Zaplana (o de cómo medir el descaro)
Casualmente, un...
periodista del programa Tómbola llevaba un metro de modista en el bolsillo. Así
que entre él y otro... periodista decidieron medir el pene de un ex consursante
de Gran Hermano. Allí, en vivo y en directo. Tuvieron el detalle de hacerlo de
espaldas a la cámara, eso sí.. Vamos, que el pingajo
no se vio. Desconozco si Eduardo Zaplana, ex ministro cartagenero, estaba
viendo el programa esa noche o si estaba haciéndose unos trajes a medida.
Desconozco qué le parecería semejante ocurrencia. Es más, no tengo ni pajolera
idea de qué demonios se trajo entre manos con el agonizante Canal 9 durante su
etapa como presidente de la Generalitat Valenciana. Sí me consta que la
televisión pública valenciana supura deudas y rezuma un hedor insoportable.
Faltaría por determinar la responsabilidad de Zaplana en este estado de las
cosas. El eco silenciado de multitud de denunciantes tiene mucho que decir al
respecto. Sólo hay que prestarle un poco de atención al, como dirían Simon y
Garfunkel, sonido del silencio.
Desde los
servicios informativos del canal autonómico valenciano se ha empequeñecido el
tejemaneje de Urdaci en TVE hasta hacerlo parecer nimio en una comparación
inevitabelemente odiosa. No es de extrañar que ahora surja la posibilidad de un
master para el periodista condenado por manipulación informativa. Quizá en
Canal 9 Urdaci encuentre la perfección, el ingrediente que le faltaba por
añadir a sus recetas de genuflexiones aznaristas. Hay mucho que manipular para
recuperar cuanto antes la escena de esta tragicomedia en que se ha convertido
la política española. Algunos voceros frustrados berrean desde la cobardía moral : « Polanco es malo; Polanco controla un monopolio de
medios de información ». Lo eructa noche y día, por ejemplo, un alocado
marinero de las letras libres que trabaja para varios medios de comunicación de
idéntica línea editorial y partidista, muy lejana de la doctrina polanquista.
Lo de Canal 9
sí que es el reflejo de un monopolio: el de la miseria que vive el periodismo.
¿Qué se puede decir de una televisión que interumpe la emisión de una película
para anunciar que Zaplana ha sido designado portavoz del grupo parlamentario
popular en el Congreso? Mucho. Cabe oponerse una despiadada y sucia instrumentalización;
es obligado reclamar que el dinero público no sirva como pilar del
enriquecimiento de unos pocos; es necesario sacar a relucir las constantes
denuncias de algunos de los profesionales del propio medio de comunicación.
Así, el Comité de Redacción apuntaba allá por el año 2000: "Los
informativos de Canal 9 manipulan la información y la censura de forma
continuada y cada vez de manera más burda con un único objetivo: beneficiar los
intereses políticos partidistas del Partido Popular y sobre todo del líder de
este partido en la Comunidad Valenciana, Eduardo Zaplana. Los responsables de
esta constante agresión a los principios democráticos son los máximos
directivos de la cadena y su grupo de colaboradores con cargos destacados en el
Departamento de Informativos que día tras día elaboran unos telenoticias tan
alejados de la realidad como llenos de contenidos propagandístico”.
Zaplana lucía
bronceado y geométrico peinado sin rubor alguno, copaba el prime time a su antojo, y relegaba a sus adversarios políticos a
esporádicas apariciones, cuando no al anonimato melancólico. No es que el fin
justificara los medios entonces; es que sólo existía un único fin. No resulta
difícil de imaginar.
Año tras año, la
oposición contemplaba impotente el ejercicio descarado de control y
manipulación informativa. El Comité de Redacción no cejaba en su empeño: “En
seis meses, Zaplana suma 318 apariciones en el Notícies 9, el informativo de la
cadena. Todos los dirigentes del PSPV-PSOE suman, juntos, 31 apariciones, y los
de Esquerra Unida, 29. Un desequilibrio absoluto si se considera el resultado
de las autonómicas de junio de 1999. El PP obtuvo el 48 por ciento de los votos;
el PSOE, el 34 por ciento, y Esquerra Unida el 6 por ciento».
Eran días de vino
y rosas para el político del ansia infinita, para ese chico de Cartagena cuya
popularidad iba en aumento. Se había convertido en un hombre importante para el
ya endiosado José María Aznar. La religión política de Zaplana es otra, pero el
dogma de fe es el mismo. Las acusaciones de manipulación, sin embargo, se
sucedían en Canal 9. La Agrupación General de Periodistas de UGT (AGP)
denunciaba públicamente “la persecución política a que está siendo sometida
la inmensa mayoría de la redacción de la televisión pública valenciana, Canal
9, por parte de la dirección actual, designada por el gobierno autonómico del
PP. (...) Cerca de un 80 por ciento de los periodistas fijos en plantilla, que
obtuvieron su plaza mediante oposiciones públicas y nunca cuestionadas por
nadie, han sido apartados de los informativos diarios de la cadena. En su
lugar, la dirección ha colocado medio centenar de personas contratadas sin
concurso público de ninguna clase y sin ningún respeto a las bolsas de trabajo
establecidas en el Convenio Colectivo. La mayoría de estos
"enchufados" acaban de obtener la licenciatura en la universidad
privada de la Iglesia en Valencia y no cuentan con ninguna experiencia
profesional, a pesar de lo cual alguno de ellos ha sido incluso nombrado jefe
de sección”.
