Cinco razones

 

 

Hay más de cinco, pero ése es el número de razones que he acumulado en pocos días para intentar demostrar a quien aún crea que el Partido Socialista merece la confianza de los más desfavorecidos, que no hay tal.

 

Abulia y permisividad frente a los casos de tortura

 

La secretaria general de Amnistía Internacional, Irene Khan, se reunió hace unos días con José Luis Rodríguez Zapatero y el ministro de Justicia, Fernando López Aguilar, con el fin de solicitarles que se cumpliesen en España las recomendaciones del Comité Europeo para la Prevención de la Tortura, un órgano creado por los estados miembros del Consejo de Europa. Entre dichas recomendaciones se encuentra la grabación de los interrogatorios o evitar la incomunicación de los detenidos. La respuesta del ministro a petición tan sensata y comedida fue, sorprendentemente, la siguiente: “es una práctica habitual de los detenidos por pertenencia y colaboración con banda armada denunciar torturas, que luego en el proceso judicial resultan falsas no en la mayoría de los casos, sino en el cien por cien de los casos.” En primer lugar, parece lógico que el Gobierno español debería seguir las recomendaciones de una institución de la que forma parte, sin necesidad de que nadie ajeno a ella tenga que insistir para que lo haga. En segundo lugar, si es cierto -permitidme que lo dude- que entre los cientos de denuncias de torturas que se interponen cada año en España no hay ni siquiera una que concluya en una sentencia a favor del demandante, tal cosa no tendría por qué querer decir que todas ellas sean fruto de las calenturientas mentes de las presuntas víctimas; en todo caso, lo que indicaría sería, desde mi punto de vista, una preocupante falta de atención hacia el ciudadano que acude a los tribunales a solicitar justicia. A menos que el ministro considere que la infalibilidad de los jueces españoles es, en este tipo de denuncias, superior a la de los papas en cuestiones de fe. Y eso si no queremos sacar conclusiones más radicales. En tercer lugar, la falta de sentencias que reconozcan la existencia de torturas por parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad no implica dejar de tomar precauciones para que los malos tratos no tengan lugar. Y, por último, la respuesta del ministro supone toda una declaración de intenciones respecto a la prevención de la tortura por parte del mayor responsable político en el mundo judicial, en un lugar que, según el Comité de las Naciones Unidas contra la Tortura (CAT), es el país occidental en el que se tiene noticia del mayor número de casos de malos tratos y vejaciones. “Más de lo mismo”, habrán pensado en Amnistía Internacional.

 

Desmemoria histórica

 

Hace unos días, ERC, IU-ICV y el Grupo Mixto propusieron en la reunión de la Junta de Portavoces del Congreso crear una comisión para recuperar la memoria histórica de la Guerra Civil y el reconocimiento político, social y económico de las víctimas del franquismo. Como todo el mundo sabe o debería saber, cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas sufrieron durante décadas, directa o indirectamente, una espantosa represión por parte del régimen golpista y asesino de Franco. Muchos murieron o fueron cruelísimamente tratados en las cárceles; otros fueron salvajemente explotados por la dictadura como mano de obra prácticamente gratuita; y muchos más, parientes de los anteriores, padecieron el hambre y la miseria que su fidelidad -o la ajena- a la república legalmente constituida los deparó. Una parte del enorme número de víctimas del franquismo eran militantes de partidos políticos de izquierda o sindicalistas. Algunos tenían el carné del PSOE. Pues bien: El Partido Socialista rechazó la propuesta, apoyado por el Partido Popular. Justificó tal rechazo Diego López Garrido, que estimó que la reciente aprobación por el Congreso de una moción en la que se pedía al Gobierno indemnizar por ley a las víctimas del franquismo que murieron o sufrieron daños personales durante la Transición, es “la vía más adecuada” para desagraviar a los perdedores históricos. Estamos ante un partido socialista que echa arena al fuego de la terrible injusticia que padecieron tantos paisanos, algunos de los cuales fueron militantes, en tiempos, de su partido.

 

Aznar no estaba allí

 

En un nuevo gesto de buena disposición hacia el PP, el PSOE ha decidido no citar a José María Aznar en la comisión del Congreso que investigará los atentados del 11-M, a pesar de que ERC, PNV, CiU, IU y el Grupo Mixto han solicitado la comparecencia del ex presidente. El PSOE sí ha solicitado que comparezcan, sin embargo, los ex ministros Ángel Acebes, Eduardo Zaplana y Ana Palacio, y el ex director del CNI, así como los secretarios de estado de Seguridad y de Comunicación. La conclusión política que podría sacar cualquier observador al revisar la lista es que el PSOE sigue fiel a la doctrina de “el jefe no tiene la culpa de nada”, que con éxito se llevó a la práctica en tiempos de González y las continuas citas judiciales a las que sus subordinados tuvieron que enfrentarse. Siguen siendo aquéllos, es obvio. Lo peor del caso es que esta comisión de investigación tiene una pinta endiablada de no servir para absolutamente otra cosa que para escuchar cómo unos y otros (los socialistas y los populares) hacen el paripé de una discrepancia que en realidad no es más que una riña de patio de colegio sobre el resultado electoral. Y hay ciento noventa y tantos muertos sobre la mesa.

