La
organización Worldwatch Institute*
acaba de hacer público su último informe anual sobre la situación del mundo.
Ayer, en la presentación de dicho documento, intitulado “State
of the World 2005: Redefining Global Security” (“Estado del mundo en
2005: redefinir la seguridad global”), el presidente de dicha ONG resumió con
una frase muy afortunada las conclusiones a las que han llegado en esta
ocasión: “La pobreza, las enfermedades y el deterioro medioambiental son los
verdaderos ejes del mal”. Recordó también -y es significativo que lo haya
hecho- que el terrorismo y la inseguridad tienen en tales desgracias sus
causas, y que son éstas las enemigas a combatir. No se ha cortado un pelo: ha
declarado que a su organización no le cabe duda alguna de que las luchas por el
petróleo son las que provocan actualmente la mayor parte de las guerras y las
que dan lugar al nacimiento de más grupos armados no gubernamentales. Estas
lúcidas deducciones coinciden en el tiempo con el hecho de que el Gobierno
estadounidense acaba de admitir que no había, ni hay, armas de destrucción
masiva en Irak. (Y eso que a Aznar “no le cabía la menor duda” de que las hubiera,
no me resisto a recordarlo.)
En efecto, los “ejes del
mal” a los que se refería el presidente de Worldwatch
son los enemigos de los habitantes de la Tierra, pero también tienen su causa:
el capitalismo. El capitalismo salvaje, la barbarie neoliberal, la explotación
económica de la mayor parte de los seres vivos y de los recursos naturales,
provocan la pobreza (la mitad de las personas del mundo son pobres de miseria)
y el deterioro del medio ambiente, calamidades ambas que dan lugar a la
aparición de enfermedades de toda índole y condición (cada año mueren dos
millones por ello), haciendo del mundo un lugar horrible para la mayoría de la
gente que en él habita.
En resumen, el mal
proviene de los codiciosos hombres y mujeres que viven en casitas del barrio alto
de su comunidad y a las que les traen al pairo las desgracias que millones de
individuos padecen a causa de su enloquecido afán por obtener ubérrimos y
obscenos beneficios económicos.
Pero dejadme extraer aún
otra conclusión, exactamente igual de obvia que la anterior: si las personas
que no pertenecemos a la apestosa especie de los poderosos y los riquísimos,
pero sí hemos podido acceder a la información y la cultura, y tenemos cierta
capacidad de organización, los que comemos todos los días, vivimos bajo techado
y disfrutamos de protección sanitaria, si todos o gran parte de nosotros
decidiéramos que no íbamos a tolerar esta carrera sin frenos hacia la
catástrofe generalizada, tal vez -no quiero aventurar demasiado- podríamos
hacer algo para remediar la desastrosa realidad que amenaza la calidad de vida,
y la vida incluso, de la mayor parte de la población mundial.
Y no me refiero a hacer
donativos económicos a las ONGs que ayudan a los
desgraciados, actitud que, con ser loabilísima, no
hace más que parchear las agónicas existencias de la gente a la que van
destinados. Me refiero al enfrentamiento directo con los culpables del caos.
Aludo a una nueva especie de revolución: la de la intolerancia. ¿Qué, si no
tolerásemos más a los Gobiernos que hunden a los países subdesarrollados
económicamente, a través del Fondo Monetario Internacional? ¿Qué, si nunca más
votásemos a un Gobierno que permite la explotación abusiva de los recursos
naturales de su tierra o de la tierra ajena? ¿Qué, si no permitiéramos que las
agrupaciones de empresarios dirigiesen la política económica que afecta a
nuestra cotidianeidad? ¿Qué, si a los mandatarios que deciden invadir otro país
se los considerase criminales de guerra, se los juzgase y se los incapacitase
para poder volver a cometer tal delito? ¿Qué, si estuviera prohibido obtener
plusvalía del esfuerzo de otros, al menos más de la necesaria para tener una
vida digna? ¿Qué, en fin, si nos pusiéramos manos a la obra para evitar que se
haga efectiva cualquier tentación de destruir el mundo y al resto de las
personas en beneficio propio? ¿Qué, qué decís? Ya, que sí, que dónde hay que
apuntarse.
Nadie dijo que fuera
fácil enfrentarse a ciertos problemas, pero estamos obligados a hacer algo.
Creo que es moralmente inevitable que los que podemos actuar por la consecución
de un mundo mejor, hagamos lo posible por ello.
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* Si queréis saber algo acerca de esta organización,
aquí cuentan bastantes cosas
interesantes, entre ellas la que sigue (la traducción es casera, queda
advertido; el original está en
inglés, naturalmente):
«Fundado
en 1974 por Lester Brown, el Worldwatch Institute (Instituto de Vigilancia del Mundo) ofrece
una mezcla única de investigación interdisciplinar,
enfoque global y literatura accesible, que ha convertido a esta institución en
una de las más importantes fuentes de información acerca de las interacciones
que tienen lugar entre la economía, la sociedad y el medioambiente. Nuestro
trabajo gira en torno a la transición hacia una sociedad medioambientalmente
sostenible y socialmente justa, y cómo llevarla a cabo.
La
credibilidad y la accesibilidad de la investigación de Worldwatch
han hecho populares nuestras publicaciones entre una representativa muestra de
la población que incluye desde importantes personalidades gubernamentales y del
mundo de los negocios, hasta los medios de comunicación, los estudiantes y el
público general. Desde la publicación del primer Worldwatch
Paper en 1975, el Instituto ha abordado el debate
de asuntos medioambientales y sociales mediante el análisis desde una
perspectiva global e interdisciplinar. Lo cual ha
dado lugar a nuevos puntos de vista sobre los temas actuales, tengan o no
cabida en los titulares.
Worldwatch
comenzó el siglo XXI con un nuevo presidente y un plantel y
un Consejo de Administración fortalecidos, y el nuevo compromiso de proveer la
información y las ideas necesarias para fomentar un mundo sostenible.
Independiente y neutral, nuestra investigación está financiada fundamentalmente
por donaciones privadas provenientes de fundaciones y particulares. Casi la
tercera parte de nuestro presupuesto proviene de las ventas de las
publicaciones.»
Para
escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es
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