El
confidente y la desesperanzada
(Charlas
sin consecuencias)
Me telefonea un tal Gervasio Guzmán. Dice ser amigo de Javier Ortiz, a
quien –me cuenta– suele regalar la mayor parte de las ideas que el periodista
desarrolla en sus artículos, "y en algún libro", me asegura.
"Sin embargo, últimamente no me hace ni caso; es más: el otro día me hizo
el desplante de utilizar mi nombre para contar anécdotas que otro le ha hecho
llegar. Pero bueno, eso es lo de menos, estoy hecho a estas cosas."
Tras indagar dócilmente el procedimiento con el que se enteró de mi
número de teléfono –no es que me importase gran cosa, era simple curiosidad–,
le pregunté cuál era el objeto de la llamada.
– Si lo que pretendes, Gervasio,... ¿Puedo llamarte
Gerva?
– Te agradecería que no lo hicieses. No tengo edad
para adoptar diminutivos.
– Perdona. Padezco una fuerte tendencia a tomarme
confianzas. Te decía que si lo que pretendes es darme ideas a mí, aunque
reconozco que agradezco la intención, debes saber que lo que yo escribo lo lee
muy poca gente, en comparación con la cantidad de personas que leen a Ortiz.
– Sí, ya lo sé. Pero tú tienes menos ocupaciones que
Javier.
– Menos interesantes, sobre todo.
– Bueno, al grano. Tú verás si quieres utilizar este
sucedido en tu sección. En Aena, Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea, "la
mayor organización aeroportuaria del mundo y líder en movimiento de pasajeros y
aeronaves", según definición propia, y que está en trámites, como
sabrás, de ser privatizada absolutamente, la subcontratación está al orden del
día, como ocurre en la mayor parte de los organismos de la Administración
Central. .
– Sí, ya lo sé. Conozco el percal de primera mano.
– Pues bien: Me cuentan que hace poco, en uno de los
edificios madrileños del ente, aparecieron unos prójimos que informaban acerca
del plan de evacuación del local en caso de incendio. Su misión era la habitual
en estos casos: que si el responsable de planta es éste, que si la salida debe
hacerse de tal o cual manera, etc. Al dirigirse a uno de los trabajadores, le
preguntaron si era funcionario de Aena o bien "personal externo",
contratado por la empresa que se dedica a tales menesteres, y que por cierto
obtiene cuantiosos beneficios en el alquiler de personal. El interpelado
explicó su condición de subcontratado, ante lo cual los señores explicadores
cambiaron de actitud: "Ah, si eres personal externo, entonces nada; esto
de las evacuaciones sólo afecta al personal de Aena", le dijeron.
– Qué barbaridad.
– El que me lo contó, que también es subcontratado, me
decía con muy buen humor que a los subarrendados deberían, al menos, indicarles
cómo apartarse en caso de incendio, para que los de Aena no tropiecen con
ellos, en su escape de las llamas.
– (Grandes risas.) Qué horror. Es increíble.
– Nunca pensé que las clases sociales en España se
pareciesen algún día a las castas indias.
– Siempre ha habido lucha de clases, aunque haya
habido ciertos escasos intentos por diluir las diferencias entre pobres y
ricos. En cuanto al funcionariado, el poder económico cuenta con su extinción.
Con un poco de paciencia, se terminará también con el trabajo fijo en la
Administración. Sin grandes traumas: sólo hay que esperar a que se vayan
jubilando los que están actualmente en activo. De este modo, la idea de tener
un trabajo para toda la vida habrá desaparecido absolutamente, y ya no quedarán
feos rescoldos de dignidad en los que contemplar la precariedad propia. Los
"intocables" del futuro serán, probablemente, licenciados con
contratos semanales, trabajando para empresas privadas que antes eran públicas.
Y luego hay otra cosa: desde hace décadas, la gente tiene bien metidito en la
cabeza que los que tienen un puesto fijo en la Administración (aunque, como yo,
cobren sueldos indignos) son una especie de enchufados que no hacen nada útil.
Incluirán, supongo, a los bomberos, los médicos, los maestros... Te digo yo que
hay que abandonar toda esperanza.
– A ver si hay suerte, y el PP pierde las
elecciones...
– Pase lo que pase, no creo que haya cambios
significativos en lo que concierne al día a día de los trabajadores. Tal vez
mejoren las relaciones con los nacionalistas, o le quiten a Pedro Ruiz su
programa de la 2. A lo mejor se construyen más viviendas para alquilar a los
más pobres. Todo lo cual es positivo. Pero, estoy segura, en mi casa y en
muchas otras seguiremos sin tener un euro a mitad de mes; la vivienda seguirá
siendo inaccesible para mucha gente; subirán el gas, la luz, el agua y el
teléfono, como siempre; la compra continuará siendo cara; se privatizará todo
lo privatizable; España seguirá siendo miembro de la OTAN; etc. Todo seguirá
sustancialmente igual, ocurra lo que ocurra.
– Si todo el mundo fuera tan fatalista, cualquier
posibilidad de cambio real desaparecería.
– Ya. Pero no todo el mundo es tan pesimista
(realista, digo yo que soy). Hay muchos millones de ciudadanos y ciudadanas que
votan llenos de ilusión, no te digo más. Así que, por una que se entere de qué
va la vaina, no pasa nada... Bueno, dejemos si te parece la conversación, que
me da cosa darme cuenta de cómo está el patio.
– ¿Así que no vas a votar el 14 de marzo?
– Claro que voy a votar. A Izquierda Unida, como casi
siempre. Que una aprovecha cualquier oportunidad, a pesar de lo que te he dicho
antes. Y a pesar de muchas otras cosas más.
– En fin, Belén, encantado.
– Igualmente.
– Dale saludos a Javier, si hablas con él.
– De tu parte, hasta otra.
– Adiós-adiós.
Para
escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es
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