Aquellas
Navidades*
25 de diciembre de 1975
He preguntado a mamá cuánto queda para que vengan los Reyes
y me ha dicho que doce días. Son muchos días y no sé si se les van a olvidar
los juguetes que he pedido, que son una construcción Lego grande, una caja de
los clics grande y un juego grande de ésos que no me gustan, pero que son los
únicos con los que juegan también mis hermanos, que son mayores. El año pasado
me dijeron que pidiese un Monopoly, que es un juego de dinero y no entiendo
cómo se juega, pero me dejan hacer de Caja, y así dicen que aprendo a comprar
cosas. Ayer mis hermanos me metieron en la cocina, y estaban los dos muy
serios. Me dijeron que ya tengo seis años y ya soy mayor, y ya tengo que saber
que los Reyes son los padres. No entendí qué padres eran los Reyes, pero me
dijeron que eran mis padres, los Reyes. Les dije que si papá y mamá eran los
Reyes, entonces tenían que ser muy ricos, y que entonces no entendía por qué no
me compraban siempre todo lo que les pido, y que tampoco sabía cómo se las
arreglan para llevar los regalos a todos los niños del mundo. Mis hermanos se
echaron a reír y me dijeron que soy tonta, que en cada casa los Reyes son
diferentes, porque en cada casa los padres son los que compran los juguetes. Yo
me puse a llorar, porque no me lo creí y porque no soy tonta, y les dije que
son malos y que tienen envidia porque a ellos los Reyes les traen cosas
aburridas. Así que mi hermano me dijo que se lo preguntase a papá y a mamá, que
iba a ver cómo era verdad lo de que los Reyes son los padres. Luego le pregunté a mamá si ella y papá son
los Reyes, y me dijo que quién me había dicho eso, que no era verdad, que los
Reyes son Melchor, Gaspar y Baltasar. Luego regañó a mis hermanos mayores y les
dijo que eran unos egoístas. Yo también creo que son unos egoístas, que debe
ser que son unos mentirosos. Cuando se
lo fui a decir a papá, papá estaba leyendo el periódico, y me dijo que
los Reyes nos habían caído a todos, que se había muerto el viejo. Yo creo que
el viejo es Franco, el que mandaba más en España y papá siempre hace chistes
con él y tortugas que no se mueren nunca, pero no lo he podido preguntar,
porque mamá le ha dicho a papá que siempre igual, que la niña –yo- es muy
pequeña y luego iba diciéndolo todo en el cole y la llamaban las seños a
decirle que a ver qué le decían a la niña. Papá le dijo que era su hija –yo- y
que a ver si no podía él decirle a su hija lo que le daba la gana, y que las
cosas iban a cambiar mucho y que ya estaba harto de llevar toda la vida sin
decir a sus hijos lo que le daba la gana. Mamá se enfadó y papá le dijo que a
ver si podíamos tener la fiesta en paz. La fiesta es la Nochebuena, y al final
tuvimos la fiesta en paz, porque fuimos a casa del tío Manolo y la tía Pili,
que son muy divertidos y siempre cantan villancicos, y los primos y mis
hermanos juegan juntos y a mí me dejan a veces jugar con ellos. Lo malo fue que
después de cenar metí el codo en un café muy caliente que se iba a beber mi tío
Manolo, y me dolió mucho, y me puse a llorar mucho porque me dolía, así que me
llevaron corriendo a un Hospital, y así terminamos todos la Nochebuena, en el
Hospital. A la vuelta, mi hermano me dijo que era por mi culpa, que siempre lo
estropeo todo, y yo me puse a llorar, y mi hermana me defendió y le dijo a mi
hermano que no era culpa mía y que yo era pequeña, y papá nos dijo que nos
callásemos de una vez, que estaba harto de esta familia de locos. Ahora tengo
una venda en el brazo y me duele mucho todavía, pero no me importa, porque hoy
vamos a tener una comida de Navidad, y todavía queda pasar la Nochevieja, que
es más divertida que la Nochebuena, porque me dejan acostarme después de que
suenan las campanadas en un reloj de la tele, y comemos unas uvas y decimos
“feliz año nuevo” y nadie se enfada esa noche en casa. Y además, mañana ya sólo
quedarán once días para que vengan los Reyes, que seguro que me traen lo que
les he pedido, porque no me he creído lo de que los Reyes son los padres. Fin.<
* Tengo que dedicar este
apunte al maestro René Goscinny y a sus creaciones Le Petit Nicolas y L’élève
Chaprot (éste nacido en colaboración con otro maestro, Marcel Gotlib), dos
niños que me font bien rigoler,
que me lo hacen pasar estupendamente. Goscinny fue de esos pocos
hombres y mujeres que nunca olvidan que hay un niño (o una niña) dentro de
ellos. Para él, con mi agradecimiento.
Nota
de J. Ortiz
El
texto anterior fue remitido por Belén Martos en tiempo y fecha perfectamente
adecuados para la historia abordada, pero quisieron los hados que tal cosa
sucediera cuando mi salud entró en barrena, lo que me obligó a someter este
rincón en la Red a un estricto programa de servicios mínimos. De lo cual fueron
víctimas varios textos de la propia Martos (no sólo éste), un comentario de
disco exótico navideño de Juanjo Talavante y alguna aportación más. A medida en
que mi salud vaya recuperándose –si tal cosa acabara sucediendo, por ventura–
iré dando salida al material atascado.
Y si no, pues no.
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