. Toda la costa es muy abrupta.
Va de acantilado en acantilado. No hay playas. A menudo, para poder bañarse hay
que acercarse hasta la costa por pequeñas carreteras o caminos y luego
descender por escaleras de piedra larguísimas y (puedo certificarlo)
agotadoras. Llegado al mar, es necesario buscar alguna poza o piscina natural
formada por las rocas porque, salvo cuando el Atlántico decide tomarse un
respiro, el oleaje es imponente. Diréis: «Pues vaya, qué mal». Y yo responderé:
«¡De eso nada! ¡Qué bien!». Porque ese tipo de entorno tiene un encanto muy
especial. Ayer bajamos por un auténtico abismo buscando un lugar que habíamos
leído que era bonito. ¡Y vaya que sí lo era! Nos topamos con un sitio en el que
el mar ha creado una especie de laguna preciosa, de aguas limpísimas. Las rocas
mojadas, para mi sorpresa, no resbalaban, por lo que resultaba muy sencillo
entrar y salir. Y lo mejor: ¡no había nadie! El agua estaba tan limpia que,
aunque cubría de sobra, podía verse el fondo con total nitidez. Estuve nadando
un buen raro, fascinado por el lugar.
Ahora
bien: ¿quién se lleva a los niños de vacaciones a un sitio así? Pues muy poca
gente, y se entiende. Tiene muchas probabilidades de que se le desgracien.
Supongo
que no pocos herreños rabiarán viendo cómo florece el negocio turístico en las
islas vecinas. Puedo entender su sentimiento –¡puedo entender tantas cosas!–,
pero no compartirlo. Creo que el crimen de lesa Naturaleza debería estar
tipificado en el Código Penal. Llenar El Hierro de hoteles, bungalows y
adosados sería una canallada. Por fortuna, no lo tienen fácil.
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En la puerta de El
Hierro
(Martes 13 de julio de 2004)
Me
piden que no me empeñe en contar cosas tristes, como la de ayer, y que, puesto
que estoy en la isla de El Hierro de vacaciones, hable de esto.
De
momento apenas podría contar nada. Llegamos anteayer a última hora de la tarde,
cotilleamos el parador y sus instalaciones para ver qué posibilidades ofrece,
cenamos y me lancé de cabeza a la cama. Dormí diez horas de un tirón. Ayer
por la mañana nos dimos una larga caminata que nos llevó hasta el roque de la
Bonanza, que es uno de los caprichos de la Naturaleza más fotografiados de la
isla. De regreso, bajé al gimnasio a pedalear un buen rato en una bicicleta
estática y luego estuve nadando en la piscina. Después de comer una ensalada
–magnífico el tomate– y pescado frito, dediqué algo de tiempo a leer. Pasamos
un buen rato jugando una cómica partida de mini-golf, que duró muchísimo porque
Charo no tiene ni idea de patear y a mí me dieron un palo para diestros, lo que
para un zurdo es genial.
Ya
sé que no se trata de hacer en un solo día todo el ejercicio que no he hecho en
un año, pero me apetecía. Y me había propuesto tener ese primer día de
relajación, antes de lanzarme a recorrer la isla (o, mejor dicho, a conocerla,
porque recorrerla, lo que se dice recorrerla, se puede hacer rápido).
En
todo caso, la experiencia que he tenido hasta ahora no aporta materia para
hacer ningún apunte del natural revelador
de nada. Si no fuera por el suelo
negro, volcánico, por la vegetación, en parte singular, y por la presencia de
un mar bravo y con mareas, lo mismo podría estar en el Mediterráneo. En lo que
más se distingue del Mediterráneo es en lo que no se ve. Miro desde el jardín, veo varios kilómetros de costa y,
en toda esa extensión, sólo ocho o diez casas de campo aisladas. Si fuera el
Mediterráneo, habría también ocho o diez, sí, pero urbanizaciones. ¿Que digo si
fuera el Mediterráneo? O si fuera Gran Canaria, o Tenerife, o Lanzarote, o
incluso ya también La Gomera, que tan a gusto visité hace veinte años, cuando
los turistas en Valle de Gran Rey éramos cuatro gatos.
Tampoco
se ve gente. Ayer no creo que me cruzara con más de 20 personas en todo el día,
y a 15 las vi en el parador.