Con estos antecedentes
imagínense cuál fue el tratamiento informativo de la huelga general del 20 de
junio de 2003; trate de pensar en la forma en que se manejó la información
concerniente al hundimiento del Prestige. Los tentáculos de Zaplana no han
soltado nunca al canal público valenciano, ni siquiera cuando entró triunfante
en su nuevo despacho de ministro a las órdenes de Aznar. Sus garras se dejaron
sentir incluso en el infausto 11-M pasado. En medio de aquella maraña de
tergiversaciones, miedos, manipulaciones y desgarros políticos, el comité de
empresa de la Televisión Valenciana solicitó la dimisión del director general,
Josep Vicent Villaescusa, de la directora de la cadena, Genoveva Reig, y del
director de los servicios informativos. Los trabajadores denunciaron a través
de un comunicado que la manipulación en la cobertura informativa del 11-M llego
a cotas intolerables y que se superaron todos los límites. Se ocultó
información, se tergiversaron los datos y se dio credibilidad únicamente a la
versión oficial del Gobierno sobre la autoría de los atentados.
El PSPV también ha
puesto el grito en el cielo una y otra vez, perplejo ante la discriminación
informativa a la que se ha visto sometido. Incluso para el diario ABC, no cabe
duda de quién está actualmente detrás del control de Canal 9. Así lo reflejaba
el pasado domingo en una información firmada por Joseph Abiols: “No
obstante, es el ex ministro Eduardo Zaplana quien ejerce un control pleno y
férreo sobre los cargos de la Radiotelevisión Valenciana. (...) El Gobierno
autonómico, una vez se cierre la sucesión Zaplana-Camps al frente del PP-CV,
tiene intención de meter el bisturí en Canal 9 para recuperar el modelo de
televisión pública de calidad, es decir, que primen la cultura y la lengua de
la Comunidad, que se eleve su condición de servicio público y limpiar la imagen
de unos informativos como mínimo dudosos”.
Reacio a compartir
su papel de domador político, Zaplana contempla estos días cómo se tuerce su
intento de privatizar Canal 9. Hace rechinar sus dientes al escuchar cómo el
Juzgado Número Uno de lo Contencioso-Administrativo de Valencia dicta sentencia
a favor del sindicato CGT y en contra de la privatización de “su” televisión.
Ésta es una de las obsesiones de Zaplana. Repartiendo la huerta entre los
amigotes resultará mucho más fácil hacer salir a la luz a los tramoyistas de la
desinformación que han convertido la antigua redacción en una piara maloliente,
en la que muchos profesionales de estómago delicado pasan interminables y
durísimas horas. Jesús Sánchez Carrascosa, ex director de Canal 9 y ex jefe de
campaña de Zaplana, es uno de los hombres que más hilos ha movido en pro de la
ansiada privatización del ente público.
El asunto de la
privatización es harina de otro costal. Es un asunto de aguas turbias,
intereses putrefactos, manualidades políticas, relativismo ético e indecencia
mundana. Quizá en otra ocasión me centre en ello, pero lo que hoy me ocupaba
era el asunto de la medición del órgano genital de un ex concursante de Gran
Hermano. Una vez más, Tómbola, el pionero de los programas narcotizantes, se
impuso en la línea de meta a sus rivales en el sprint. Una minga ha motivado
esta vez el revuelo. A los medidores les pudo, quizá, su desmedido interés por
conocer de cerca un capullo; al capullo medido le movió el interés por sentirse
querido, por labrarse esa rentable fama de polémico e indecente figurante. Hoy,
ambos defectos se han convertido en las más rentables de las virtudes
paranoicas. Lo de menos era el tamaño. En ambos casos, o sea, teniendo en
cuenta a los dos capullos (Zaplana y el ex de Gran Hermano), hay que aceptar
con una resignación infinita que sus instintos primarios han reinado sobre la
razón. Además, medir un pene no tiene mucho mérito. Lo difícil es cuantificar
el descaro con el que se engaña a un pueblo*.
*Nota del autor: Si te interesa conocer algo más de la
influencia de Zaplana en Canal 9 pincha aquí.
Latrelevisión
Podría remitirles a mi crítica del pasado 3
de febrero, en la que les ponía al tanto del debut en solitario de Carlos
Latre, para que se hicieran una idea aproximada de lo que contuvo su segundo
ejercicio televisivo lejos de Javier Sardá. Latre ha vuelto a defraudar. Y sus
pecados ahora han sido los mismos que entonces. Por muy bien que imites a los
famosos, necesitas un hilo argumental, ocurrencias, situaciones disparatadas
que provoquen la risa. Con un guión lamentable no se puede trabajar.
Nadie en su sano juicio puede negarle a
Carlos Latre una impresionante habilidad para la imitación. Con ese potencial,
resulta paradójico que una producción televisiva costosa no se oxigene con un
guión a la altura de las circunstancias. De nuevo se hizo burla de la estatura
de El Fary, un paupérrimo y despreciable recurso que no tiene ninguna gracia.
Latre tampoco dio esta vez la talla.
Para escribir al autor: Marat_44@yahoo.es
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