Con
las cuatro gotas que han caído en Madrid, y los primeros rayos de sol de marzo,
uno de los árboles del Paseo de la Castellana con los que cotidianamente
convivo ha decidido adelantarse a los demás y ser el primero en reverdecer. Ha
sacado un puñado de diminutas hojas verde claro de lo más pizpireto
a saludar a la primavera. Los animales que viven por aquí, la mayor parte
pequeñas aves e insectos variados, han acudido raudos a su sombra y a su
cobijo, encantados con la esperanza de mecerse por fin en sus ramas bajo la
cálida luz de abril.
Este
valiente árbol nos ha abierto a todos sus vecinos el hambre de paseos al
atardecer vestidos con ropas ligeras y el espíritu alegre. Sin embargo he de
reconocer que mi planta preferida es muy imprudente: ninguno de sus compañeros,
seguramente más cautelosos (y acaso más añosos), ha seguido sus pasos todavía.
Es sabido que el riesgo de reverdecer antes de tiempo es elevado: si el tiempo
cambia bruscamente, y las temperaturas bajan mucho, es probable que sus
frágiles hojas no salgan adelante.
Le
deseo de corazón toda la suerte. Espero que esas mismas hojas sean, ya maduras
y más grandes, las que llenen de melancolía ocre el suelo del Paseo de la
Castellana, el próximo otoño.
Pero
aunque su esfuerzo no obtenga la recompensa esperada, los animalitos que lo
frecuentan y los paseantes que lo admiramos tendremos en cuenta su
irresponsable valentía.
Aparte
de la no elección de Rouco Varela al frente de la
Conferencia Episcopal, la mejor noticia que he recibido últimamente es el
nacimiento en cautividad, por vez primera en España, de tres linces ibéricos en
el Coto de Doñana. Parece que su mamá, una lince
jovencita y primípara, de nombre Saliera, se está portando como una auténtica
campeona: sus cachorros ya juegan y corretean, parecen bien alimentados y
tranquilos. El padre, Garfio, es un magnífico macho de cuatro años natural de
Sierra Morena. Con tales progenitores, supongo que la camada será espléndida.
Se
trata de un éxito sin precedentes en lo que concierne a los esfuerzos por
mantener la especie, la única de grandes felinos que tenemos en la península.
Ojalá este nacimiento tan esperado y tan bienvenido no sea el último de estas
características. Tengo oído que hay otra lince preñada en el mismo parque
natural. Crucemos los dedos.
Ahora
sólo falta que la Administración Central siga comprometiéndose por la
protección de los linces ibéricos, de la manera en la que lo está haciendo.
Lejos queda por fortuna la imbecilidad militante en la que el Gobierno del PP,
en su sandia línea habitual, cayó también en este asunto. Recuerdo la comparecencia
en el Senado de la secretaria general de Medio Ambiente pepera,
María del Carmen Martorell, quien en su informe sobre la situación del lince
ibérico y de las medidas a adoptar para su recuperación soltó, entre otras
tonterías, las siguientes: “El lince parece bastante menos inteligente de lo
que creíamos que era. Quizá tenga muy buena vista, pero después en sus
conductas es un animal que corre muchísimo, y al correr muchísimo hay veces que
no ve.”
Es
una suerte que no tengan ya el poder ejecutivo. Para
el lince, también.
Para
escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es
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