El
Hierro, «la Isla del Meridiano» –albergó el meridiano 0 hasta que los ingleses
se lo llevaron para Greenwich–, es la más meridional, la más occidental y la
más pequeña de las Canarias, islotes excluidos. Todos los folletos de
propaganda lo cuentan. También es la más pobre, pero de eso tienes que
enterarte por ti mismo. No esperes que te lo digan las guías turísticas. Es
como lo de las cucarachas. «¿Por qué no avisan de que hay cucarachas?», dice
Charo. No quiero ni imaginarme la advertencia en un folleto de propaganda:
«Aviso. Como el Parador está en medio de la Naturaleza, se cuelan cucarachas de
monte». Tendría efectos disuasorios definitivos.
Podría
hablar bastante de El Hierro, pero no por lo que he visto, sino por lo que he
leído. Cuando visito algún sitio lejano, suelo informarme bien, entre otras
cosas para relativizar lo que veo y me sucede: que a mí me haya llovido el día en el que he estado en tal paraje no
quiere decir que ése sea un sitio en el que suele
llover; que yo haya comido mal en
un restaurante no significa que se coma
mal; que en tal otro sitio no pueda bañarme porque hace muy mala mar no debe
interpretarse como que en ese sitio no es
posible bañarse. Y como eso, todo. Un buen acopio de información
–debidamente seleccionada, eso sí– sobre el lugar que vas a visitar te ayuda a
no caer en esos errores. Y a mucho más: a buscar el mejor mirador, la mejor
playa, el mejor restaurante, las aguas más tranquilas...
Ya
contaré lo que se tercie, si se tercia. En todo caso, hoy este rollo preliminar
ha servido para libraros de otro rollo bastante solemne que pensaba largaros a
propósito de ciertas lecturas sobre Historia que estoy haciendo, que aclaran no
poco sobre la actividad de la dirección del PSOE en las dos posguerras (primero
en la española y luego en la mundial). Eso lo dejaré para otro día, pero espero
no olvidarme del asunto, porque tiene su aquel.
Dicho
lo cual, empiezo el recorrido de la isla, cuya primera etapa nos llevará a
Valverde, que tiene 4.227 habitantes, según el último censo. Es la capital.
Aviso.–
Ayer, a
última hora, tuve una avería rara en el ordenador. Conseguí recuperarlo, pero
no sin esfuerzo. Cabe la posibilidad de que se escagurcie del todo. Si véis
mañana que llega la hora de comer y no he actualizado la página, ya sabéis a
qué se debe.
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Cómo son
(Lunes 12 de julio de 2004)
Reproduzco un correo electrónico
que me llegó ayer. No comento su contenido, porque se comenta solo. Es el
autorretrato exacto del protagonista de los casos más comunes de malos tratos,
que luego van a más o no según las circunstancias. Omito los datos personales
del remitente y cuantas referencias podrían permitir su identificación. He
respetado la redacción y la ortografía del original.
«Estimado Sr. Javier Ortiz:
Puede
que cuando ud. lea este mensaje, lo aloje en la papelera de reciclaje de su
P.C., pero si antes de que eso ocurra, tiene usted cinco minutos de su seguro
que escaso tiempo, me alegraría saber que al menos lo ha leido.
Mi
nombre es … nacido el …-…-1965 con D.N.I. …, y resido en la localidad de
…
El
motivo de dirigirme a usted -aún sin tener el gusto de conocerle- que
he visto en Internet que usted tiene una página que trata de problemas con
los juicios por malos tratos familiares y ante todo quiero narrarle los
atroces hechos que he vivido este pasado fin de semana.
El
pasado 4 de julio ( justo cuando estaba a punto de terminar la Europa 04 )
tuve una discusión con mi señora y con los nervios, le di un rempujón y al ver
que ella seguía gritando, la agarré haciendole daño en el cuello.
Siguiendo
los consejos de su hermana, fue al médico y tras preguntarle como había
ocurrido ella dijo: "Una discusión con mi marido". Cuando fue
informada por el doctor/ra que le antendió de que el parte médico iría
automáticamente a la policia y que irían en mi busqueda, ella trató
de evitar que eso sucediera, que se arrepentía de haber estado allí,
etc.... pero se lo impidieron. ¿ Es eso legál ?.
