Alarma
social
Así funciona
esto. Una médica residente se lía a cuchilladas una mala tarde. Mata a varias
personas y hiere a algunas más. Nadie entiende nada, nadie se explica por qué
ha cometido esta barbaridad. Me lo dijo mi madre por teléfono, cuando la llamé
desde el aeropuerto en el que esperaba mi vuelo: “Será un brote psicótico”, le
dije. “Eso, un brote psicótico”, me contestó. Me extrañó mucho que mi madre,
que no es precisamente una especialista en Psicopatología, estuviera
familiarizada con el término. Claro, ya debe haber decenas de expertos en
televisión dando su opinión sobre el suceso, pensé.
Y así era, naturalmente. Poco a poco, se va liando una hermosa madeja más deformativa que informativa, que consigue –no sé si pretende- alarmar al personal acerca del supuesto peligro social de los enfermos psicóticos.
–Y
a esta loca, la meterán en la cárcel, digo yo.
–Qué
va. Como está loca, se librará. Es increíble.
–Bueno,
pero, la encerrarán, ¿no? Porque suelta no puede andar por ahí.
–A
saber. Yo lo que pienso es que, esté loca o no, tiene que pagar por lo que ha
hecho.
–Sí,
pero aquí, como la Justicia es un cachondeo…
Y
así. Veamos: no sólo el peligro que representa esta ciudadana, gravemente
afectada por una enfermedad mental (esquizofrenia paranoide, por lo que parece)
que trastorna seriamente su percepción de la realidad, no es tal, sino que,
aunque así fuera, y por desgraciados que hayan resultado sus actos, no se le
puede condenar a la cárcel. Porque no es responsable de lo que ha hecho, así de
claro. Sus declaraciones a la policía son de libro: la diagnosis es evidente
para cualquier psiquiatra forense. Se “sabía” espiada constantemente por sus
compañeros de trabajo, padecía alucinaciones, sufría delirios de persecución y
alteraciones en la identidad y la frontera del yo, su conducta era excéntrica e
impredecible, y su afectividad estaba seriamente alterada. Por si eso fuera
poco, había sido diagnosticada su patología hacía tiempo, aunque ella había
abandonado la medicación motu proprio.
Lo cual es muy frecuente en este tipo de dolencias. Si Noelia de Mingo hubiera
sido convenientemente tratada con psicofarmacopea y psicoterapia, esta mujer no
hubiera cometido la salvajada que cometió el otro día.
La
alarma social que se ha generado con este triste suceso está, pues,
injustificada. A menos que lo que alarme a la ciudadanía sea, más bien, la
irresponsabilidad corporativista de los jefes de la médica, que conociendo la
enfermedad de la residente, y dándose por enterados de que esta mujer podía en
cualquier momento salirse por peteneras y provocar una desgracia, hicieron caso
omiso de sus problemas psicológicos. Si ése es el caso, servidora comparte tal
alarma. Si nos da por pensar qué tipo de sujetos tienen en sus manos
responsabilidades que nos atañen, lo mínimo es que nos recorra un molesto sudor
frío por la espalda, si es que no somos tan irresponsables como ellos.
Y
eso que estos señores sólo tenían que tomar una decisión acerca de una
trabajadora con desórdenes psíquicos. No quiero ni imaginarme qué ocurriría si,
por ejemplo, tuviéramos un presidente del Gobierno lo suficientemente
irresponsable para no actuar, por ejemplo, en el caso hipotético de que un
petrolero gigantesco quebrase frente a las costas gallegas. O, pongamos por
caso, apoyase la destrucción de un país por intereses económicos evidentes, o
peor aún, no se detuviera en su apoyo aún si el ideólogo de la destrucción
mentada quisiera seguir amenazando a otros países.
Uf.
Qué miedo. Yo sí sé qué merece mi alarma.<
Para
escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es
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