Pensé en comenzar el año escribiendo algo sobre una de mis
novelas favoritas, y cuyo cuarto centenario se celebrará profusamente durante
los próximos meses: el Quijote. Sin embargo, como parece evidente que no hay
prisa alguna por comentar lo que me parece dicha obra escrita, he creído
conveniente, a última hora, dejarlo para otra ocasión.
Y
es que el Parlamento vasco ha dado luz verde al plan del lehendakari para
negociar una nueva relación con el Estado central (con los votos de la
izquierda abertzale, como se encargan una y otra vez de recordarnos los
enemigos del llamado “plan Ibarretxe”). Y el PSOE, en su tónica habitual, ha
dado una de cal y varias de arena. La de cal ha consistido esta vez en
considerar exagerados los gritos de desgarro que ha proferido el Partido
Popular, y en no intentar, como sin duda habría hecho Mariano Rajoy de estar en
el poder, acabar con la rebeldía parlamentaria vasca por la vía de hacer pasar
a Juan José Ibarretxe por un delincuente a gran escala. Hecho lo cual, han
soltado varias toneladas de arena. Con su talante-tatrás,
como muy certeramente calificaron Gallego y Rey el
proceder de Zapatero en una viñeta, el presidente y los suyos corrieron en
primera instancia a reunirse con la ultraderecha para encontrar -digo yo-
consuelo en su miedo pánico, ante la previsión de que Euskadi pueda tener la
intención de ampliar su independencia efectiva del resto de España. Supongo que
el PP los recibió como el padre de aquel hijo pródigo que regresó al seno
paterno: con una bronca, y una inicial comprensión de su debilidad. Comprensión
disuelta de súbito al constatar que la rebeldía del recién regresado al redil
no acababa de disolverse.
Y
es que las malas compañías -ERC- se han encargado de recordar al PSOE que no
habrá más apoyo al Gobierno si vuelve el bloque españolista a hacer de las
suyas. Dignísimo Puigcercós, fue él el encargado de
soltar el ultimátum. Cuánto me habría gustado ver la misma actitud en
Llamazares. Pero no, claro. Ni siquiera ha optado por atender el sensato
consejo que Madrazo le regaló: la vía de la
abstención, siempre higiénica en estos casos y nada comprometedora. Y bueno, la
posibilidad de que Izquierda Unida hubiese aportado su propio nuevo modelo de
Estado al debate (una república federal, por ejemplo) es tristemente una
entelequia.
A
todo esto, la reacción del PSOE se basa, sobre todo, en la amenaza. Que si no
vamos a permitir, que si no se puede tolerar, que si la Constitución es
sagrada, y todas esas pamemas que repiten en estos casos. El día de la Pascua
Militar, incluso, con adorno de cornetas, galones, rey y minijtro.
Una diría que insinúan algo acerca del uso que debe darse a los carros de
combate, pero no está la cosa para ironías guerreras.
A
lo mejor no es el momento. A lo mejor sí. Tal vez no debió sacar Ibarretxe el
plan adelante con los votos de Sozialista Abertzaleak. Acaso sí. Quizá el contenido del plan no sea
oportuno. Quizá sí lo sea. Todo eso, creo, es discutible. Lo que no me parece
discutible, en absoluto, es que Euskadi, y Cataluña (y Cuenca, y ...), están perfectamente en su derecho de reconsiderar su
situación en, o hacia, España. Y conviene no perder de vista que los
partidarios del cambio harán todo lo que esté en su mano por transformar las
cosas. Si es a tortas, a tortas.
Más
vale que los que quieren mantener el modelo actual de estado se vayan dando cuenta de cuál es la realidad. Por su bien, y
por el de todos.
Para
escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es
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