Bueno
a fin de cuentas, al cabo de media hora, estaba yo en casa, inmensamente
arrepentido por lo sucedido y dispuesto a ir a casa de mi cuñada para pedir
perdón, cuando la policia llegó a casa y me llevaron detenido. No quiero
ni contarle lo que pasó por mi mente cuando me dijeron que aquella noche
dormiría en prisión como su yo fuera un terrorista, un etarra o algo por el
estilo. Cuando al dia siguiente fui conducido al Juzgado de …, y mi
mujer me vió rompió a llorar, pero me fue imposible cruzar con ella ni media
palabra -que le juro hubieran sido- "Siento mucho lo ocurrido y te
quiero más que a nada en el mundo". Anímicamente destrozado por la
noche pasada en prisión en compañía de 4 moros que habían cojido en una patera
-Imagínese el deprabante panorama que viví- se celebró un juicio
rápido en el que me dieron dos posibles soluciones:
-
En la primera era condenado a 4 meses de prisión con una multa de no
recuerdo ahora el importe, y antecedentes penales, amén de un alejamiento
del domiclio de 100 metros. ( SIEMPRE QUE ME CONSIDERA CULPABLE )
-
En la segunda era condenado a 7 meses de prisión con una multa
de no recuerdo ahora el importe pero creo que superior, y antecedentes penales,
amén de un alejamiento del domiclio de 100 metros.
El
abogado de oficio me sugirió que era mejor ir a juicio por que mi mujer
había retirado la denuncia y había que evitar a toda costa que me cayeran
antedecentes penales. Entonces mi pregunta es y sigue siendo ¿ Si mi mujer ha
retirado la denuncia, por que me siguen juzgando a mi? Me explicó que
ahora se me juzgaba a mi por el delito cometido y que mi mujer tendría que
comparecer como testigo para preguntarle después de interrogarme a mí como sucedieron
los hechos. Se que mi mujer me va a defender a toda costa pero me
dijo que el fiscal intentaría de acorralarla, con lo cual la condena se
agravaría mucho más.
Por
último dejeme decirle que llevo 21 años con mi mujer, ella tenía 13 y yo 18
cuando comenzamos a salir y tenemos un niño con 10 años para colmo de
males con [cita
una grave minusvalía física]. Quiero
confesarle también que el motivo principal de la discusión son
los abusivos gastos que estaba efectuando últimamente mi mujer con un
teléfono móvil que recientemente había comprado. Llevávamos discutiendo lo
menos ocho meses siempre con el teme del dichoso móvil y aquella noche me
acaloré, pero déjeme jurarle que no soy un terrorista ni he tenido nunca
malos tratos con mi mujer ni nada por el estilo. Y no me merezco estar
delante de un Juez por un delito -repito DELITO- que creo que es una palabra
muy fuerte pues yo no me lesionado, ni matado a nadie en mi vida.
A
la espera del juicio que tendrá lugar el próximo …, se que más bien
poco podrá usted hacer por mí, pero quizás un artículo en el
Periodico EL MUNDO que usted trabaja o una noticia en televisión que trate de
concienciar al juez que me juzgue sirva para precisamente eso... que se
juzgue a una persona ( no un terrorista) por un error cometido (y no un delito)
y que le juro que no volverá a ocurrir jamás.
Si esta
carta fuera atendida, y quiere hablar usted conmigo, mi número de
contacto es el … (…) Si puede hacer algo por mí y por mi famlia que está
tan destrozada como yo, le estaré eternamente agradecido. (…)
Gracias
de antemano por su comprensión.»
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Ni prometedora ni
prometida
(Domingo 11 de julio de 2004)
Las
autoridades de Israel dicen que no acatarán el dictamen del Tribunal
Internacional de Justicia de La Haya, que ha declarado «ilegal» el muro
levantado por las fuerzas sionistas de ocupación dentro del territorio
palestino de Cisjordania.
Alegan
los de Sharon que la sentencia del TIJ no tiene carácter vinculante. ¡Como si
eso importara algo! Las resoluciones de las Naciones Unidas sí tienen carácter
vinculante y no las tratan con más respeto.
Lo
lógico sería que la ONU, de la que depende el TIJ, tomara ahora las medidas
pertinentes para que el dictamen se cumpla. Algo de eso ha sugerido Kofi Annan,
de viaje por África. Pero el representante de EEUU ante el organismo
internacional se ha apresurado a afirmar que «no ve la necesidad» de aprobar
ninguna resolución nueva al respecto. Es tanto como decir que están dispuestos
a recurrir al derecho de veto que tiene su país para frenar cualquier
iniciativa destinada a respaldar el dictamen del Tribunal de La Haya.
