Apesta
Siguen naciendo nuevos programas televisivos del corazón. Uno de los últimos en llegar al comecocos audiovisual ha sido A todo corazón, una penosa muestra más de la taquicardia de estos tiempos. La facultad de Ciencias de la Información acabará claudicando. Allí se enseña mucha teoría, quizá útil en algunos casos. Pero la práctica se suele adquirir en las redacciones, senda repleta de trampas. A este paso, los estudiantes de periodismo irán a clase con el Diez Minutos bajo el brazo, en lugar de otorgarse pompa con El País. Aunque en mi época, de los más de ochenta alumnos de mi curso, no más de cinco solíamos comprar el periódico a diario. Eso que se ahorraron, porque viendo el panorama, parece que lo verdaderamente relevante es disponer de una buena base de datos acerca de los líos y presuntos amoríos de la cloaca rosa, y frecuentar esos parajes salvajes tratando de hacer contactos entre tanto famoso. Así, hasta los seudoperiodistas se convierten en protagonistas de historias de nunca acabar.
El medio media, decía Gomis. La mierda apesta, escribo yo ahora. ¿Quién tirará de la cadena en esta televisión repleta de orines?
No sé a qué pensador debo recurrir para tratar de comprender lo que está sucediendo con este medio de comunicación. Hace algunos años, un profesor de periodismo me dijo que la caja tonta acabaría presentando casi exclusivamente contenidos sensacionalistas y sexo. Su premonición va por buen camino. Admitiría gustoso que me recomendaran la lectura de un filósofo para llegar a entender por qué un programa que recoge todas las desgracias habidas y por haber permanece en una televisión pública durante años. Suicidios, violaciones, parricidios, pederastia, abusos sexuales, navajazos... Historias tristes, testimonios de gente humilde, de un pueblo marcado por el ceceo; protagonistas revestidos del negro rural. Y ahí desfilan viudas destrozadas, hermanos ojerosos, tíos convertidos en portavoces de las desgracias familiares. Crueldades retratadas en un formato televisivo de aquel pliegue de papeles llamado El Caso. Esta rebelión de las masas establece la programación de TVE, cosa preocupante, porque las minorías se quedan con la miel en los labios; no hay espacio para ellos, y, si acaso, unas migajas bien entrada la noche, casi de madrugada.
Entre el morbo insano, estéril, inquisitorial y deleznable, y los famosos mentirosos, tergiversadores, egocéntricos, manipuladores, mediocres –podrían dar el salto a la política en cualquier momento y sin dificultad–, esta televisión se va a convertir en un objeto a desterrar, si es que se quiere conservar el paraje del norte lleno de neuronas. Por cierto, y hablando del norte: lo de Ainhoa – en mi modesta opinión, la mejor voz de ese presunto concurso que está haciendo millonarios a muchos espabilados–, ese asunto de que si el PP ha amañado su elección, que si Otegi sale por peteneras, que si a tu lado me siento seguro... es un chapapote más en una playa repleta de porquerías. Este triunfo se les ha ido de las manos.
Una sugerencia para evitar opiniones peregrinas de Otegi o de cualquier popular oportunista: el año que viene, concursantes de Ucrania.<
Para escribir al autor: Marat@navegalia.com
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