 

El solbismo

 

Antes de llegar al poder, el equipo que lideraba Zapatero anunció que, de ganar las elecciones, pondría en marcha una reforma fiscal cuyos puntos fuertes eran la imposición de un tipo único para todas las rentas (que, a juicio de su inventor, el ideólogo reformista Anthony Atkinson, si no viene acompañado de un mínimo exento como compensación, no resulta una medida tendente a la justicia retributiva moderada) y -ésta sería sin duda la parte más progresista de la reforma- subir la presión sobre las rentas del capital (las plusvalías), una vieja reclamación de la izquierda. Ahora mismo nuestros salarios soportan en España una carga impositiva hasta del 45% en el IRPF, mientras que las plusvalías con más de un año tributan sólo un 15%. Somos los asalariados los que cargamos con la mayor parte de los gastos estatales de protección social de toda la ciudadanía, incluidos los más ricos.

El ministro de Economía, Pedro Solbes, que tiene muy contentos a Botín y a Alfredo Sáenz, vicepresidente segundo del Santander Central Hispano (este sinvergüenza ha afirmado recientemente que es imprescindible “desmontar el estado de bienestar europeo” y que no hay “demasiado tiempo para hacerlo”), ha rechazado sin embargo, y con rotundidad, incrementar la tributación de las plusvalías del capital. En su opinión, si se incrementase tal tributación, el resto de los estados europeos se llevaría parte de la inversión española, ya que España es actualmente el país de la Unión Europea que mejor trato da a las rentas del capital. Con tales planteamientos, es obvio que un ministro como Solbes -que goza de la evidente protección de Zapatero- no es compatible con una política fiscal que no sea ultraneoliberal.

Aún un comentario más sobre el ministerio de Solbes: una amiga mía, tan tardona como yo en esto de hacer la declaración de la renta (para la porquería que cobramos...), llamó ayer a su delegación de Hacienda para solicitar una cita y poder así cumplimentar los formularios. Fue amablemente informada de que no había más citas previas porque “les habían recortado el presupuesto”. Mi alarmada amiga, que solicitó de su interlocutor alguna solución a este inconveniente, recibió por toda respuesta un “acuda a un gestor privado”. La pobre pensaba que pagamos los impuestos, entre otras cosas, precisamente para no tener que costearnos un gestor privado al hacer la declaración del IRPF.

 

Tropas españolas en países invadidos

 

Mientras Zapatero se ha limitado a afirmar que estudiará las peticiones de envíos de tropas al extranjero, y que el Gobierno consultará siempre al Parlamento antes de decidir sobre cualquier envío de soldados, el ministro de Defensa, José Bono, el mismo que recibió una medalla de ida y vuelta por la retirada de tropas de Irak (su hijo estaba "trihte, y majque trihte"), ha resuelto ponerse beligerante al respecto y declarar que “es urgente extender a otras áreas la relativa seguridad y estabilidad institucional que las tropas internacionales garantizan en la capital de Afganistán, Kabul”, lo cual se traduce en el envío de más tropas al país asiático, a lo cual se añadiría el posible envío de otro contingente a Haití. Afirmó asimismo Bono -y si ésta no es la línea argumental del PP, que venga Dios y lo vea- que un gobierno sensato no puede “encogerse de hombros” ante la lucha contra el terrorismo y el tráfico de drogas.

En realidad, no se trata de combatir el terrorismo, ni el tráfico de drogas. Los envíos de tropas a dichos países, que de hacerse efectivos tendrían lugar a instancias del secretario general de la OTAN (en el caso de Afganistán), y de los presidentes de Brasil y de Chile (en el caso de Haití), suponen un gesto de lealtad del Gobierno español hacia el Gobierno estadounidense. La verdad, encuentro complicado que los mismos que se manifestaron a favor de la retirada de las tropas de Irak apoyen el envío de soldados a otras partes del mundo, pero cosas más raras se han visto.

 

Con estas cinco pinceladas ilustrativas sobre la aún corta gestión de Zapatero y sus subordinados, creo que queda palpablemente demostrado que su gobierno, de izquierdista, no tiene ni la pinta. Sigo aliviada por habernos librado del Partido Popular, pero hay que tener en cuenta que hay heridas que tardan mucho tiempo en cicatrizar. Por este camino, me veo pronto en la calle –acompañada de cierta cantidad de gente sensata- exigiendo la dimisión en pleno del Gobierno del PSOE. Al tiempo.

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Para escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es

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