Los
ocho años de gobierno pepero han hundido la economía
familiar de las clases trabajadoras españolas. Y es ésta, con gran diferencia,
la peor de las consecuencias de estas dos legislaturas que Dios tenga en su
santa gloria. Y no creáis que me olvido del Trío de las Azores ni de la guerra
de Irak, el atentado de Madrid, la ilegalización de Batasuna, la persecución de
los nacionalistas, la mala baba y peor educación de los diputados del PP, los
insultos cotidianos, los desprecios a la voluntad popular, la incandescente
mediocridad de la televisión pública, el fascismo orgulloso y militante de los
periodistas adictos al régimen, las privatizaciones y los decretazos. No, claro
que no olvido todo el mal que estos degenerados nos han traído en otros
aspectos.
Pero
la precarización de los empleos, el incremento de las
contrataciones temporales, el alza en los precios de la vivienda, el aumento de
los precios en los bienes de primera necesidad y, sobre todo, el estancamiento
de los salarios, han hecho de este país un sitio en el que llegar a fin de mes
empieza a ser cosa de unos pocos privilegiados.
El
ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera, conocido por su amplia
sensibilidad a la precariedad ajena y por sus desinteresados esfuerzos en
colaborar al bienestar de los trabajadores con menor poder adquisitivo, ha
anunciado la inmediatez de unas subidas graduales del Salario Mínimo
Interprofesional (SMI), cuya cuantía en 2008 llegará -¡oh, ah!- a los 600 euros mensuales. Sí, dentro de 3
años, con suerte. Con estas subidas graduales, asegura el ministro, se
recuperará el poder adquisitivo perdido por los trabajadores desde 1997.
La
realidad es tristemente diferente. 600 euros de 2005 equivalen a 60.000 pesetas
de 2001. Ignoro a qué equivaldrán en 2008, pero me figuro que aún a bastante
menos. No hay posibilidad de recuperar el poder adquisitivo perdido, con estas
porquerías de alzas salariales. Y teniendo en cuenta que antes del euro tampoco
andábamos muy boyantes, la situación es seria. No, es alarmante. Insostenible.
España,
con un SMI de 490 euros, es el antepenúltimo país de la Unión Europea en la
cuantía de este indicador económico. Sólo supera a Portugal y a Grecia. En
Francia, Italia o Alemania, el SMI es de más de 1.000 euros. Y, sin embargo, el
precio de los alimentos de primera necesidad en esos tres países es menor que
en España. ¿Recordáis lo caro que resultaba comer fuera en Lombardía,
por ejemplo? Pues ahora está tirado, en comparación a lo que te puedes dejar en
cualquier restaurante madrileño de medio pelo. En Francia, la compra me
resultó, este verano, mucho más barata de lo que me cuesta habitualmente en el
supermercado de mi barrio. Lo único que sigue resultando más caro es el
alcohol, y también el tabaco.
Yo
cobro setecientos y pico euros al mes. Si tomo un café por la mañana, me dejo
un euro y pico. Si se me ocurre comer algo, me pongo en los tres euros. El menú
de un restaurante cercano en el que como cuando me lo puedo permitir, un local
bastante modesto, cuesta 9 euros y medio. El metrobús
(diez viajes en transporte público), cinco euros y veinte céntimos. Un paquete
de Fortuna, dos euros y pico. ¿Unas cañas para despejarnos? Mejor lo dejamos
para la paga extra. Si hay una gotera en casa, estalla la tragedia. Si he de
visitar al dentista, tengo que pedir prestado el dinero a Visa. Si se me rompen
unos pantalones... a pedir un crédito. Y hablo tres idiomas, soy licenciada y
hago bien todo el trabajo que me encargan, aunque esté mal que yo lo diga. (Es
uno de los pocos lujos que me puedo permitir sin pagar, hablar bien de mí
misma.) En fin: mi situación la comparte mucha gente. Y muchos están aún peor
que yo. Sólo os cuento mis penas para que veáis que sé de qué hablo.
A
todo esto, la declaración de la renta me sale positiva. Menos mal que no
alcanzo el mínimo que obliga a declarar. Pero todos los meses Hacienda me sopla
el catorce por ciento de mi sueldo bruto.
Los
empresarios españoles, sin embargo, están que flotan de alegría. Cada vez
obtienen más beneficios. Es por eso que la renta anual per
capita alcanza en España los 22.000 euros.
Me
arde la sangre cuando gente que cobra mucho más que yo me da la lata con sus
problemas laborales. No tienen ni idea. En mi caso, a los naturales conflictos
que sobrevienen a la jornada laboral, y a las hordas de imbéciles que hay que
aguantar en la mayor parte de los trabajos, se une la precariedad salarial. La
pobreza pone de muy mala leche a la gente con conciencia de las cosas. Y yo soy
bastante consciente de las cosas. Así que imaginad cuál es el volumen de mi cabreo.
Salario
mínimo... Y tan mínimo. La madre que los parió.
Para
escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es
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