Una perfecta imbecilidad (y III)

 

El torero colombiano César Rincón se somete a las preguntas de los internautas en el chat del diario El Mundo. Le preguntan: ¿Qué le diría a quienes quieren que desaparezca la fiesta por tratarse de un maltrato a los animales?

Su respuesta es una imbecilidad en sí misma: “Que realmente no ven las bondades de nuestra fiesta brava,  sino que se aferran a una barbarie que solamente ellos ven”.

¿Bondades? Sí, efectivamente, el negocio taurino es bueno para quienes viven de él, obvio. Bueno para toreros, ganaderos, rejoneadores, monosabios, picadores, subalternos y acomodadores de las plazas. Bueno para  reventas, fabricantes de trajes de luces. Bueno para empresas que gestionan las plazas de toros, bueno para  cuadrillas, bueno para el que abre la puerta de chiqueros, bueno para quienes trasportan el ganado hasta las plazas... Un mar de bondades.

Poco importa que tanta benevolencia esté teñida de rojo, tortura y sufrimiento. La fiesta brava a la que se refiere el matador de toros es, al margen de miradas piadosas y presuntas  excelencias artísticas, un ejercicio sádico y denigrante. La droga también tiene bondades para quien se llena los bolsillos con su venta; lo mismo puede decirse de los vendedores de  minas anti-persona y  balas de fragmentación. También hay quien ve la cara amable de la pederastia, los secuestros o la venta de armas a  hutus y tutsis en plena matanza ruandesa. ¿Da placer, ofrece beneficios? Naturalmente, luego es bueno para quien se lucra u obtiene un beneficio de todo ello. Conste que no estoy comparando las corridas de toros con todo esto, sino que pretendo, más bien, situar  el pragmatismo a ultranza  en la cuerda floja.

Si al matador de toros César Rincón le parece que su profesión no consiste en torturar y asesinar a los toros de lidia aplicando ciertas destrezas técnicas con unos determinados utensilios, es que no es capaz de mantener el equilibrio en esa cuerda floja. Otra cosa es que se vea obligado a justificar  a cualquier precio el medio que ha elegido para ganarse la vida. Un medio cimentado sobre el dolor de unos animales. Una barbarie, sí, una auténtica barbarie.

 

Para escribir al autor: Marat_44@yahoo.es

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