Cuando
llegó anteayer la noticia de lo acordado por el TIJ con el voto favorable de
todos sus integrantes, excepto el estadounidense, el ministro de Exteriores
palestino afirmó muy emocionado que ese dictamen es la prueba de que los
palestinos deben confiar en las vías pacíficas de lucha, porque son las más
rentables, y abandonar ya para siempre las respuestas violentas a la violencia
de Israel.
No
estoy seguro de que eligiera la mejor ocasión para defender esa tesis. Porque
rápidamente quedó en evidencia que Israel goza de bula –la que le proporciona
la superpotencia norteamericana– para hacer lo que le viene en gana, con
perfecto desprecio de toda legalidad que no sea la suya propia.
Podrá
argumentar que con la violencia tampoco han conseguido gran cosa, pero no que
la vía pacífica se esté mostrando prometedora.
En
aquella tierra no parece que quede nada que resulte demasiado prometedor. ¡Y
pensar que hubo quien la bautizó como «la tierra prometida»!
Si antes lo digo…
Leo en la edición digital de El Mundo de hoy, en Últimas Noticias:
«El secretario general del PP, Mariano Rajoy, consideró en Abanilla, a donde se
trasladó para mantener un encuentro con afiliados 'populares', que en el tema
del accidente del Yakovlev-42 “las responsabilidades políticas se han cubierto,
porque nosotros ya no estamos en el Gobierno y Federico Trillo no es ministro
de Defensa»”.
Algunos lectores se acordarán del apunte que escribí el jueves de la
semana pasada, titulado «Responsabilidades».
A quien no lo leyera o no lo recuerde, le invito a echarle un vistazo. Si antes
lo digo…
Nota.–
Dentro
de pocas horas, si todo acontece conforme a lo previsto –cruzo los dedos–,
saldré en avión con destino a la isla de El Hierro, la más occidental, la más
meridional y la más pequeña de las Canarias. Allí estaré seis días. Supongo que
el viaje me dará para algún apunte. Pero
si lo menciono no es por eso, sino para avisar que, en razón del cambio de hora
y del plan de descanso que llevo, lo más probable es que actualice la página
más tarde de lo habitual. Quedáis avisados.
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¿«Que se pudran»?
(Sábado 10 de julio de 2004)
La
presa de ETA Oihane Errazkin fue encontrada muerta, ahorcada, en la noche del
miércoles pasado, en la celda de ocupaba en la prisión de Fleury-Mérogis, en
París.
A
expensas de la investigación que se realice –si es que se realiza algo que
merezca el nombre de investigación–, se supone que Errazkin se suicidó.
Ignoro
qué le pasó por la cabeza –y qué se quedó clavado en ella– en las horas
anteriores a su muerte. Es posible que tuviera motivos muy personales para el
hastío de vivir. No me cabe ninguna duda, en cambio, de que las condiciones en
que se hallaba, si no fueron determinantes de su muerte, tuvieron forzosamente
que contribuir a ella. Y mucho.
Una
visita oficial de inspección realizada hace algunos meses a la cárcel de
Fleury-Mérogis dio como resultado un informe en el que se calificaban de
«medievales» las condiciones en que malviven allí los presos. El retrato de las
celdas de castigo (mitards) que
ofrecieron los visitantes multiplicaba por diez la carga de la denuncia. A lo
largo de los tres años que llevaba en esa cárcel, Errazkin realizó diversas
acciones de protesta en contra del trato inhumano y degradante que recibía, lo
que la condujo una y otra vez a las temibles celdas de castigo. Errazkin tenía
que saber qué perspectiva le esperaba: o aceptaba con resignación el régimen de
internamiento imperante en la cárcel francesa –es decir: o aceptaba
autodegradarse– o cumpliría su larga
pena de celda de castigo en celda de castigo.
Ohiana
Errazkin era militante de ETA. A los efectos de este comentario, me daría lo
mismo que estuviera en la cárcel por error, que fuera la estafadora más
importante de París o que hubiera matado a cuatro viandantes por el placer de
verlos morir. De lo que se trata en este caso no es de sus derechos
particulares, sino de los derechos que asisten a toda persona, por el hecho de serlo. Unos derechos que son violados
a diario en las cárceles francesas y españolas.
Según
la Constitución Española, la finalidad de la pena de cárcel es la
rehabilitación social del delincuente. No lo sé, pero imagino que la
legislación fundamental del Estado francés recogerá alguna afirmación de ese
mismo tenor.
