La Justicia justiciera
“No, si yo sólo quiero justicia. Lo único que pido es que a
ese demonio que ha matado a la niña lo cuelguen por los pulgares del palo
mayor, lo dejen sin comida ni agua hasta que perezca de inanición y de sed, y
después, mientras agonice, que tres orangutanes malayos se desfoguen
sexualmente con él. Digo yo que eso no es pedir mucho, ¿no? Justicia,
simplemente, ¡JUSTICIA!, eso es lo que pido, sin más. Y nada de juicios. ¿Qué
juicio ha tenido la pobre?”
Ay qué miedo, oye. ¿Qué
especie de vaina extraterrestre, pro-pinochetista y acérrima enemiga de las
tesis de Concepción Arenal, ha invadido los cuerpos de los lugareños de este
país de mis desdichas? ¿Quiénes les han explicado a estas personas que
“justicia” equivale a “venganza rastrera y sanguinaria”? ¿No era que la Ley del
Talión es una cosa muy fea, desde que el jipi aquél de Judea dijo lo de la otra
mejilla?
Ya, ya sé que si a ti te
torturan y te matan a una hija, y te meten un micrófono en la boca el día de su
entierro, lo difícil es que no digas una barbaridad digna de Pizarro en sus
años fieros. Por mucho que luego se arrepienta uno. (A veces se da el caso.)
Evidentemente, el problema no es el cabreo particular que tenga un perjudicado.
El horror está en el monstruo que le coloca el micrófono, y que le pregunta:
“¿Qué haría usted con el asesino?” (Que se lo preguntan, por éstas que son
cruces). Y continúa, ampliado, con el tipejo o la tipeja que entiende que hay
que abrir el telenoticiario con las dolorosas declaraciones de los familiares
abrumados por el terrible dolor. Y sigue, aún más espantoso, en un despacho de
cualquier cadena de televisión, en la que se reciben consignas determinadas,
que luego se transmiten al editor del noticiero. (“¿Y si no se reciben tales
consignas? ¿Y si lo hacen motu proprio?” Peor aún. Mil veces peor.)
Dice mi hermano
José-Luis que el PP se mueve a golpe de Telediario. “Tres adolescentes han
asesinado a una joven en Ciempozuelos.” Minutos después, vemos a Michavila
asegurando que “es evidente” que hay que reformar la Ley del Menor. (Para
endurecerla, naturalmente.) Yo creo, más bien, que el Telediario se mueve a
golpes del PP. En primer lugar: La Ley del Menor se hizo para no cumplirse. No
hay más que dos comunidades autónomas en España en las que existen las
condiciones que permitan la integración de los jóvenes delincuentes. No hay
infraestructura que tal cosa permita, más que en el País Vasco y en Cataluña.
Aunque, a favor del Gobierno Vasco, hay que decir que en Cataluña las
organizaciones que podrían hacerse cargo de los reos menores de edad son en su
mayor parte privadas, lo que no ocurre en Euskadi. CiU y sus cositas. En fin,
de esta situación era perfectamente consciente el Gobierno de España, que dejó
pasar la ley para luego anularla por sus “evidentes” lacras.
Llevamos años intentando
soportar -por lo menos, en lo que a una respecta- los
ataques retrógrados, fascistas, reaccionarios, ultrarrancios, del partido
gobernante. Sus mandamientos se juntan en dos: “Amarás a tu pasta sobre todas
las cosas y perseguirás a todo aquél que suponga un peligro para tu status
económico”.
Son tan infames que es
difícil llegar a darse cuenta de cuáles son sus propósitos. Y tan impíos como
es posible que lo sea un ser humano. Como la mayor parte de los occidentales enriquecidos
del siglo XVI (por poner un ejemplo), entienden que la humanidad se
circunscribe estrictamente a ellos y a los de su calaña (“los de su clase”, los
llaman ellos). Por eso aplican los Derechos Humanos a quienes ellos creen
conveniente. Ni a los indios, ni a los gitanos, ni a los africanos, ni a los
pobres de solemnidad, ni a los trabajadores sin alto poder adquisitivo, ni a
los desprotegidos. Ni a mí. Ni a ti. Ya lo dice el refrán castellano:
“Justicia, sí, pero no por mi casa.” Así siguen las cosas.
Son devotos de Lynch.
Les gusta que a los detenidos por presunción de pertenencia a banda armada los
saquen de su piso en Sevilla a plena luz, aviso previo a los vecinos, y que al
recién descubierto -pérfido albión- culpable de la muerte de la malagueña Rocío
(ya puede negarlo) lo paseen por su pueblo en medio de la multitud. Sí, les
gusta, lo alientan, les encantan esas imágenes del pueblo que aprieta los
dientes de justo odio.
Y si los demás no se dan cuenta de
toda esta inmundicia, ¿qué país es este? ¿Qué asco de país es éste?
Lo dicho. En cuanto
pueda, me las piro. Vampiro.<
Para
escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es
Para volver a la página principal, pincha aquí