El último cuento de «Las mil y una noches»

(Relato bastante apócrifo)

 

Cuéntase ¡oh lector magnánimo y complaciente!, que cuando la docta y discreta Sherezade hubo terminado de contarle todos los relatos al venturoso rey Schahriar, que una vez quiso asesinarla, atrapado su corazón por la sed de venganza y odiosa su alma por culpa de una traidora esposa, Alá El Más Sabio se plugo en permitir que la pequeña Doniazada, hermana de Sherezade, relatara a los venturosos amantes el último de los cuentos que en aquella dichosa madrugada se pudo escuchar en la alcoba del redimido rey.

     “Antes de que las calles de tu reino ¡oh rey del tiempo, justo y misericordioso!”, dijo Doniazada, “se llenen de los preciados aromas del incienso, el alcanfor, el áloe y el almizcle, para celebrar vuestra dicha, te ruego me escuches a mí en esta noche en la que Sherezade, mi hermana querida, ha terminado de complacerte con su erudita elocuencia, siendo Alá El Más Prudente y El Más Benéfico.”

     “Habla pues, pequeña”, le dijo el rey, “y no nos hagas esperar hasta el alba para conocer el relato.” Y Doniazada comenzó, llena de gozo, la narración que quería contar para entretenimiento de los alegres esposos:

«He sabido ¡oh rey afortunado, que Alá te acompañe!, que hubo una vez un rey en Bagdad llamado Sadam Husein, en cuyo reino manaba el preciado oro negro por doquier, lo que hizo que sus súbditos alcanzasen en poco tiempo una agradable sensación de bienestar en muchos aspectos. Sus afanes de conquista hacia el Este fueron satisfechos por los reyes de Occidente, que le dotaron en un tiempo ya lejano de armas y autorización para la guerra, a cambio de compartir con ellos los dones que en aquella generosa tierra quiso El Óptimo que brotaran, y también a cambio de que atacase con furia su pueblo al pueblo vecino, regido por imanes llenos de odio hacia los reyezuelos occidentales ¡El Grande los confunda!, que si en un tiempo fueron los únicos amos de todas esas tierras, temían dejar de serlo en absoluto.

     «Pero un mal día para su pueblo, acostumbrado a las infraestructuras que tus súbditos también gozamos ¡oh rey ilustre!, quiso Alá El Digno De Alabanza que la mente del rey Husein se confundiera. Pensó que podía atacar a un reino vecino, para purgar los expolios que venía haciendo del oro negro que al reino de Husein pertenecía, sin que los malvados reyes de Occidente hicieran nada por impedirlo. Como así no fue, porque una vez el rey de Bagdad atacó el reino del Sur, muchos ejércitos y gobiernos ávidos de sus riquezas se aliaron, y guerrearon contra el reino de Husein durante apenas dos meses, en los que murieron muchos inocentes, y tras los cuales un negro manto se abatió sobre los dominios de Husein, doce años de tristeza, muerte y miseria para su pueblo. Nada podía hacer ya el rey caído en desgracia por voluntad de Alá El Vigilante para redimir a su país.

«Al cabo de los doce años, que discurrieron amenazantes para los inocentes perjudicados por las guerras y el bloqueo, tres de los peores y más malignos reyes de Occidente, cansados de esperar la caída del rey bagdadí, urdieron e hicieron circular la especie de que Husein no era hombre, sino genio malvado, que gozaba en asumir las formas más abyectas para aterrorizar a otros pueblos de lejanas tierras, y que poseía en cantidades ingentes armas poderosas e infames que iba a utilizar para asesinar a tantos hombres y mujeres occidentales como pudiera. Lo que muchos de los habitantes de estas latitudes, confundidos por su ignorancia, creyeron. Bien que otros muchos no lo hicieron así, e iniciaron contra sus reyes revueltas y algarabías, que los tres malvados reyes rehusaron tener en cuenta.

«Se dice, aunque Alá es infinitamente más sabio y más noble, que los tres reyes se escondieron en unas islas, llamadas de las Azores, para planear el final del rey Husein y de su reino, rapiñar después todo su oro negro, y nunca contar ante sus propios súbditos las mentiras que habían tramado para piratear astutamente lo que no era suyo. Uno de los tres reyes, el más pequeño, era particularmente artero para ocultar la verdad ante su pueblo; era también el más audaz y el más pobre de los tres; pero tan taimado y miserable como los otros dos. Un día atacaron el reino de Husein, y pocos meses después tomaron Bagdad y declararon que su dios, la Democracia Occidental, era desde entonces y para siempre la única guía espiritual del diezmado y conquistado pueblo.

«Se apresuraron a repartirse el botín de guerra. Se frotaban las manos con las riquezas que los aguardaban, y no podían esperar a tomar posesión de todo lo que habían conquistado. Sin embargo, no contaban con que el pueblo de Husein no quería ceder su país tan fácilmente, y que lucharía sin parar, con la fuerza que El Regenerador les diera, por expulsar a los invasores de su país. Consiguieron matar, durante el tiempo que sobrevino a la guerra, a muchos más soldados de los que habían logrado matar durante aquélla.

«Y al fin quiso Alá, El Amigo Protector, que estos reyezuelos y sus ejércitos volvieran a sus tierras llenos de decepción, y que los habitantes de sus reinos los destronasen por medio de la Democracia regenerada, y les hicieran pagar por sus crímenes, que eran sin número.»

“¡Cuán espléndida es la historia, pequeña Doniazada,” dijo Sherezade, “¡y qué admirable es el provecho que de ella se saca! Dime, sin embargo, hermana querida, ¿qué ocurrió con el ambicioso rey Husein?”

“Gracias ¡oh hermana discreta entre las discretas!, por tus hermosas palabras,” contestó Doniazada, “pero mi ignorancia no me permite decirte cuál fue el paradero del rey, porque desapareció sin dejar rastro. Se dice que organizó a la resistencia que acabó por echar a los reyezuelos, pero Alá es El Más Sabio.”

Y con estas palabras, el buen rey y las dos hermanas se retiraron a descansar, llenos de alegría por las celebraciones que al día siguiente los aguardaban.<

 

 

Para escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es

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