Para
que ese fin pueda cumplirse, lo menos que debería hacerse (¡lo menos!) es
asegurar las condiciones materiales que permitan al recluso o la reclusa vivir
con dignidad. Lo que se hace en la práctica es todo lo contrario.
Hace
años, Felipe González, por entonces presidente del Gobierno español, expresó su
deseo de que los miembros de ETA «se pudran en las cárceles». No se trató de un
mero exabrupto, sino del enunciado de un programa que se ha venido aplicando
desde entonces de manera sistemática, tanto con el PSOE como con el PP.
Que
resulte despiadado es lo de menos. No hace al caso ponerse a discutir con ellos
sobre sensibilidad. Lo principal es que se trata de un propósito
anticonstitucional. Ilegal. Que combaten la ilegalidad con ilegalidad.
Eso
los retrata.
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El mal talante
(Viernes 9 de julio de 2004)
Mucho
cachondeo se hace ya sobre el famoso talante
de Rodríguez Zapatero. Ayer mismo oí a Xavier Arzalluz, de viaje por
Cataluña, comentar en todo irónico que el presidente del Gobierno es «un hombre
muy sonriente; quizá demasiado».
Supongo
que a nadie le molesta que sonría mucho. Lo que mosquea es que con cierta
frecuencia quiera disimular con sonrisas y buenas palabras la ausencia de
gestos concretos y prácticos.
Así
las cosas, corremos el riesgo de olvidar las ventajas que presenta el talante
amable de Zapatero. Y no deberíamos.
Hay
un modo de precaverse contra ello: ver cómo se las gastan los dirigentes del
PP.
El
temple de la jefatura pepera se fue
volviendo cada vez más chulesco y más desabrido durante su dilatada ocupación
del poder. Algunos apuntaban ya maneras desde el principio; otros desarrollaron
esa faceta más lentamente. Entre unos y otros fue acumulándose un importante
acervo de desplantes. Álvarez Cascos, Tocino, Trillo, Arenas, Martínez (doña
Teófila), Acebes, Zaplana, las hermanas Palacio –cada una en su vertiente–, el
propio Aznar... Parecían competir en capacidad para mostrarse bordes. Incluso
el propio Rajoy entró alguna vez al trapo.
Si
ése era su talante cuando libaban las mieles del éxito, excuso decir lo que les
ha mejorado el humor después del 14-M.
La
Comisión parlamentaria para la investigación de los atentados del 11-M y sus
circunstancias está sirviendo de escenario para la exhibición del mal estilo
elevado al cubo que el despecho ha instalado en las vísceras del PP.
La
mezcla entre sus pésimos modales y sus obsesiones, que también son finas, da
resultados verdaderamente espectaculares.
El
diputado Vicente Martínez-Pujalte, borde entre los bordes, decidió ayer
interrogar al actual comisario general de Información, Telesforo Rubio, sobre
sus preferencias políticas y su relación más o menos intensa con el PSOE. No lo
hizo porque sí: trataba de alimentar la tesis, típica del PP, de que la derrota
electoral de su partido se debió a que el PSOE se sirvió de malas artes para
que el atentado del 11-M obrara en su provecho. Le hicieron ver que ni cabe
interrogar a nadie sobre sus legítimas opciones políticas ni esas opciones
pintan nada en este asunto, a no ser que el PP crea que el comisario Rubio ha
incumplido sus obligaciones por razones sectarias. Como quiera que no afirma
tal cosa (sólo pretende que la sospecha quede en el aire), Pujalte se vio
forzado a envainársela, pero no sin montar el número. Se puso a dar grandes
voces («¡Esto es una manipulación!»), se levantó de su asiento y se dedicó «a
dar vueltas de un lado para otro, ante la mirada atónita del resto de los
vocales y periodistas allí presentes», según reza una crónica periodística.
Entretanto,
su compañero de partido, el navarro Jaime Ignacio del Burgo, se metía en otro
rifirrafe, éste con el peneuvista Emilio Olabarria, al que tildó de «defensor
de ETA» porque contribuyó a desacreditar una obsesión más del PP: que los
grupos terroristas islámicos trabajan mano a mano con ETA y que seguro que ETA
algo tuvo que ver con el 11-M. Los policías insistieron en que no había nada de
eso, Olabarria ayudó a poner en evidencia la idea fija de Del Burgo y éste no
pudo aguantarse las ganas de insultar.
De
modo que, si bien es cierto que el buen talante no aporta mucho por sí solo,
presenta una ventaja difícilmente discutible: es mucho más llevadero que el mal
talante.
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